domingo, 11 de junio de 2017

Mofletitos jugosos.

¿Habría dado alguna otra contestación de haber pensado en las consecuencias? No lo creo.
               ¿Habría hecho saber que me dolía tener que irme de casa tan pronto? Eso, sí.
               Supongo que a todos nos pasa lo mismo. En una fiesta, no pensamos en la preocupación de nuestra madre porque no sabe dónde estamos. No nos detenemos a valorar el riesgo de caminar por el borde de una azotea. No nos asomamos la cabeza por la ventanilla del tren esperando encontrarnos con una señal que nos la arranque.
               No nos sentamos en las dunas de nuestra playa favorita a planear ahorros para las clases de surf. No renunciamos al verano que viene. Aunque ese verano no llegue nunca.
               No decimos adiós a todo lo que hemos conocido: decimos hola a lo que nos queda por conocer.
               Y nos sentimos traidores. Porque no hemos pensado en los demás. Porque la ola nos ha tirado de la tabla. Dando vueltas por debajo de la superficie, pensamos en los demás surfistas. Les quitamos la oportunidad. Ellos podrían haberlo hecho mejor.
               Pero cuando estás en la ola, qué diferente es todo.
               Al día siguiente de decir que sí, volvimos a cantar. Resultó que teníamos que grabar un tema como audición. Los programas de hoy en día tenían tanta afluencia de gente que no podían permitirse el lujo de tener audiciones desde el principio. Sólo en momentos muy puntuales. Y la cantidad de personas que se presentaban era horrible. Puede que no entráramos.
               Así que Tommy había decidido ir por el camino más rápido. El más sencillo. El seguro.
               Consideré la posibilidad de que yo hubiera sido el último porque yo era el único que tenía un estudio en casa. Tommy tenía una sala de baile, una de ésas con una pared llena de espejos. Pero la acústica no era la misma. Y no teníamos que grabarnos. Sólo nuestras voces.
               Layla, Diana, Scott y Tommy entraron en el estudio con temor casi reverencial. Yo no recordaba qué era esa sensación. Puede que nunca la hubiera conocido. Había crecido, literalmente, toqueteando botones en aquel lugar. Pero ellos, no.
               Y ellos sabían que eran el producto de lo que había sucedido en sitios como aquellos. Todos éramos consecuencia de que a nuestros padres les dejaron entrar en un estudio.
               Tommy fue el primero en superar el hechizo. Se dio la vuelta y sonrió.
               -Ya veréis lo bien que se escucha todo lo que se grabe aquí.
               Las chicas lo miraron, asustadas. Layla estuvo a punto de dar la vuelta y salir corriendo. Íbamos a tener que apoyarla muchísimo.
               -¿Hablas por experiencia, o algo?-espetó Scott, herido, mirándolo de arriba abajo. Tenía la vaga impresión de que le dolía más que Tommy hubiera hecho algo nuevo sin él, que el que hubiera estado en aquel lugar antes.
               Creo que ni siquiera iban al cine separados. Lo cual era un problema.
               -¿No te acuerdas de que te conté que, cuando vine a Irlanda, Chad y yo grabamos cosas?-inquirió, picado, el inglés de ojos azules. El de ojos marrones alzó las cejas.
               -¿A eso te referías con “S, adivina, hemos grabado una canción”?
               Tommy puso los ojos en blanco.
               -No, con eso te quería decir que íbamos por el bosque buscando moras de temporada y nos encontramos una náyade y nos la tiramos por turnos-Tommy se irguió-. Joder, S, se supone que las aprobabas todas.
               Scott se lo quedó mirando.
               -A veces no sé cómo te soporto.
               Los metí en el estudio prácticamente a empujones. Papá se sentó en la mesa de mezclas y empezó a ponernos música.
               Escuchamos unos acordes. Nos quedamos callados, delante del micrófono que colgaba del suelo. Miramos a papá. Papá miró el móvil.
               -Tenéis buen gusto-declaró.
               -Se puede cantar bien entre cinco-añadió Diana. Layla asintió despacio con la cabeza.
               Nos repartimos Shape of you. La cantamos por primera vez todos juntos, luego, nos repartimos los papeles. Después, cantamos la canción de seguido, cada uno su parte. Y, a continuación, nos centramos en grabarla como se graba una canción.
               A pedazos. Igual que se hace una tarta. Por un lado va el bizcocho. Por otro, el relleno. Por otro, la mermelada. Por último, la decoración.
               Y mentiría si dijera que no nos lo pasamos genial. Que, la segunda vez que cantamos la canción, no estábamos ya bailando y dando brincos cuando otro se ocupaba del micrófono. Que Diana y Layla sacudieron las caderas y se rieron, pero no pasó nada, porque aquella no sería la grabación que enviásemos. Que Scott y Tommy no se frotaron el uno contra el otro en el estribillo, cuando Ed Sheeran le decía a la chica que quería su amor. Que no nos quedamos sin aire de la risa cuando nos pusimos a dar palmas, o haciendo el puente.
               Y eso fue lo peor. El habérmelo pasado bien por algo que a Kiara y Aiden las haría sufrir.
               Quedé con ella al día siguiente de que se fueran los ingleses. Estaba impaciente por conocer las noticias. Apenas había salido del autobús, ya la tenía colgada de mi cuello. Me dio un abrazo profundo y cariñoso. Un abrazo que decía que me había echado de menos.
               Pobrecita, la que le esperaba.
               -¿Qué querían Tommy y los demás?-preguntó. Siempre que me pedía información sobre los ingleses, la pedía refiriéndose a ellos como “Tommy y los demás”. Porque para algo era con él con quien antes había congeniado.
               -Te lo cuento tomando un chocolate-le dije. Porque aún me quedaba un poco de corazón. Y de decencia. Y de vergüenza. Y Kiara no se merecía que le dijera algo así en medio de la calle.
               Debería habérmela llevado a casa. Para que me gritara todo lo que quisiera. Y se quedara a gusto.
               Nos metimos en la primera cafetería que encontramos. Había un partido de fútbol puesto en el televisor más grande. Nos arrebujamos en el asiento y pedimos la taza más grande de chocolate que tuvieran. Kiara miró los precios y se mordió el labio. Yo le dije que no se preocupara. Que pagaba yo. Era lo menos que podía hacer, después de haberla dejado plantada.
               Y después de haberla traicionado sin pensar en ella.
               Nos trajeron nuestro pedido con un par de pastas en cada plato. Le tendí las pastas cubiertas de chocolate blanco a K, y ella me entregó las secas.
               Di un sorbo de mi tazón, con sus ojos fijos en mí.
               -¿Y bien?
               Su mirada oscura me derritió el corazón. No podía decírselo así.
