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Había sido un completo gilipollas con Sabrae por tratar de guardar las distancias con ella, pero al menos con Mimi lo estaba haciendo todo bien. Diría que me rompió un poco el corazón verla echarse a llorar de la ilusión que le hacía verme, porque aquello significaba tanto que no había contado con que yo llegaría a tiempo como que me había echado terriblemente de menos, pero no pude evitar sentir un inmenso alivio al saber que no continuaba con mi racha de cagadas apoteósicas.
No me había sentido con fuerzas de insistirle en que no hacía falta que mantuviera las apariencias con mi hermana si eso iba a significar que nos separaríamos antes de tiempo y no podríamos aprovechar todo lo que pudiéramos de mi nueva visita porque no había podido dejar de notar tampoco su reticencia a quedarse a solas conmigo.
Y, ¿cómo no iba a estar reticente? Si le había preguntado si íbamos a follar después de que ella me confesara que Zayn casi no la había dejado venir a por mí y que no se había visto con fuerzas de escaparse, joder. Nunca había sido tan cerdo con ella como entonces, así que el que guardara las distancias era algo normal. Doloroso, pero normal. No podía luchar contra ello ni tampoco tenía derecho a sentirme mal.
Aunque también me preocupaba por ella, y me reventaba que sintiera que ya no podía contar conmigo y que yo no era un buen apoyo, sobre todo cuando precisamente me necesitaba porque me había elegido a mí y no a sus padres.
Por suerte me había perdonado, o al menos lo había apartado en un rincón de su mente al que le costaría regresar, y con eso de momento tenía que bastarme. Teníamos mucho de lo que hablar, pero primero tendríamos que entrenar nuestra paciencia haciendo que Mimi tuviera uno de los mejores cumpleaños de su vida. Se lo debía después de todo lo que le había hecho pasar y, si Sabrae y yo decidíamos que las cosas estaban mejorando lo suficiente como para que yo siguiera en Etiopía, el sacrificio de mi hermana se extendería exponencialmente en el tiempo.
Al menos contaba de nuevo con Saab, si la forma cariñosa en que sus ojos estaban puestos en mí era indicador de algo. Puede que tuviéramos aún demasiadas cosas en el tintero, pero, al menos, había recuperado su confianza y sus ganas de estar conmigo superaban a su instinto de supervivencia.
Al final los gilipollas de sus padres iban a estar en lo cierto y yo no iba a ser tan bueno para ella. Joder.
-No me puedo creer que estés aquí-gimió Mimi, encogiéndose dentro de mi cama y aferrándose a las sábanas igual que a un bote salvavidas. Algo me dijo que últimamente repetía mucho ese gesto en ese lugar en particular, lo cual no me tranquilizó en absoluto, aunque sí que me llenó de una extraña ola de ternura. Incluso cuando tu corazón se encoge por lo mucho que lo sometes a presión, una parte de él resplandece al sentir cuánto le quieren los demás corazones a tu alrededor.
Le acaricié el pelo a mi hermana mientras Sabrae nos observaba atentamente, hundiendo los dedos en el pelaje suave de Trufas, que continuaba agitándose en su regazo. Mi chica no quería interponerse entre nosotros; sabía de sobra que el día se trataba de Mimi, que el viaje se trataba de Mimi, y aceptaba ese temporal segundo lugar al que no la tenía acostumbrada. Como si no tuviera suficientes motivos para adorarla.
Procuré no pensar en que también le venía bien la distancia para perdonarme por todo lo que le estaba haciendo (y puede que siguiera haciéndole), porque el cariño que había en sus ojos mientras nos miraba a ambos no estaba ahí cuando me separé de ella para esperar en el cobertizo de Jordan al momento perfecto de entrar en casa.
Jor había puesto los brazos en jarras y me había mirado con las cejas alzadas cuando me limité a quedarme allí plantado después de darle un buen abrazo en el que, creo, le transmití todas mis preocupaciones, incluso las que no me había dado cuenta hasta entonces de que tenía. Ni siquiera sabía por qué cojones le había preguntado a Sabrae por el sexo después de que ella me confesara todo lo que había pasado, y haber puesto por delante mis necesidades fisiológicas al bienestar de Saab era algo que no me habría esperado nunca. No era propio de mí, ni del chico que había sido cuando empecé con ella y ella me hizo infinitamente mejor; ¡joder, si incluso me había quedado con ella una vez que se puso enferma durante el fin de semana en lugar de salir de fiesta cuando todavía no éramos nada y no la había escuchado decirle que me quería!
-Vale, podemos hacer dos cosas-me dijo Jor-: podemos sentarnos a jugar a la consola y esperar a que sea el momento de que te vayas a casa para darle la sorpresa a Mimi, y arriesgarnos así a que te comas tanto la cabeza que termines siendo un vegetal; o puedes decirme qué te pasa y dejar que intente ayudarte en la medida de lo posible.