sábado, 30 de enero de 2016

El atlas de las nubes.

El poder. ¿Qué significa el poder? La capacidad de decidir el destino de los demás.
Ahora bien, ¿cómo es que algunos hombres consiguen dominar a otros mientras que casi todos los mortales viven y mueren como subalternos, como ganado? La respuesta es una sagrada trinidad.
Primero: el don divino del carisma.
Segundo: la disciplina para cultivar ese don, y que madure, pues si bien es cierto que el mantillo de la humanidad es rico en talento, sólo llega a germinar una de cada diez mil semillas: por falta de disciplina.

Tercero: la voluntad de conseguir el poder. He aquí el enigma central de tantos destinos humanos. ¿Qué es lo que impulsa a ciertas personas a acumular poder cuando la mayoría de sus semejantes lo pierde, o despilfarra, o lo rehúye? ¿Se trata de una adicción? ¿Es por dinero? ¿Por supervivencia? ¿Por selección natural? Opino que todo eso son pretextos y consecuencias, no la causa fundamental. La única respuesta posible es que no hay respuesta. Es algo connatural al hombre. El Quién y el Qué tienen raíces más profundas que el Porqué.

miércoles, 27 de enero de 2016

Terivision: Orígenes.

Tengo que seguir predicando esta película de la misma manera que me la predicaron a mí, así que ahí va mi opinión sobre:


Orígenes, una película de 2014 en la que participa la bizcocha nº 1 de Europa, Astrid Berges-Frisbey, y que trata la típica historia de ciencia vs religión, hechos vs creencias, y ese largo etcétera en el que se va resumiendo la historia  y que provoca la división de la raza humana en dos grupos: los que creen lo que ven, y los que ven lo que creen.
Sólo que esta película no es, para nada, “típica”. ¿Y si nos hemos equivocado siempre? ¿Y si hay manera de demostrar científicamente y apoyar con solidez, con hechos, las creencias de las culturas más antiguas? ¿Realmente se puede comprobar que tenemos alma?
Todo en esta película gira en torno a los ojos, que, no en vano, se dice que son el espejo del alma. El protagonista, Ian Gray, lleva obsesionado con ellos desde que era pequeño, y de hecho pretende utilizarlos para desmontar el punto de apoyo de las religiones occidentales (que yo desconocía, y que consiste en que la complejidad del ojo humano, que tiene 12 partes cuando el siguiente más sencillo tiene como 4, es la prueba de fuego de que un Ser Superior “nos creó”), zanjando de una vez por todas ese dilema universal. Y son precisamente dos ojos la línea directiva de la película, desencadenando las subtramas y haciendo avanzar a la historia en general.
Seguramente lo que más me haya gustado de la película ha sido precisamente su trasfondo psicológico, que te deja pensando mucho después de que se terminen los créditos (que, por cierto, vienen con sorpresa, así que no quites la película en cuanto aparezcan las letras). Dado que vi la peli sin tener mucha idea de qué iba por recomendación de una amiga, que tampoco me quiso desvelar la trama, no quiero airearla, ya que es precisamente el factor sorpresa, el ir sin prejuicios a verla, lo que ha hecho que la disfrutara más.
No es demasiado complicada de seguir a pesar de que se desarrolla gran parte en un laboratorio; al fin y al cabo, su protagonista es un científico. Sin embargo, los diálogos son amables con el espectador no docto en biología molecular, de tal manera que te atrapa en el primer instante.
La fotografía es muy sincera, retratando la Nueva York suburbana que siempre sale en las películas de ambiente marginal, y las actuaciones son bastante buenas, destacando sobre todo el guión que, con todo, tiene algunos “agujeros argumentales”, por así llamarlos.
Lo mejor: la película consigue que reflexiones sobre cosas que antes dabas por sentado.
Lo peor: precisamente el error de guión que he mencionado antes. Resulta que en un principio una cosa SPOILER A PARTIR DE AQUÍ (selecciona para leerlo) [los ojos del hijo de Ian] no necesita ser totalmente idéntica a otra para encontrar una identidad entre ambas [los ojos del hombre con el que la máquina identifica al hijo, que resultan ser marrones cuando los de el bebé son azules], pero luego sí se vuelve necesaria la total igualdad. [los ojos de Sofi y la Salomina]
La molécula efervescente: el reencuentro de los protagonistas en el metro, al principio de la película, y Astrid caminando con los auriculares puestos mientras Ian (Michael Pitt) sostiene el reproductor.
Grado cósmico: Estrella galáctica {4.5/5}.
¿Y tú? ¿Estás interesado en las películas de trama filosófica, o eres más de explosiones y punto? ¿Crees que tenemos alma? Yo, personalmente, sí, aunque no necesariamente como la conciben los cristianos.