               -Venían a contarme que Layla está curándose-mentí. O no. Ni siquiera había preguntado a Layla cómo llevaba lo de… bueno, eso. Su maldición. No sabía muy bien cómo llamarla. Kiara alzó las cejas.
               -Ah, vaya. Así que, ¿vinieron los dos? ¿Tommy y ella?
               -Sí. Sólo ellos dos-susurré. Me encogí un poco en mi asiento. Kiara asintió con la cabeza.
               -Es una pena-se lamentó-. Podríamos haber salido los cuatro. Les habríamos hecho de guías turísticos.
               -Tenían cosas que hacer con papá-murmuré. Kiara asintió con la cabeza. Empezó a hablar de lo que había hecho el fin de semana. Le habían llamado de una peluquería. Había un baile (no escuché dónde) y necesitaban maquilladoras. Kiara se presentó allí con su maletín hecho un pincel, y volvió con él hecho un desastre. Maquilló a tantas chicas que se quedó sin varios correctores y brillos de labios.
               Le pagaron una miseria. No lo suficiente como para reponer género. Pero le gustó la experiencia.
               Dimos una vuelta, y yo cada vez me sentía peor. Cada vez que nos deteníamos en algún escaparate a mirar cualquier tontería, yo me la quedaba mirando, pensando en qué iba a ser de ella sin mí.
               En qué iba a ser de mí sin ella.
               Y en cómo estaba malgastando el tiempo que nos quedaba no abrazándola y temiendo no soltarla.
               -K-me giré hacia ella y le toqué el hombro. Se volvió hacia mí-. ¿Duermes en mi casa esta noche?
               Y ella sonrió. Estaba esperando a que se lo pidiera. Algo en su interior le decía que la necesitaba. Y algo me decía que iba a necesitarme.
               Pedimos comida china, nos sentamos en el porche de mi casa a comérnosla. La noche avanzó, llegó para quedarse. Y yo no me levanté cuando Kiara lo hizo. Esperé a que volviera.
               El cielo se abrió. Estaba lleno de estrellas. Aquello no era normal.
               Irlanda se despedía de mí.
               Me estremecí. Me la quedé mirando mientras ella se tomaba un helado. Sí, un helado a principios de febrero.
               -¿Qué ocurre, C?-inquirió. Negué con la cabeza y le cogí la mano. Me acarició los nudillos. No sé qué voy a hacer sin ti.
               Me sentí mal por cada mentira que le había dicho ese día. La cobardía no se aprecia bien en mi casa. Ni en mi país.
               Pensé en Tommy y Scott. En lo que las mentiras casi les habían hecho. Pensé en lo mal que habían estado, en los fantasmas en que se habían convertido, tal cual me había contado Eleanor.
               No quería convertirme en un fantasma. No podía convertirme en un fantasma.
               Ahora están bien, me recordó una voz en mi interior. Volvía a estar sentado frente a ellos en el sofá, después de que papá dijera por tercera vez que era hora de irse a la cama.
               -¿Cómo nos repartimos para dormir?-preguntó con inocencia Layla, como si no estuviese preestablecido que Scott y Tommy compartirían cama.
               -Yo duermo con Tommy-proclamó Scott. No admitía contestación. Habían estado demasiado tiempo separados.
               Y llevaban haciéndolo así milenios. Toda la vida, literalmente.
               -Ay, mi niño precioso-ronroneó Tommy, cogiéndole la cara a Scott. Le masajeó los mofletes. Scott puso los ojos en blanco-. ¿Me has echado de menos, mi linda preciosura?-le dio un beso en la punta de la nariz. Los demás nos reímos. Scott lo miró con cara de asco. Deja las muestras de cariño para cuando estemos solos, parecía querer decirle-. Mofletes rechonchos. Mejillas golosas-las chicas volvieron a reírse. Scott cerró los ojos, armándose de paciencia. Tommy lo soltó y le mordisqueó una mejilla-. Mofletitos jugosos, aw-se deleitó. Al parecer, sus abuelas le hacían eso a Scott y él lo detestaba.
               Y por eso se lo hacía Tommy. Porque en eso consistía ser hermanos: os queríais, pero hacíais lo posible por tocaros los huevos.
               Como Kiara y yo.
               -Le pongo estos mofletitos jugosos en los muslos a tu querida hermana cada fin de semana.
               Las carcajadas estridentes de los tres espectadores de aquella conversación llenaron mi casa.
               -Qué gilipollas eres, Scott-espetó Tommy, molesto. Se apartó de él y proclamó que dormiría en el sofá.
               Pero durmieron juntos.
               Igual que dormiríamos Kiara y yo.
               Sí, pero ellos están juntos, discutí con la voz. Y nosotros no vamos a estarlo, añadí, mirando a K. Me mordí el labio. La estudié. Su nariz redondeada, sus ojos inmensos, su piel oscura como la noche, su cabello más oscuro aún. Recogido en trenzas que le costaba Dios y ayuda ordenar cada mañana. Trenzas que le gustaba que yo le acariciara.
               ¿Qué iba a hacer sin mí?
               ¿Qué haría yo sin sus dedos en mis nudillos, diciéndome que todo iba a estar bien? ¿Sin sus consejos? ¿Y sin sus contestaciones sacándome de quicio? ¿Sus 2+2= cacatúa cuando yo decía alguna tontería?
               -Es mentira-dije con un hilo de voz. Kiara frunció ligeramente el ceño.
               -¿El qué?
               -Que vinieron Layla y Tommy solos. También estaban Diana y Scott.
               Kiara alzó las cejas.
               -Ah. Bueno, no pasa na…-empezó. Pero la corté. La había traicionado. No me merecía su perdón. Ni que fuera buena conmigo.
               -Me han ofrecido hacer una banda.
               Se quedó helada. En sus ojos vi nubes de incomprensión. Tormentas de incertidumbre se formaron en segundos. Un rayo de pánico atravesó sus ojos oscuros, iluminando, por un momento, la oscuridad de su esencia claramente luminosa.
               -Y he dicho que sí.
               Vi un chispazo en sus ojos. De nuevo un relámpago. Pero éste, no lo pude identificar.
               -Es a este programa que empezó el año pasado en Inglaterra-expliqué. Kiara miró su helado como si fuera una criatura mítica de algún país exótico.
               -Me voy a ir-dije con el corazón en un puño. Toda mi fuerza la invertí en no echarme a llorar.
               Fue en vano cuando empezaron a humedecérsele los ojos. Estaba empezando a entender.
               -¿Cuándo?-inquirió. Su helado se deslizaba por sus dedos. Se los dejaba pringosos, pero ella no le prestaba la menor atención. Lo que yo le estaba haciendo era más doloroso que la mordedura helada del líquido quemándole la piel.
               -En un par de semanas.
               Kiara se tapó la boca. Cerró los ojos. Se llenó la mano manchada de helado a la cara y se tapó también los ojos. No veas al mal. No le hables al mal.
