viernes, 5 de mayo de 2017

Terivision: Calendar Girl.


¡Hola, mis delicias! Vuelvo a traeros mi opinión sobre un libro que he leído recientemente (bueno, más o menos). Se trata de:
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Calendar Girl. Es una saga de cuatro libros escrita por Audrey Carlan, que ha aparecido en todas las librerías del mundo y a la que venden como "tu próxima obsesión".
La obsesión será por cómo se trata el sexo, que ni aun así es novedoso.
Calendar Girl trata la historia de Mia, una chica de 24 años que, debido a las deudas contraídas por su padre, se ve obligada a aceptar un trabajo como scort en la agencia que dirige su tía. Hasta ahí, todo bien, y la verdad es que la historia promete. La idea en sí da muchísimo juego y puede mostrarte una vida de la que, por lo menos yo, no tenía ni idea hasta que me crucé con el libro.
He de decir que sigo igual desde que lo leí.
Mia empieza hablando (ella es la narradora, en primera persona) de su historia con los tíos: todos con los que ha estado han sido unos cerdos que no han sabido tratarla bien, unos capullos integrales (vamos, los típicos con los que se suelen relacionar las protagonistas de novelas, porque parece que para ser narradora en un libro tienes que ser una desgraciada en el amor), se nos presenta con chulería y con un vocabulario que me hace pensar que tiene más 15 años que 24, aunque puede que eso sea cosa de la traducción. El caso es que ella va de dura por la vida, de que no va a dejar que ningún hombre la arrastre a ningún pozo, pues todo lo malo qu le ha ocurrido viene, literalmente, de algun individuo del sexo contrario...
... y a las 30 páginas empieza a enamorarse de Wes, su prmier cliente.
Pasa el tiemop y la relación con Wes no deja de mejorar: folla que da gusto y le ofrece a Mia una vida que le encanta, al menos durante un mes.
Después, Mia debe marcharse y continuar con sus trabajos de scort. En febrero, conoce a Alec, un artista francés con el que también se dedica a follar todo lo que puede (ole ella, sí señora), intentando olvidar que echa de menos a Wes, al que conoce de dos días (ahí ya no tan ole ella). Se acaba el mes y debe pasar a otro trabajo, como novia de pega de un jugador de béisbol cuya reputación está por los suelos.
Los meses siguen pasando, la relación de Mia y Wes continúa siendo un quiero-y-no-puedo hasta que, finalmente, nuestros apasionados protagonistas se declaran amor eterno y deciden empezar una relación seria.
Todo eso acaba con la libertad de Mia, que se ha dedicado a viajar por todo el país, teniendo un sexo más que satisfactorio con varios hombres y atesorando nuevas experiencias.
El libro pintaba bien en sí, cuando no sabía de qué iba a ir. Lo cierto es que me enganchó bastante el primer tomo, por la forma de tratar el sexo de Mia, lo explícita que es y lo lanzada y segura de sí misma que parecía (aunque la seguridad se va un poco al traste en el mes de febrero, donde vemos un lado un poco más sensible que también se agradece), pero a partir del segundo libro, la cosa se vuelve tremendamente  aburrida.  Después de hacer de novia falsa para un empresario gay, y también de un jugador de béisbol que necesita urgentemente un lavado de imagen (o alguien que le quiera, lo cual viene a ser, misteriosamente, lo mismo), Mia pasa de ser la chica despreocupada en que había decidido convertirse para estar todo el día comiéndose la cabeza con lo que Wes estará haciendo al otro lado del país. Toda la independencia de la que se jactaba en las primeras páginas desaparece a los pocos meses. Entiendo que puedas enamorarte y hasta cierto punto la percepción que tienes del mundo pueda cambiar, pero no que directamente pases a ser otra persona…