Ya deberías saber qué hacer ;)

viernes, 22 de enero de 2016

Ambicioso es lo peor que puedes ser.

Aún resuenan en mi cabeza las palabras de aquella chica, cuando tenía 17 años, cuando le dije que tenía que dejarla porque tenía que hacer bicicleta. Me dijo, “¿por qué tienes que hacer bici? Eres preciosa tal y como eres”. Era preciosa, según ella, poniendo en peligro mi salud. Era preciosa, según ella, sin haberme visto nunca la cara.
Y me reventó lo que había detrás de ese mensaje; ése cuya emisora yo ya he olvidado, con la que probablemente aún hable, pero que una vez me ofendió hasta tal punto que todavía lo evoco cada vez que leo un texto aplaudiendo a una persona que, vale, está a gusto con su situación, una situación que el resto se empeña en condenar por ser “fea”, pero que no se da cuenta de que esa chulería también tiene algo de peligro. Porque que una chica pese 120 kilos midiendo 1.50 no debería glorificarse por muy guapa que ella sea. La realidad es que está, estamos, enfermas. Y nadie debería decirnos jamás que no podemos intentar curarnos, ni mejorarnos, ni siquiera intentar mejorar.
Pero ya es independiente de nuestra salud. Piensa un poco; ¿por qué deberíamos conformarnos con comprar ropa fea, que no nos guste, sólo porque es la única que hemos encontrado a nuestra disposición que pueda con nosotras? ¿Por qué no podemos trabajar por estar sanas, y de paso tener más diversidad de oportunidades? ¿Sólo porque te haga sentir mal que yo esté a dieta, que haga ejercicio, que no esté conforme con mi cuerpo? Ni siquiera es que lo odie. No lo odio. De hecho, sí, me gusta, aunque tú eso no lo entiendas. Pero sé que lo puedo mejorar. Y lo voy a mejorar. Vaya que sí. Volveré a mi fuerza de los 17 años para tener el cuerpo que me merezco. Porque, como dijo una sabia, tienes el derecho, no la obligación, de que te guste lo que eres.
Intenta trasladar esta situación a cualquier otro aspecto de la vida, verás cómo tu visión da un giro radical. Imagina que tu artista favorito publicase un disco con las canciones tal cual las grabó la primera vez, con gallos incluidos, con melodías a destiempo, carraspeos y demás ruidos que hagan de algo anteriormente bonito, sucio.
Que en el cine sólo haya películas de toma única, en la que el actor de turno pida constantemente texto, pues no se ha molestado en estudiarse el guión (un guión que, por cierto, no tiene ni pies ni cabeza, que nadie ha leído entero ni una sola vez, y con distintos formatos a medida que avanzan las páginas). ¿Para qué estudiárselo?
A Miguel Ángel pintando simples monigotes en la Capilla Sixtina, en lugar de la maravilla que dejó plasmada para siempre, porque ¿para qué molestarse? ¿Por qué arriesgar el mancharse las manos?
Imagíname a mí no pudiendo hablar en público, porque las palabras de una mujer valen menos que nada, porque nadie luchó nunca, ni llegó incluso a morir, porque yo fuera un poquito más igual a los hombres. ¿Merecía la pena?
Imagina que la ropa que llevásemos tenga, por regla, hilos sueltos, no esté igual, que no tenga un patrón, porque ¿por qué has de perder el tiempo retocándola y asegurándote de que es mínimamente simétrica?
Imagínanos a nosotros no pudiendo leer, porque nadie se ha parado a inventar la escritura. No sabiendo que existieron otras civilizaciones antes que nosotros, que nuestros abuelos tuvieron abuelos, porque nadie construyó templos ni fabricó cultura arquitectónica que diera testimonio de que alguien estuvo una vez aquí, antes, y fue importante.
A los primeros homínidos, muriendo de frío porque es una tontería intentar aprovechar la piel de los animales que cazaban, qué gilipollez es esa del fuego, ese demonio bailarín, caprichoso, cambiante y brillante, al lado del que se está a gusto, pero que aparece cuando el cielo grita y las nubes arrojan lanzas de luz de un segundo.