               No escuches al mal.
               -Me duele muchísimo dejarte aquí-empecé. Me levanté y me puse de rodillas frente a ella. Le acaricié los glúteos. Me odié un poco más con cada sollozo que ella trataba de reprimir-. K, tengo que hacer esto. Es para lo que me he estado preparando toda mi vida.
               -Vas a dejarme sola-acusó. Su mano voló de su boca a sus ojos, haciendo compañía a la otra.
               -No, K, voy a estar contigo siempre.
               -Es mentira-replicó. Cerró los ojos, apretó los puños. Me miró a través de una cortina de lágrimas más profunda de que las cataratas del Niágara-. Te vas a ir, y me vas a dejar aquí sola, y vas a vivir un montón de cosas sin mí, mientras yo me quedo y me gasto los ahorros de mi familia llamándote y llamando también al puñetero programa al que vayas, porque tienes que ganar-gimoteó. Yo sonreí a pesar de mi tristeza. No me la merecía. Desde luego que no.
               Me pegué más a ella. Tenía mi pecho contra sus rodillas. Si me diera un rodillazo, me rompería una costilla. No puedo decir que la culpara de llegar a hacerlo. Le acaricié las piernas. La tripa. Los brazos. Cogí sus manos entre las mías y se las besé.
               Kiara me miraba deshecha en un mar de lágrimas. Parecía una diosa que tenía que presenciar cómo su héroe épico, creado para salvar a su pueblo, se convertía en un mártir.
               Kiara era Dios, yo era Jesús muriendo en la cruz.
               Le besé las manos. Los nudillos. Me sonrió con timidez. Puede que hubiera esperanza. Resucitaría a los tres días y pronto volvería a reunirme con ella.
               -Te prometo que, si gano, te cogeré y te llevaré de tour conmigo-juré. Le acaricié las palmas de las manos. Los nudillos, todo. Todo con tal de que mi niña se animara un poco-. Y nos prepararás a los cinco. Y te harás famosa, y las marcas se pelearán por mandarte productos que tú uses. Recorreremos juntos el mundo y lo mejor es que nos darán dinero por hacerlo, no lo tendremos que dar nosotros. Por fin tendrás lo que te mereces. Por fin lo de tu alrededor valdrá tanto como vales tú.
               Kiara volvió a echarse a llorar. Tiró de mí y me metió entre sus piernas. Me abrazó a su pecho y yo decidí que no era mal sitio para quedarse a vivir. Allí, entre sus brazos, tranquilo, protegido. En calma. Cuidándola. Justo lo que tenía que hacer.
               Justo lo que no iba a poder hacer.
               -Ya-me concedió, acariciándome la nuca. Sus lágrimas bajaban por mis hombros. Su aliento cálido me ponía la carne de gallina-, pero mientras tanto, te tendrán que preparar otras, Chad-gimió-, y yo no quiero que te preparen otras, C; así te darás cuenta de que yo no lo hago tan bien como ellas, me bajaré de tu pedestal…
               Me separé de ella.
               -¿Es broma? Podré corregir a profesionales porque toda la vida has sido tú quien ha cuidado de mí, K.
               Kiara se echó a reír. Le limpié las lágrimas con el pulgar. Le di un beso en la mejilla.
               Y ella me miró con amor. Con el típico amor con el que se mira a un hijo que se va a su primer día de colegio. Ahora es cuando tienes que ser fuerte y compartirlo con el mundo.
               Me senté en su regazo y ella puso mala cara. Me dijo que pesaba. Le dije que ella pesaba más. Apoyé la cabeza en su hombro y cerré los ojos.
               -Ya vendrás llorando-dijo después de un momento en silencio-. Cuando lo de la banda no resulte y yo ya me haya gastado nuestro dinero para recorrer Europa y el resto del mundo. Dijimos que tú serías una estrella y yo sería tu estilista. No te va a salir gratis el traicionarme así-me prometió. Asintió con la cabeza y me dio una palmada en el culo.
               La miré con una sonrisa torcida. La que en Scott era la sonrisa de Seductor™. En mí, supongo que sólo era la Sonrisa de Chico Tímido que No Ha Roto un Plato en su Vida.
               Le di un beso en la mejilla.
               -Te quiero, K.
               Kiara puso los ojos en blanco.
               -Yo a ti no. Traidor. Serpiente.
               Nos echamos a reír. Y volví a darme cuenta.  Experimenté uno de esos momentos en que eres plenamente consciente de tu vida. Y no te puedes creer tu suerte.
               Si no fuera mi hermana, sería la mujer de mi vida.
               Puede que ya lo sea.
               Kiara se giró. Me miró y me sacó la lengua. Sonreímos de la misma manera. Dos estrellas que se encuentran en el cielo nocturno. Por fin podemos formar una constelación.
               Si sólo me gustaran las chicas, está claro que habría empezado por ella.
               -¿Me guardarás el sitio en la caravana que vas a comprar sola?-inquirí. Kiara se llevó un dedo a la barbilla.
               -Lo pensaré-concedió.
               Se terminó el helado. Prácticamente se lo bebió. Nos metimos en casa. Fuimos a la cama. Le di un beso de buenas noches. No protesté cuando me despertó para preguntarme cómo íbamos a hacer para la audición. Le expliqué lo de la canción grabada.
               -¡Es broma! ¿Puedo escucharla?-pidió.
               Nos colamos en el estudio. Puse la canción. Kiara se colocó los auriculares. A cada segundo que pasaba, su sonrisa crecía.
               -¿Quién…?
               -Layla.
               Layla era la que había empezado la canción. Porque su padre empezaba la mayoría de las de One Direction. Y nos había parecido divertido seguir con la tradición. Los demás nos repartimos de una forma más o menos aleatoria. Scott y Tommy hacían el “oh, I” de final de estribillo; se notaba que eran los que más acostumbrados estaban a cantar juntos y quienes mejor sonaban.
               Diana y yo éramos un poco “los que sobrábamos”. Pero no sobrábamos de ninguna manera en la canción. Layla nos aseguró que nosotros la hacíamos especial.
               Aunque Layla era la más buena de todos. Así que bien podría decirlo por hacernos sentir mejor.
               Escuchar la música que habíamos hecho e imaginarse la que íbamos a hacer consiguió convencer a Kiara.
               No me sería tan fácil con Aiden.
               Pero nunca pensé que pudiera llegar a ser imposible.
               Quedamos el fin de semana siguiente. No quería decírselo estando en clase y que todo fuera tenso. Quizá se lo tomara un poco mal. Y bajo ninguna circunstancia pretendía que aceptara que me iba a marchar con terapia de choque.
               Todavía no le había dicho que le quería.
               Quién iba pensar que mi declaración sería fruto de la desesperación.