… o que, directamente, un personaje sea tan plano. Porque no os equivoquéis, Mia es el personaje más plano y que peor me cae de todos los que he leído en mi vida. No sólo su historia es  repetitiva en sí: es que sus experiencias, razonamientos, en fin, todo termina siendo más de lo que has leído con anterioridad. El único cambio que ves en la novela se sucede en el mes de Junio, pero incluso después de los acontecimientos que pasan en ese momento, cuando la novela ya va cogiendo como rumbo y deja de dar tumbos, lo que le pasa a Mia al final SIEMPRE se  reduce a lo mismo: está en apuros, y un hombre la salva.
Me entristecía muchísimo ver cómo un personaje que en apariencia quería hacer las cosas por sí misma y no permitía que los demás la ayudaran acabara recibiendo ayuda y teniendo lso problemas resueltos a manos de otros. Otros, y no otras, pues Mia termina siendo la damisela en apuros  de las que se ríe en numerosos momentos.
Al margen de la repetitividad de la historia, se nota mucho según vas leyendo que la autora ha ido escribiendo sin tener mucha idea de lo que iba a suceder en el mes siguiente. Lo ves tanto por lo que he dicho antes, de que hay meses calcados unos de otros, como si se ubiera cambiado la ciudad y el hombre con el que Mia está, como porque la historia no va a ninguna parte. No hay conexión entre lo que sucede en Enero con lo de Junio, más que Wes. Todo se reduce al hombre que tiene a Mia encandilada: por lo demás, se aprecia perfectamente que las historias están escritas porque sí, que hay cosas que no van a ninguna parte, que no hay un intento de dotar a los personajes de un trasfondo, que lo único que se quiere es llenar páginas para sacar otro tomo y llevárselo calentito. Lo peor llega cuando estás terminando (por fin) la serie, cuando la autora se da cuenta de que le quedan agujeros por tapar, y empieza a lanzarte todo tipo de información y cierres a las historias abiertas a una velocidad tan frenética que lo único que consigue es que quieras dejar el libro, porque venga ya, eso es una tomadura de pelo. Pero tú sigues, porque si has aguantado once meses de una gilipollez tras otra,  bien puedes aguantar otro. Es un poco lo que me sucede como con Pequeñas Mentirosas: me muero de ganas de que todo se acabe para poder ponerle un tres a la serie porque se está n riendo de mí en mi cara, pero no quiero dejarlo en los últimos capítulos porque habría malgastado los años invertidos en ella.
Porque oh, sí, el tiempo invertido en Calendar Girl, en principio te parecerá bien invertido. Y puede que tengas razón, si no has leído mucha novela erótica y te apetece que una protagonista sea explícita, como Mia lo es. Mia es explícita, es soez, no tiene tapujos a la hora del placer, y creo que eso es lo único que me ha gustado de ella. Te describe el sexo como lo haría alguien que no tiene que mostrar rechazo hacia él: te lo describe como un tío,  al que se le aplauden los triunfos, y no como se nos obliga a hacerlo a las chicas. Pero, una vez avances en la historia y descubras que todo es más de lo mismo y que no hay novedad en cuanto a lo que Mia hace o le hacen, empezará a parecerte un tostón. Y leerás por inercia. Por acabar, no porque te interese lo que sigue, porque ya sabes lo que sigue.
Además, la misoginia de este libro es la hostia. O sea, tela. Mia es una mujer florero, literalmente vive de eso, pero a la vez critica a las esposas de los trabajadores de Hollywood que están en su misma situación, sólo que sin recibir un salario mes a mes, sino simplemente mantenimiento. Mia es prostituta (por mucho que ella se intente convencer de que no); le pagan un extra por mantener relaciones sexuales con sus clientes, pero, misteriosamente, le parece mal que dos fans de un equipo de béisbol quieran hacer un trío con su jugador favorito.
Es decir: Mia puede ser una mujer sexual. ¿Las demás mujeres de la historia? Ya no tanto.
Añadimos a todo esto una forma de escribir bastante simplona. En ocasiones, incluso, yo diría que mala, aunque no sé cuánto atribuir a la autora, cuánto a los traductores, y cuánto al equipo editorial. Desde frases que en español no tienen sentido, párrafos que empiezan en minúscula, pasando por un vocabulario que no es el de una chica de veinte años, sino de una quinceañera, todo lo que no hay que hacer en un libro vas a encontrarlo en este.
Ahora bien, si no tienes muchas cosas pendientes que leer, y te apetece una versión con más morro de Cincuenta  sombras de Grey, en la que la protagonista no se asuste cada vez que ve un pene, sino que desee metérselo en la boca, y celebre la sexualidad (aunque la propia) como no he visto en ningún sitio, entonces… puede que la lectura no te parezca tan mala.
Pero no esperes milagros. Ni que se aproveche bien la idea en la que se basa el libro. Ni sentir curiosidad por un mundo bastante desconocido como puede ser el de las scorts.
Ni, ya puestos, un final que no dé vergüenza ajena.
Lo mejor: la manera de tratar el sexo, cuando se refiere a Mia.
Lo peor: la protagonista es una damisela en apuros, machista como pocas, pero que no ve correlación entre su misoginia y algunos comentarios que tiene a favor de las mujeres.
La molécula efervescente: “mi surfista que hace películas”.
Grado cósmico: Satélite {2/5}
No diré que no disfruté con algunas partes y que algunas cosas me parecieron interesantes, pero la gran mayoría de la saga me pareció un despropósito y un insulto a toda la comunidad femenina, así como un escenario bastante rocambolesco para contar una historia de amor.

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