Una vez pensé que ambicioso era lo peor que podías ser, porque por mucho que hicieras, nada te parecería bastante. Me equivocaba. Lo peor que puedes ser es conformista, porque sólo producirás mierda, y lo peor es que te dará igual.


domingo, 17 de enero de 2016

Terivison: Hysteria.

¡Hola, startie! Esta noche vengo a hablarte de una película de 2011 que vi hace nada (o sea, anteayer). Se trata de:


Hysteria es una película de 2011 que narra la historia de la invención del vibrador, “el juguete sexual más comprado a día de hoy”, de acuerdo con la información que te suelta el director a prisa y corriendo antes de que desfilen los créditos, por si no tener ese dato te quitaba el sueño. En la Inglaterra de la era victoriana (llevo toda mi puta vida queriendo decir esa frase), la mitad de la población de Londres se ve afectada por una rara aflicción a la que los doctores han terminado llamando “histeria”, y entre cuyos síntomas se encuentran, básicamente, el tener una emoción diferente de la sumisión a la par que posees un útero. Escalofriante, lo sé, pero hay que tener en cuenta el contexto de la época. El caso es que Mortimer Granville, el protagonista, médico de profesión que no consigue conservar un trabajo, entra a trabajar en una “clínica” en la que se busca la curación de tan extendida enfermedad.
Llevaba mucho tiempo con ganas de ver la película, debido a la gran curiosidad que me despertó la campaña de márketing (lo cual demuestra que fue una como pocas me han localizado en la vida) cuando se publicó, y es que no es para menos: la edad que yo tenía cuando salió (14/15 años) hacía que una película que gira en torno al descubrimiento de la sexualidad femenina fuera de lo más interesante que había ese año. Eso, y Amanecer. Pero tenía que gestionar el tiempo, y acabó pasando lo que acabó pasando: que la dejé de lado hasta que un día no podía usar Internet, y tuve que tirar de películas descargadas.
La verdad es que no era para nada lo que me esperaba. Teniendo en cuenta que pensaba que había sido dirigida por un hombre, creía que todo se centraría en poco más que orgías y doctores tratando con pacientes locas que se subían por las paredes. Mis expectativas chocaron de lleno con la realidad: se nota la mano de la directora, que trata con elegancia este tema, tal vez incluso con demasiada, para mi gusto. Lejos de las actuaciones exageradas (salvo el caso de Maggie Gyllenhaal, que lo hace por su personaje), se te presenta ante los ojos un retrato de la sociedad londinense que probablemente se correspondiese mucho más con la época. Elegancia, moderación… vamos, que si esperas un porrón de acción y de escenas de sexo, esta película no es para ti. El poco sexo que hay (especialmente teniendo en cuenta la trama y el hecho principal que se retrata), sumado a que éste se enfoca de una manera muy incómoda y velada, lo releva inexplicablemente a un segundo, tercer o cuarto plano. Puede que sea por lo corto del rodaje.
Otra cosa diferente es una de las semillas que entrevemos en los primeros 10 minutos de la película: la aparición del feminismo, encarnado por Maggie Gyllenhaal, convertida en una médica dedicada a las clases más bajas de Londres, que lucha por pagar por mantener su pequeño hospital abierto y que se enfrasca en inmensas peleas con su padre por defender sus ideales: que las mujeres dejen de ser floreros y pasen a formar parte activa de la sociedad. He podido enlazarla en ese aspecto con Sufragistas, película que espero ver pronto.
Se trata Hysteria de una película muy idealista, que promete una cosa y luego da otra, pero que no por ello deja de gustar. Las actuaciones son muy aceptables, el escenario, sencillo pero elegante; y el guión brilla en determinados momentos, dejándome con algunas frases apuntadas en mi libreta, ansiosas de que las pase a limpio y las guarde con las demás.
El único aspecto negativo en general que puedo sacarle es la anteposición de las dos hermanas, Maggie y Felicity Jones (que sale adorable), entre las que se debate el doctor. Aunque al final el equipo intenta arreglarlo con rebelión de una de ellas, la rapidez de la escena y la poca importancia que se le da hace que la veas como poco más que una tirita en un agujero de bala (y las tiritas no sirven para curar agujeros de bala).
Lo mejor: el idealismo.
Lo peor: hay como 3 personajes hombres y 20 y pico mujeres, y todas se las apañan para no hablar de otra cosa que de hombres. Test de Bechdel suspenso cuando en una película así estaría chupado.
La molécula efervescente: SPOILER A PARTIR DE AQUÍ (selecciona el texto para leerlo) la escena de los créditos de la Reina Victoria recibiendo un vibrador en su habitación.
Grado cósmico: planeta estelar {3.5/5}.
¿Y tú? ¿Ya la has visto? ¿Tienes pensado verla, o te es indiferente? Puedes decirme qué opinas en la caja de los comentarios, aquí abajo. ¡Un beso, y gracias por leerme, como siempre! ᵔᵕᵔ