               El viernes quedamos lo más pronto posible. En el centro. Cerca de nuestras casas. Me había quedado durante la semana en casa de mamá. De noche, se suponía que volvía con papá. Mamá tenía una cena de trabajo y volvería muy tarde. Y no les gustaba dejarme solo cuando la luna salía. Como si fuera un hombre lobo, o algo así.
               El caso es que Aiden me había notado raro toda la semana. Prácticamente me había dedicado a rehuirlo en los pasillos cuando no tenía una excusa plausible con la que acercarme a él. Tenía la impresión de que se daría cuenta de mis planes antes de que los aireara.
               No sé por qué, durante esa semana me creí que salía con una especie de chamán capaz de leer mis pensamientos. Así que sólo me acercaba a él para darle un beso entre clase y clase. Ultimar detalles de proyectos. Comentar sobre exámenes. Pedirle que me reservara el viernes por la tarde.
               Y nada más.
               Aiden estaba esperándome cuando llegué a nuestro punto de encuentro. Se había puesto un abrigo enorme que le llegaba hasta casi las rodillas. Hacía frío. Mucho frío.
               La llama de verlo esperándome calentó un poco el ambiente. Pero no lo suficiente como para permitirme dejar de temblar.
               Me acerqué a él. Le di un toquecito en el hombro y se volvió. Su sonrisa no escaló a sus ojos. Oh, genial. Estaba preocupado. Sinceramente, no sé de qué me sorprendí. Si tu novio actúa de forma sospechosa toda la semana, lo normal es que te pongas a la defensiva.
               Me dio un beso en la mejilla. Nada de piquitos a modo de saludo. Me lo merecía.
               -¿Damos un paseo?-pregunté. Aiden asintió.
               -Vamos a un sitio más tranquilo-pidió. U ordenó. No me cogió de la mano. Ni hizo amago de entrelazar nuestros brazos.
               Le seguí por las calles sin atreverme a decir nada. Él tampoco trató de empezar una conversación. Me temblaban las rodillas horrores. Me concentré en contar mis pasos.
               Y por eso no me di cuenta de que estábamos yendo al parque donde habíamos tenido nuestra primera cita. Donde había empezado todo.
               Ahí sería donde iba a acabar.
               Me detuve frente a un banco que daba a la laguna sobre la que habíamos patinado. Miré a Aiden, que continuó caminando. Advirtió mi ausencia y se volvió.
               -¿Quieres sentarte?-preguntó. Yo asentí con la cabeza. Aiden se metió las manos en los bolsillos. Miró en derredor. No está bien cargarte a tu novio cuando puede haber gente viéndolo. Lo de tener testigos es feo.
               Y yo iba a tener testigos por miles cuando me marchara de Irlanda.
               Se acercó a mí. Yo me senté en el medio del banco. Aiden se sentó a mi lado. Enredó sus dedos sobre su regazo y se los contempló.
               -Tenemos que hablar-dijo por fin. Yo asentí con la cabeza.
               -Sí. Yo también…-me aclaré la garganta-. Creo que tenemos cosas que discutir.
               Aiden sonrió. Se envaró y miró al cielo. Se mordió el labio.
               -Discutir-repitió. Parecía hacerle gracia toda la situación-. Escucha, C…
               -Déjame empezar a mí-le pedí. Aiden se mordió los labios, reticente. Puede que llevara todo el camino ensayando nuestra conversación. Exactamente igual que yo.
               Además, si yo hablaba primero, no habría necesidad de que me expusiera lo mal que le parecía mi comportamiento de asesino en serie de esta semana. No habría nada que reseñar porque yo sabía cómo estaban las cosas.
               Aiden asintió con la cabeza. Suspiró.
               -Sé que esta semana he estado muy… raro. Por decirlo de alguna manera.
               -Sí, de alguna manera-asintió.
               -Pero es que… hay una razón para ello. De peso.
               Se cruzó de brazos, a la espera.
               -Yo…
               -Tú-animó. No me gustaba que me metiera presión. Pero era lo que yo había hecho con él hacía apenas una semana. Me lo merecía. Un poco. Lo justo.
               -Tuve una visita. Los hijos de One Direction. Los mayores. Tommy, Scott, Diana y Layla. Vinieron a verme al día siguiente de… bueno, de la última vez que quedamos.
               -Ajá-asintió Aiden. Parecía cansado de la vida. Cansado de mí.
               -Venían con la intención de proponerme algo.
               -¿Y qué era ese algo, si se puede saber?
               -Hacer una banda-dije tras tragar saliva. Aiden alzó las cejas-. Y les dije que sí. Así que… me tengo que ir. Por eso he estado tan raro esta semana. No quería decírtelo en clase y que se armara gorda.
               -¿Por qué tendría que armarse gorda?-gruñó. Me miré las manos.
               -Bueno, supongo que pensé que no te haría gracia que te lo contara en clase, cuando no puedes reaccionar, y…
               Se me quedó mirando. Había algo en sus ojos que no supe identificar. Una suerte de dolor lacerante que le carcomía por dentro.
               -¿Es porque no nos acostamos la otra vez?-preguntó por fin. Después de un millón de años. Y yo preferiría que se hubiera quedado callado.
               -¿Qué?-pregunté. Negué con la cabeza-. ¡No! ¡Claro que no! Es sólo que…
               -… sólo que te jode que no nos hayamos enrollado como tú querías, y ahora te vas para ver lo que encuentras, ¿no es así?
               -Aiden-bufé-. ¿De verdad quieres hacer esto aquí? ¿Ahora?
               -¿Hacer el qué?
               -Pelearnos.
               -Bueno, tendré que aprovechar antes de que te largues, ¿no?
               Nos miramos un momento. Azul contra marrón. Agua contra chocolate. Hielo contra tierra.
               -Estás enfadado. No eres tú. Creí… no me esperaba que reaccionaras así, la verdad-me encogí de hombros y me levanté. Aiden se me quedó mirando, incrédulo-. Te daré tiempo para que puedas digerirlo, y…
               -No quiero digerirlo. No lo voy a digerir.
               -¿Ah, no?-espeté. Aiden negó con la cabeza. También se levantó.
               -No, no voy a digerirlo porque tú no te vas a marchar. ¿Quieres que nos acostemos?-preguntó. Era una pregunta retórica, pero yo me metí a contestarle igual.
               -Sí, pero no…
               -Pues nos acostaremos. Vamos a mi casa, venga-me agarró la mano y empezó a tirar de mí-. Si lo que querías era follar, Chad, no necesitabas armar todo esto…
               -¡No lo hago por follar!-ladré, zafándome de él. Aiden se giró sobre sus talones y me miró, impaciente. Varias personas que iban caminando tranquilamente por los senderos del parque se me quedaron mirando. Pero me dio igual-. Es mi vida, Aiden. Quiero hacer esto. La música es mi fotografía. Yo no pretendo ser toda tu vida, A. ¿No me estarás pidiendo en serio que renuncie a mis sueños por ti?
               Aiden parpadeó.
               -Sí-dijo por fin. Para mí fue como si le hubiera salido un tercer ojo en la frente. Negué con la cabeza. Di un paso atrás-. Chad-me pidió. Di otro-. Chad. Por favor. Espera. Escúchame-me agarró del brazo antes de que me escapara-. Sé que estás dolido, ¿vale? Me comporté como un cabrón en nuestro…
               -No me voy por…
               -¡Escúchame, Chad, joder! ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué quieres que haga para que no me dejes? ¿Quieres que deje que me hagas todo lo que te apetezca? Porque lo haré. Iremos a mi casa. Mis padres no están. Nos quitaremos la ropa y haremos todo lo que tú me digas. A cambio, tú no te marcharás. No me dejarás aquí solo. Te compensaré el sacrificio, te lo prometo. No volverá a pasar lo de la otra vez. Estaré disponible para cuando tú quieras que lo esté.
               Me dolía el pecho. Un fuego ardía en su interior.
               Un incendio forestal. Y lo peor no eran las llamas, sino lo que hacían. Arrasaban el bosque que luego no podría convertir el humo en aire respirable.
               -Aiden-negué con la cabeza. Aiden me soltó.
               -Vamos a mi casa-me pidió.
               -No me hagas esto más duro de lo que ya es, A-supliqué. Me quemaban los ojos. El río del monte lloraba una nueva ruta por la que escapar.
               -No podrás marcharte después de que follemos-me dijo. Y yo detesté esa palabra. Follemos. Como si sólo me interesara su cuerpo. Como si quisiera hacerlo con él sólo por cómo era por fuera y no por dentro.
               -Voy a marcharme igual-le dije, mirándolo a los ojos. Aiden se derrumbó delante de mí. Negó con la cabeza.
               -No.
               -Voy a marcharme, y te voy a echar de menos, y pensaré en ti todos los días, y…
               -No-repitió. Me cogió de las manos, pero yo me solté.
               -… y hablaremos todo lo que pueda, pero Aiden, por favor. Tengo que irme. Tengo que hacer esto. Ya he dicho que sí. No puedo decir que no.
               -Di que no-me pidió.
               -No puedo, Aiden.
               -Di que no-insistió-. Por mí. Dilo por mí.
               -No, Aiden, no-gemí. Quería marcharme. Echar a correr y no parar nunca.
               Me examinó.
               -No puede ser tan fácil para ti.
               -Es horriblemente difícil.
               -¿Sí? Pues a mí no me lo parece. Has tardado en decírmelo porque sabías que yo me resistiría. No pareces tener dudas.
               -Tengo todas las dudas del mundo, Aiden.
               -No será por mí-espetó, venenoso. Me separé de él y me lo quedé mirando. Derrochaba ira. Era un reflejo de la cosa en que yo me había convertido.
               -La mayoría es por ti. Por ti y por Kiara. Por cómo la quiero a ella, y cómo te quiero a ti-escupí. Pero él ni se inmutó. Cuadró los hombros y se me quedó mirando desde su estatura superior a la mía.
               -¿Has tomado la decisión, entonces?-inquirió, en tono neutro. Asentí con la cabeza.
               -Está tomada.
               -Muy bien. Vamos a mi casa, a ver qué puedo hacer para que cambies de idea-exigió. Yo lo esquivé.
               -¡No voy a ir a tu casa, Aiden, joder!-grité. Todo el parque nos estaba mirando. Nadie se acercó a nosotros.
               -¿Estás seguro de que no te apetece follarme?-rugió-. ¿Seguro que no quieres ponerme contra la pared y hacer caso omiso de todo lo que yo te diga?
               -¡Eso no fue lo que pasó!
               -¡Es verdad, perdona: no me pusiste contra la pared, tienes toda la razón del mundo!
               Me lo quedé mirando.
               -Eres… dios-sacudí la cabeza-. No me puedo creer que en el fondo seas así, Aiden. No me puedo creer que me estés haciendo esto.
               -¿Qué te estoy haciendo?-espetó-. ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Que me comprara un par de pompones y fuera a animarte?
               -¡Sí, joder, porque eso es exactamente lo que haría yo de estar en tu situación!
               Aiden entrecerró los ojos.
               -Vamos a mi casa-repitió. Quise estrangularlo-. Demuéstrame que no lo haces por despecho, por lo del otro día. Si después de que follemos sigues queriendo marcharte, joder, yo mismo te acompañaré al aeropuerto.
               Tragué saliva.
               -No vamos a follar, Aiden. Ni siquiera me apetece ahora. Llevo una semana entera sin pensar en nada más que en cómo decirte esto, y ahora tú lo estás estropeando todo. No quiero follar contigo. No quiero quererte, si eres así-acusé. Aiden dio un paso atrás, herido. Pero más me dolía a mí que le hubiera dicho que le quería y él no se hubiera enterado. No tener ningún tipo de reacción es peor que tener una reacción mala. No hay mayor desprecio que no hacer aprecio-. Ahora mismo, ni siquiera quiero tenerte delante.
               Asintió con la cabeza.
               -Como quieras-gruñó como un lobo al que le van a quitar su presa-. ¿Quieres que te deje en paz? Que así sea. Sólo me alegro de haberte parado los pies antes de haber llegado más lejos. Que tengas suerte con tu estúpida banda.
               -Y tú con tus puñeteras fotografías. Puede que alguna de tus modelos esté más que gustosa de abrirse de piernas como premio de consolación por mí.
               -Sí, lo que tú digas. No me esperes en primera fila en tus conciertos; estaré demasiado ocupado cerrándoles las piernas a mis modelos-ladró por encima del hombro. Y se marchó. Lo vi caminar a pasos agigantados, apresurados.
               Cuando desapareció entre el follaje, yo me di la vuelta y eché a correr. Tardé casi el doble de tiempo en llegar a casa.
               Fui corriendo.
               A la de papá. Atravesé medio Dublín y empujé la puerta de la verja con todo mi cuerpo. Me metí en casa y llamé a mi padre.
               Pero él no estaba allí.
               Me metí en la cama. Me harté a llorar. Apagué el móvil después de escuchar cómo pitaba varias veces. Ninguna de ellas fue Aiden. Por eso lo apagué. Porque no quería que nadie no fuera Aiden.
               La noche mató al día. La luna sometió al sol. Mi soledad me dio más calma. Encendí la tele y puse el canal de deportes. Miré sin ver un partido de waterpolo. Femenino. No me fuera a recordar cualquier jugador a Aiden.