jueves, 14 de enero de 2016

Alan Rickman, nuestra piedra de la resurrección.

Imagínatelo acostado en su cama, con el pecho cada vez más y más pesado, todo su cuerpo identificando como una poción venenosa lo que no es más que su sangre. Imagínatelo respirando cada vez con más dificultad, con los ojos casi cerrándose, la boca y la nariz luchando por robarle un poquito más de oxígeno a este mundo. Imagínatelo acariciándole la mano a su esposa, mirando a los ojos a sus hijos, viendo en las lágrimas de sus ojos lo bien que ha vivido, lo afortunado que es de haber llegado a este mundo llorando y gritando cuando los demás reían, y hacerlo al revés, con “el fantasma de su última risa congelado para siempre en sus labios”, o algo así.
Imagínatelo susurrando sus últimas palabras de amor, echando un vistazo en dirección a la estantería que guarda los recuerdos de toda una vida: desde el señor de oro, el color con el que todos sueñan, sosteniendo una espada y clavándola en una cinta de cinematógrafo, hasta aquellos 7 libros, pasando por las fotos de los rodajes, de las cuales hay que destacar la de aquellos tres chiquillos que se reían. Qué buenos momentos de la saga de una vida, qué afortunado ha sido de poder vivir de lo que más adoraba, de descubrir talentos en los demás y en sí mismo.
Su mente se apaga para siempre, y lo último que oye de la frase de su esposa, “te querremos por siempre”, se tatúa en su alma, que cierra sus ojos espirituales un segundo.
Ni siquiera piensa en que ésa fue la última palabra que dijo en aquellas películas, la manera de despedirse de un público que lo odió en vida y lo adoró en muerte. Ni siquiera se le pasa por la mente el nombre de ninguna Lily, ni de ningún fantasma con esencia de cervatillo. Sólo hay un siempre, y con eso es más que de sobra.
Su alma vuelve a abrir los ojos, y ya no está en su cama, ni en la habitación, ni en su casa. Ni siquiera está en el mundo. Hay unas puertas doradas, que se abren para él. Imagínatelo observando la figura que se acerca en su dirección, con la mano tendida.
-¿Richard?-y, a pesar de que no está con su familia, sonríe.
-Alan-saluda el otro, sonriendo y asintiendo con la cabeza. Después de tanto tiempo, casi 20 años, es como si se hubieran visto el día anterior-. Cáncer, ¿no es cierto?
Alan asiente.
-Suerte que aún les quede Maggie. Es curioso, ¿verdad? Quiero decir, nosotros, muriendo en el orden en que se suponía que teníamos que hacerlo. Maggie siendo siempre el último rayo de esperanza, la primera varita en alzarse para eliminar la Marca Tenebrosa.
Alan vuelve a asentir; le da la impresión de que le brillan los ojos con las lágrimas de los recuerdos del pasado… lágrimas que esta vez, nadie va a recoger para escrutar su significado.
-Siempre quise cumplir mi promesa, ¿sabes?-dice Alan, aceptando la mano que le ayuda a atravesar esa puerta alfombrada con nubes-. Tener 80 años. Seguir leyendo los libros. Que alguien me preguntase si, después de todo este tiempo, seguía leyéndolos. Y yo decir llorando que “siempre”.
-No debes tener miedo ahora, amigo. Ellos lo entienden. Saben que para una mente bien organizada, la muerte no es más que la siguiente gran aventura.
Las puertas de oro se cierran. Imagínatelos sonriendo.