               Papá no terminaba de llegar. Y yo necesitaba alguien que me hiciera sentir un poco de cariño. Y de comprensión. Alguien que pudiera ver lo bueno en mí. Aunque no fuera mucho.
               Me embutí en una manta. Me convertí en un rollito de primavera invernal. El sol se escondió. Las nubes taparon las estrellas. La luna se convirtió en un aura, en vez de una presencia.
               Después de lo que me pareció una eternidad, escuché unas llaves en la puerta. Me limpié las lágrimas que se me caían de los ojos. Tanto por la tristeza como por todo el tiempo que llevaba viendo la tele. La puerta se abrió. Alguien la empujó.
               Papá arrastraba la funda de una guitarra. Creí que había salido de fiesta. No entendía por qué tenía que llevarse una guitarra de fiesta. Pero me daba igual.
               Sonreía. Sonreía mucho. Sonreía como no le había visto hacer en años. Al menos, sin la ayuda del alcohol o de una mujer. Mujeres sin nombre, de rostro cambiante. Recordé a la última, la italiana llamada Lucy. Me pregunté si habría estado con ella. Qué sería de ella. Si habría vuelto ya a su país o si se había quedado un poco más. Con la esperanza de probar al Rey de Irlanda de nuevo.
               Papá se giró, confuso. No debería haber luz en la casa. La tele estaba encendida y él no recordaba haberla puesto. Frunció el ceño.
               Y me vio.
               -C-susurró. Sus hombros se desplomaron, derrotados. Yo hice un esfuerzo por sonreír.
               -Pensé que no venías.
               Se me rompió la voz a media frase.
               -Habría venido antes, si supiera que… yo…-carraspeó-. No te esperaba tan pronto. ¿No estabas con Aiden?
               Su nombre. Como una lanza que se me clavaba en el estómago y a la que unos caníbales le daban vueltas para asegurarse de que mis entrañas compartieran la sangre. Para mezclar mi desesperación.
               -Sí-asentí-. Estaba.
               Y volví a convertirme en una catarata.
               Papá se volvió de la guitarra. La dejó caer, sin importarle, y vino hacia mí. Me cogió, me pegó contra su pecho y me abrazó mientras yo me ahogaba en mi dolor.
               Seguro que él ya no me echaba de menos. Seguro que ya tenía a una chica calentándole la cama. Seguro que había decidido que su experimento no merecía la pena. Demasiadas movidas. Demasiada timidez. Demasiada lujuria. Demasiados sacrificios. Con una chica era mucho más fácil. Lo único que te podía pasar con una chica era que tuviera la regla cuando tú estabas tremendamente cachondo.
               -Cuéntame, mi vida-me dijo al oído papá. Me besó el pelo. Me acarició el costado mientras yo me desangraba. Entre hipidos, conseguí contarle lo que había pasado. Me tragué mi dolor y me mordí la lengua mientras pronunciaba las palabras que Aiden me había dedicado.
               -Si te ha dicho eso, es que no te quiere de verdad-proclamó papá. No me esperes en primera fila en tus conciertos; estaré demasiado ocupado cerrándoles las piernas a mis modelos. ¿Era eso lo que estaba haciendo justamente ahora? Él era Aiden Fitzgerald, no estaba enamorado de él. Una cosa es ser, y otra muy diferente es estar.
               Ya le quiero yo por los dos, papá, me gustaría haber dicho. Pero no podía. No tenía fuerzas para seguir hablando. No había matado a nadie, no había… no podía pedirme que renunciara a mis sueños por él. No estaba siendo egoísta. No podía hacerme pensar eso.
               -Si no quiere esperarte es porque no te quiere, C. Y casi mejor para ti; así no perderías el tiempo con él. No te preocupes, mi niño-dijo, acariciándome las mejillas-. YA encontrarás a alguien.
               -No hay nadie como Aiden, papá.
               -Eso decimos todos cuando nos dejan.
               -Mamá tampoco te esperó-repliqué. Porque si me había pasado la tarde entera llorando, era porque me aterrorizaba una idea que se implantó en mi corazón. Que pudiera ser genético. Que me fuera a pasar lo mismo que le había pasado a papá.
               Que fuéramos de esos artistas que tienen que elegir entre la familia y su arte.
               Y ningún artista ha elegido nunca algo en detrimento del arte. Porque entonces no son artistas.
               Papá se quedó callado. Pensando. Deliberando. Meditando. Y tratando de recomponerse. Qué sabía yo de las noches en vela, conmigo en casa, escuchando el silencio. Preguntándose si no sería mejor haber optado por otro camino. Por tener un cuerpo al lado del suyo en la cama que hiciera ruido por él. Con más hijos. Con una rutina. Con una mujer a la que despedir cuando se fuera a trabajar, o de la que despedirse cuando quien se fuera fuese él.
               Qué sabía yo de lo mal que lo había pasado en los tours. De que me llevaba consigo porque no tenía otro sitio donde dejarme. Y porque le recordaba a mamá. Y porque le hacía sentir que una parte de ella estaba allí, con él. Y porque así no le dolía mirar al público y encontrar solamente caras desconocidas.
               Qué sabía yo de lo mucho que papá echaba de menos a mamá de noche.
               Qué iba a saber yo de lo que era arrepentirse de una parte de toda tu vida.
               -E hizo bien-dijo por fin.
               Me consoló hasta que me calmé. Me dio de comer y me obligó a ver películas con él. Llegó y pasó la madrugada, y no nos movimos del sofá.
               Él no lo sabía, pero yo sí. Tenía al mejor padre del mundo. Aunque se sintiera solo y tuviera que compartirme a veces.
               Me desperté temprano. Apenas pegué ojo en toda la noche. Sin decir nada, me fui a casa de Kiara. Supo que ocurría algo en cuanto me vio plantado delante de su puerta. Me abrazó y me consoló. Me dijo todo lo que una buena amiga te tiene que decir en estos casos.
               Mentiras. Piadosas. Pero mentiras.
               Me hizo prometerle que le patearía el culo a todo el que se me pusiera por delante en el programa. Que pisotearía a la competencia sólo para fastidiar a Aiden.
               Me apoyó en el instituto.
               Me apoyó incluso cuando me encontré de frente con Aiden. Y cuando nos tuvimos que sentar juntos porque teníamos los sitios asignados. Me dio la mano y me acarició los nudillos mientras yo fingía que él no estaba allí. Igual que Aiden fingía que yo no existía.
               Fui un fantasma esa semana en el instituto. Mamá se pasaba regularmente por casa para comprobar que estaba bien. Iba por los pasillos de clase en clase como iba de habitación en habitación. Sin darme cuenta de lo que hacía.
               Sin ser consciente de nada más que de mi dolor.
               Cómo puedes llegar a querer tanto a alguien a quien has tenido durante tan poco tiempo. Cómo su ausencia puede ser tan inmensa cuando su presencia fue tan insignificante.
               Estaba metido en la cama, abrazado a un peluche de mi infancia, preguntándome todas esas cosas cuando oí algo raro. La tormenta que había en mi interior también se propagó por el exterior. En forma de unos golpecitos en la puerta de cristal que daba la jardín.
               Me arrebujé bajo las mantas un poco más. No iba a salir. Si el mundo se desmoronaba, yo no correría. Ni de broma. Bastante tenía con arrastrar mis ruinas, como para sortear otras.
               Pero la tormenta volvió a insistir. Salí de la cama. Me acerqué y esperé. Si un nuevo trueno se escuchaba en la distancia, saldría al jardín. Y, con un poco de suerte, me partiría un rayo.
               Otro trueno.
               Abrí el estor de la ventana.
               Y me topé con una visión que no me esperaba. El sueño de una noche de verano. El recuerdo de otra época.
               Las pupilas de Aiden se achicaron al impactar la luz de mi mesilla de noche contra ellas. Un brillo de reconocimiento brilló en sus ojos.
               Nos miramos en silencio durante un momento. Él, dubitativo. Yo, estupefacto.
               Abrí la puerta corredera de cristal y me lo quedé mirando. Como en mi alma, afuera también llovía. Aiden estaba empapado. El agua le chorreaba por el pelo. Se mordió el labio, sin saber muy bien qué decir. Probablemente hubiera venido con la esperanza de que yo no hiciera nada por escucharle.
               -Chad-empezó por fin.
               -Aiden-repliqué. Debería haberle preguntando qué hacía allí. Ponerme en mi sitio. Hacerme el duro. Pero con él, no podía. Sabía cómo era. Creía saber cómo era él. No iba a serme tan fácil decirle que no.
               Seguimos mirándonos. Era como si la semana no hubiera pasado. Como si tuviera un montón de cosas que decirle y no supiera por dónde empezar.
               -¿Quieres… pasar?-pregunté. Él se estremeció. No se esperaba mi amabilidad. Yo no me la esperaría tampoco en su situación. Pero sólo un gusano sabe cuánto puede arrastrase una persona por alguien que le importa.
               -No sé si me lo merezco.
               Otro minuto de silencio.
               -¿Has venido a algo más que a que yo vea cómo te mojas?-dije por fin. Y me cabreé conmigo mismo por ser tan borde. Pero a la vez me cabreé por hablarle así. No le hablas así al novio con el que quieres volver. Aunque no te quiera. Aunque no te merezca.
               Ya le querrás tú por los dos. Ya le merecerás tú por los dos. Hasta que os igualéis.
               -Te echo de menos-dijo por fin. Me froté un pie. Cualquiera lo diría, debería haberle dicho. Después de ver cómo nos tratábamos en el instituto, a nadie se le escaparía nuestro odio.
               -Yo a ti también-me escuché decir, sin embargo. El orgullo puede mucho, pero el corazón puede más. Aiden sonrió con timidez.
               Y yo a esa sonrisa le daría el mundo entero.
               -He sido un gilipollas. No debería haberte dicho las cosas que te dije. Pero… me da miedo lo que nos puede pasar.
               -A mí también.
               -Nada de lo que yo te decía iba en serio, C. De verdad. Desde que me fui del parque llevo dándole vueltas a cómo pude ser tan cabrón. ¿Podemos… volver? ¿Darnos otra oportunidad?
               Asentí despacio con la cabeza. Me sentía flotar entre las nubes. Di un paso atrás, haciéndole sitio, pero él negó con la cabeza.
               -Creo que será mejor que me vaya ahora. ¿Hablamos mañana?
               -¿Por qué no podemos hablar ahora?
               Aiden alzó las cejas, sorprendido.
               -Bueno…
               -No tenemos tiempo que perder-le recordé-. ¿Y si volvemos a intentarlo?
               -¿A qué te refieres?
               Sonreí.
               -Aiden… me marcho. Me voy a un concurso en Inglaterra, con Layla y los demás.
               Aiden se mordió el labio. Y luego, sonrió de nuevo un poco con timidez. Con las expectativas de un futuro incierto que se abría ante nosotros como el claro de una nube.
               -¿De música?-preguntó. Las gotas de lluvia se le deslizaban por la cara. Me apeteció lamérselas.
               -Ajá. No… no espero que me esperes, pero… si quieres… o sea, me gustas muchísimo ya lo sabes, y no… no puedo imaginarme mi vida sin ti. Aunque esté lejos-me encogí de hombros. Aiden sonrió, esta vez con la energía de un día soleado. Dio un paso al frente, y me besó. Me pasó las manos por la nuca mientras yo recorría su cuerpo mojado. Sonreímos en la boca del otro.
               -Te quiero, Chad Horan-dijo. Y sentí orgullo al pensar que el primero en decirlo había sido yo. Aunque fuera en aquellas circunstancias. Yo había abierto la compuerta para que el agua se desbordara. Y la inundación era Aiden. Me deshice entre sus dedos al escuchar esas sencillas palabras. Yo también te quiero, Aiden Fitzgerald, le susurré, y él sonrió. Me acarició el cuello, me pasó los dedos por la oreja-. Y te voy a esperar.
               -Vale-suspiré y Aiden se rió-. Suena… genial.
               -Suena perfecto-contestó.
               -Sí-asentí. Y me abalancé a beber de él-. Es que lo es.
               -Como nosotros-respondió. Fui yo quien se rió. De pura felicidad. Me daba igual despertar a medio Dublín. Ojalá lo hiciera. Así sabrían que todo estaba bien de nuevo.
               -¿Te quedas conmigo?
               -C, sé cómo me puse el otro día, pero…
               -No quiero hacer eso, tonto-sonreí, y él se sonrojó-. Pero podemos dormir juntos. Como te he dicho, no tenemos tiempo que perder.
               Aiden se mordió el labio. Me miró. Y luego, empezó a quitarse la ropa. Se tumbó a mi lado en la cama. Dormimos abrazados. Fue la mejor noche de mi vida. Varias veces nos ofrecimos a darle placer el otro y todas nos negamos. No queríamos estropearlo. Se nos llevaba el sueño y nos reíamos por nuestra lucha para mantenernos despiertos. Aiden me dio un beso en la punta de la nariz.
               -Siento que no pueda ser hoy-me dijo, y yo fruncí ligeramente el ceño-. Cuando nos acostemos. Pero el día que lo hagamos, te prometo que te voy a hacer el amor hasta que las estrellas se caigan del cielo.
               Me derretí a su lado cuando me dijo eso. Se me hizo complicadísimo decirle adiós al día siguiente. Pero tuve que hacerlo. Para gran felicidad de papá, que había decidido odiarlo con la misma pasión con que yo le quería.