No pasa nada que todo eso suceda en tu cabeza. Claro que lo hace. Pero, ¿por qué debería significar que eso no es real?
Hasta siempre, Alan. Yo seré tu King's Cross. Yo te resucitaré cada día, bien sea con libro o con película, porque Hogwarts y nosotros siempre estaremos aquí para darte la bienvenida a casa una vez más.
El dolor que sentimos por esta trágica pérdida nos recuerda que, aunque vengamos de diferentes lugares y hablemos diferentes lenguas, nuestros corazones laten como uno solo. Y qué afortunados somos de haber tenido algo que haga la despedida tan dura.

lunes, 11 de enero de 2016

Colibríes de todos los colores.

Tendría que haberme imaginado que Scott vendría a por mí.
               -¿Por qué no hablas por el grupo?-espetó, abriendo la puerta y dándole una patada para cerrarla. Ya que íbamos a tener una discusión matrimonial, por lo menos tenía la delicadeza de dejarla cerrada.
               -No tengo nada que decir-me defendí, encogiéndome de hombros y siguiendo con la vista fija en el techo. No iba a darle el gusto de mirarlo. Sabía que, si lo hacía, ganaría él, y no podía permitirme eso.
               -Yo sí que tengo cosas que decir. Para empezar, sobre esa ropa. ¿Vas a ir así a la fiesta?
               -No voy a ir a la puta fiesta-gruñí, tapándome un poco más con la manta, a pesar de que me moría de calor. Sabía que ese capullo terminaría haciéndome algo, lo que fuera, y sólo la manta podría detener lo que fuera que tuviera en mente.
               Tiró de ella, impasible.
               -¿Por qué?-dijo, arrastrando una silla hasta el lado de mi cama y sentándose de tal forma que nuestras caras quedaran a menos de 20 centímetros de distancia-. ¿Te estás muriendo?
               -Un poco.
               -Pues como si te mueres mucho. Vas a ir a esa puta fiesta. Te vas a emborrachar, y vas a tener sexo borracho con Diana. Y luego le preguntaré que si se ha hartado de ti, y si ya está lista para estar con un hombre de verdad.
               -No voy a ir a la fiesta, no voy a emborracharme, y no voy a tirarme a Diana otra vez.
               Alzó las cejas y comenzó a mordisquearse el piercing del labio. Quise romperle la boca por echar mano de su hipnosis en ese momento, como si yo fuera una de las tías del instituto y pudiera hacer lo que quisiera conmigo.
               -Va a haber muchas minifaldas, y ya sabes lo que eso significa. En Noviembre. Las mujeres están locas, ¿eh?
               -Me la sudan las minifaldas.
               Bufó.
               -Mira, Tommy, me parece muy bien que te hayas decidido por la honorable carrera de ermitaño, pero no voy a consentir que me dejes aparecer en la fiesta solo como si fuera un perdedor. Así que ahora mismo te vas a levantar, te vas a vestir, y vas a salir de casa.
               -¿Quién coño te ha dejado entrar? ¿Ha sido papá?
               -Tu madre, Alá la bendiga. Quiere lo mejor para ti, y eso incluye un buen pedo.
               En momentos como ése, en los que no quería que Scott se me acercara (porque no quería que ningún ser humano lo hiciera), detestaba profundamente el haber crecido con él, que los dos hubiéramos pasado tanto tiempo en casa del otro como en la propia.
               Casi podía formarme la escena en mi cabeza. Scott, llamando a la puerta. Mi madre, levantándose del sofá con un bufido al comprobar que mi padre no estaba en la zona en la que se oiría el timbre, gritando “¿Quién es?” rabiosa por perderse la mejor parte de la película (porque siempre llamaban en la mejor parte de la película, según ella), y sacudiendo la mano y gritando “está abierta” cuando Scott se identificara. Luego, un movimiento de cabeza con un “arriba, en su habitación”, Scott inclinando su cabeza a modo de agradecimiento y subiendo las escaleras dando brincos.
               -¿Qué cojones miras?
               -Lo guapo que eres, y las ganas que tengo de fardar de ti.
               -Púdrete en el infierno-repliqué.
               -No me hagas decirlo.
               -Vete a la mierda.
               -Tommy, te tengo aprecio, no hagas que lo diga.
               -Di lo que quieras, no voy a…
               -Megan está soltera y va a estar en la fiesta.
               Clavé la mirada en él.
               -Es mentira.
               -No.
               -Sabía que ese hijo de puta no le duraría ni dos minutos.
               -Quiere ponerte celoso-asintió Scott, reclinándose en la silla y sacando la cajetilla de tabaco. Luego recordó que no podíamos fumar en mi habitación, y la volvió a guardar con gesto triste.
               -Sal de mi puta habitación; no quiero que me mires mientras me cambio para hacerte pajas cuando lleguemos a casa.
               -Qué bidimensional eres, tío-suspiró, pero se levantó y, con la parsimonia que le caracterizaba cuando iba a entregar los exámenes, abandonó la habitación.
               Minutos después, me reunía con él en el salón de mi casa.
               -¿Adónde vais?-preguntó mamá, sin mirarnos siquiera.
               -A secuestrar empresarios para pedir una buena suma por ellos.
               -Suena bien. Dile a tu padre que te vas.
               -¿Por qué no se lo dices tú?
               -Porque no me da la gana, y dado que te he sacado de mis entrañas…
               -Me encanta tu talento para cagarla, hermano-se burló Scott.
               -…con sangre, sudor y lágrimas, y te llevé dentro durante 9 meses, y dejé que me deformaras el cuerpo simplemente porque la madre naturaleza os configura de esa manera, creo que todavía tengo un poco de autoridad en esta casa. Dile a tu padre que te vas. Y luego cierra con llave. Y la próxima vez que me jodas el final de una película, te dejo sin paga 6 meses.
               -Puedo sacar eso sólo con una foto de Instagram.
               -Pues empieza. Y no me contestes. ¿Por qué sacasteis todos ese gen rebelde mío? Con mi madre era menos ofensivo responder-gruñó, cambiando de canal.
               Pusimos los ojos en blanco y nos encaminamos al comedor, donde mi padre solía sentarse a corregir ejercicios.
               -Papá.
               -Mmm.
               -Nos vamos.
               Levantó los ojos.
               -¿Adónde?
               -De fiesta.
               Alzó las cejas.
               -No iréis a drogaros, ¿no?
               Sacudimos la cabeza.
               -Ah, Zayn y yo mentíamos igual de mal que vosotros-chasqueó la lengua-. Procurad venir bien para cuando volváis a casa. Y llevaos a Diana.
               La sonrisa de Scott bien podría haber iluminado un estadio de fútbol entero.
               -¿Qué? ¿A Diana? ¿Por qué?
               -Porque no soy imbécil. Me he dado cuenta de cómo la miras. Consigue que se eche un novio. Así será todavía más inalcanzable.
               Scott se echó a reír por lo bajo, musitando “inalcanzable” de forma que sólo yo escuchase le escuchase. Le di un codazo en las costillas del que se recuperó sin que mi padre sospechara nada.
               -No la miro de ninguna manera-protesté. Papá hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.
               -Llévatela y punto. Haz que se integre.
               -Ya se ha integrado-se cachondeó Scott, y tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no partirle la cara allí mismo. Levantaría demasiadas sospechas. Así que, con una inclinación de cabeza, como si dijéramos “a vuestras órdenes, Majestad”, dimos el asunto por zanjado.
               Cuando volvimos al salón, Eleanor estaba apoyada en la parte superior del sofá, dándole la espalda a la televisión y a mi madre.
               -Yo también voy.
               -No pienso ser tu niñera toda la noche, te lo advierto.
               -Sé cuidarme sola-replicó, apartándose a un lado el pelo con un movimiento seco de la cabeza, como hacían las tías de los anuncios, y dedicándome una mirada cuyo hielo se derritió en cuanto posó los ojos en Scott.
               Los dejé solos para que siguieran intimando; con un poco de suerte, mamá se daría cuenta y mandaría a Eleanor a su habitación, esgrimiendo los típicos argumentos de “eres demasiado pequeña aún para ir a esas fiestas”, “deja a tu hermano respirar”, o “no has hecho los deberes, así que no sales”.
               Sólo que Eleanor sí que hacía los deberes.
               Diana estaba tumbada en la cama, pasando páginas de una revista con parsimonia, deteniéndose de vez en cuando en alguna esquina a escrutar alguna prenda que le llamase la atención.
               -Creía que ya te habías ido-murmuró al verme asomar la cabeza. Ni siquiera se dignó a mirarme.
               -Vengo a buscarte.
               -¿Quieres presumir de ligue?-se echó a reír despacio, casi sin hacer ruido. El pelo le bailó alrededor de la cara. Decidí pasárselo, porque no estaba de humor para pelearme con nadie. El haberla visto al lado de Megan, aunque fuera sólo intercambiando dos palabras, contemplarlas riéndose y sacudir la cabeza, cada una presumiendo de un pelo diferente, me había hecho darme cuenta de que, por muy bien que me sintiera a su lado, no era lo bastante fuerte como para conseguir que me olvidara de Megan. No podía ser buena señal que pensara en mi ex justo después del sexo con Diana, y no me apetecía sentirme como una puta mierda en cuanto me corría.
               Es una mierda ser optimista y tener esperanzas, pues son precisamente éstas las que te hacen sufrir más.
               -¿O es que esta fiesta la han preparado por mí?

lunes, 4 de enero de 2016

23 emociones que la gente siente, pero que no puede nombrar.

1. Sonder: darse cuenta de que cada persona con la que te cruzas tiene una vida tan compleja y nítida como la tuya.
2. Opia: la ambigua intensidad de mirar a alguien a los ojos, que te produce sensaciones de invasión y a la vez de vulnerabilidad.
3. Monachopsis: la suave, pero persistente, sensación de estar fuera de lugar.
4. Énouement: lo agridulce de haber llegado al futuro, visto cómo han acabado las cosas, pero no ser capaz de decir cómo era tu yo anterior.
5. Vellichor: el extraño ambiente de sabiduría de las librerías antiguas.
6. Rubatosis: la inquietante concienciación de los latidos de tu corazón.
7. Kenopsia: la inquietante y abandonada atmósfera de un lugar que normalmente está a rebosar de gente, pero que ahora se encuentra abandonado y en silencio.
8. Mauerbauertraurigkeit: el inexplicable deseo de apartar a la gente de ti, incluso a amigos cercanos con los que estás muy a gusto.
9. Jouska: una conversación que reproduces de manera compulsiva en tu cabeza.
10. Chrysalism: la tranquilidad amniótica de estar a cobijo cuando hay una tormenta.
11. Vemödalen: la frustración de fotografiar algo precioso cuando existen millones de fotos idénticas.
12. Anecdoche: una conversación en la que todo el mundo habla, pero nadie escucha.
13. Ellipsism: la tristeza de saber que nunca podrás conocer cómo se desarrollará la historia.
14. Kuebiko: un estado de agotamiento causado por actos de violencia sin sentido.
15. Lachesism: el deseo de que te alcance un desastre: sobrevivir a un accidente de avión, o perderlo todo en un incendio.
16. Exulansis: la tendencia a dejar de hablar de una experiencia porque la gente es incapaz de sentirse identificada con ella.
17. Adronitis: frustración por lo mucho que se tarda en conocer verdaderamente a alguien.
18. Rückkehrunrunhe: la sensación de volver a casa después de un viaje de sumersión y ver cómo se desvanece rápidamente de tu conciencia.
18. Nodus tollens: el darse cuenta de que la trama de tu vida no tiene sentido para ti.
20. Onism: la frustración por estar atrapado en un solo cuerpo, que sólo puede estar en un lugar en cada momento.
21. Liberosis: el deseo de que las cosas te preocupen menos.
22. Altschmerz: el cansancio de las mismos problemas que siempre has tenido: los mismos defectos aburridos y ansiedades con las que has venido batallando durante años.
23. Occhiolism: la conciencia de lo pequeño de tu perspectiva.
Fuente.
Ponerle nombre a algo hace que, automáticamente, lo limites y puedas controlarlo. No estoy segura de si estas palabras realmente significan eso, o de siquiera existen, pero, ¿acaso importa? "Agua" no es inherente al elemento; nosotros lo hacemos así.

Aprovecho para decirte que es bastante probable que no haya un capítulo de Chasing the stars el próximo día 11, por eso de que estamos en enero, y yo estoy de exámenes. Pero, oye, que no venga el 11 sólo puede significar una cosa... ¡que tienes que venir el 26!