               Mamá no se podía creer que las cosas volvieran a la normalidad tan rápido. Aplaudió y me besó en la frente cuando, al llegar para cenar, le conté que había vuelto con Aiden. Que nos habíamos disculpado y que volvíamos a estar bien.
               -Así me gusta, cariño, hay que perdonarse-celebró ella. Le sonrió a papá, que no hizo más gesto de asentimiento que un encogimiento de hombros y marcharse a preparar la cena.
               Me fui a la cama pronto. Apenas había dormido, entre la tristeza y luego la visita de Aiden.
               Mamá no quería irse de casa. Papá, menos. Pero querían discutir cosas diferentes mientras yo daba vueltas en la cama, tan en brazos de Morfeo que sería imposible separarme de él.
               -No pareces contento de que tu hijo haya vuelto con su novio.
               -¿Alguien que quiere chantajearlo con sexo para que no se marcha debería ser alguien que quiero para mi hijo?-replicó papá. Mamá puso los ojos en blanco.
               -Son críos, Niall. Ya sabes cómo son las cosas a esas edades. Somos egoístas por naturaleza.
               Papá suspiró. Dio un sorbo de su cerveza.
               -Dales un respiro.
               -¿Me lo dices ahora, después de haber visto a Chad llorando por ese crío? Las cosas que le dijo, las cosas que…-sacudió la cabeza. Mamá le cogió la cerveza y le puso una mano en la suya.
               -Te lo digo ahora, que todavía puedes verlos estando juntos. Ver cómo se miran. Tú no te das cuenta de estas cosas, pero yo sí, Niall. He estado con ellos, y lo he visto. Cuando dos personas están enamoradas la una de la otra, se ve en sus ojos.  En la forma en que se miran, la forma en que se observan. Está todo ahí. Se les llenan los ojos de admiración, de atracción, de sentimientos mutuos que no perecerán, no importa el tiempo que pase. Les brillan los ojos, les sonríen. Incluso aunque no lo digan nunca en voz alta, hay un hilo invisible que los conecta. Y yo he visto el hilo en ellos dos, Niall.
               Papá se quedó en silencio, mirándola, sopesando las posibilidades.
               -Se miran como la gente decía que nos mirábamos nosotros dos. Como aún nos miramos.
               -Le ha roto el corazón-discutió papá, sin ganas. Era un pez dando sus últimos coletazos. No iba a sobrevivir en la superficie. Poco importaba. El pescador que le había atrapado tenía un anzuelo más poderoso que un gancho.
               -Yo también te lo rompí a ti-replicó mamá, apartándole un mechón de pelo de la cara de forma cariñosa-. Y sigues volviendo conmigo. Seguimos juntándonos. Seguimos amándonos después de todo este tiempo.
               -Vee-le pidió papá. Iba a perderme en unas semanas. No podía hacerle eso ahora.
               -Ellos ya lo tienen bastante difícil, Niall. No selo pongas más.
               Papá se mordió el labio. Miró los de mamá. Mamá asintió despacio con la cabeza. Se inclinó hacia él. Y él hacia ella. Y se besaron. Y se acariciaron. Y se perdieron el uno en el otro.
               -Quédate-pidió papá. Mamá asintió con la cabeza, la blusa desabrochada, los tirantes del sujetador bajados. El aliento acelerado. Las mejillas coloradas.
               -Sí-consintió. Se desabrochó el sujetador y le acarició la cara a papá.
               -No hablo de dormir-dijo él.
               -Yo tampoco-replicó ella. Se fueron a la cama y lo hicieron como Aiden me prometió que me lo haría a mí.
               Una cosa que les agradeceré toda la vida es que no me contaran que mamá no sólo había accedido a compartir la cama con papá esa noche. Acababa de aceptar volver a vivir con él. Darse otra oportunidad.
               Porque, si me lo hubieran contado, yo habría perdido toda mi vida. La música es mi sueño más glorioso, pero tener una familia unida de nuevo era el que más ilusión me hacía perseguir.
               Y no me habría subido a ese avión.


Esos ojos.
               La perdición. El color en el que las aves se ocultaban hasta desaparecer por completo, mimetizadas con el entorno.
               Si no fuera por sus ojos de color azul cielo, yo no tendría los planes que tenía y no estaría poniendo en peligro mi carrera como lo había hecho.
               Después de que Kayla se pusiera en tono serio con nosotras, diciendo que estaba orgullosa de nuestros cambios y de cómo habíamos avanzado pero recordándonos que aún nos quedaba bastante camino por recorrer, nos informó del plan intensivo que tenía pensado llevar a cabo. Lo llevaba preparando desde que nos conoció, estaba personalizado y no había nada que pudiéramos hacer para escabullirnos.
               Excepto, quizá, irnos internas a un programa de talentos, que fue lo que anuncié que iba a hacer en cuanto se me presentó la oportunidad.
               Y, aunque no lo pretendían, la actitud de absolutamente todas cambió. Estábamos acostumbradas a luchar por nuestro puesto y odiábamos cuando una se retiraba porque “la moda ya no le llenaba”, “quería probar suerte en otros mundos” o “iba en busca de la autorrealización personal en otros negocios”. Yo misma había lanzado miradas críticas, asqueadas, a portadas de revista que anunciaban la retirada de tal modelo; yo misma había lanzado miradas envenenadas a modelos que también habían trabajado en la música o en el cine.
               Y ahora yo era una de ellas, y probaba en mis propias carnes lo que era que las demás te despreciaran, te consideraran una traidora, una imbécil que se creía mil veces superior al mundo dl que todas vivíamos, el mundo del millón de dólares, el mundo con el que todas las niñas soñaban en algún momento de sus vidas.
               Me desearon suerte con frialdad, prácticamente ninguna se despidió de mí cuando me levanté, y empezaron a preguntarse en voz alta si encontrarían a una sustituta que encajara con mi mismo perfil y que sí que se tomara en serio este negocio y esta empresa. Ouch. Directo a mi corazón fan de Victoria’s Secret y adorador de todo lo que aquello representaba.
               Me marché antes de tiempo, alegando que me encontraba mal. Uno de los ángeles (una zorra brasileña, como no podía ser de otra manera) incluso dijo que no pasaba nada porque me tomara descansos; al fin y al cabo yo no iba a participar en el desfile y no era necesario que me entrenara fuerte como las demás. Me metí en el ascensor a la carrera y me froté la nariz cuando se detuvo un par de plantas más abajo, recogiendo a un par de ejecutivos que se me comieron con la mirada. Podrían haberle dado al botón de STOP y violarme allí mismo y yo no me habría inmutado. Casi lo habría preferido a asistir a cómo mis sueños, aquello por lo que tanto había trabajado durante mi vida, se esfumaban ante mí.
               Había creído que era invencible e imprescindible, niña estúpida, para una marca que ni siquiera me había presentado como colaboradora ni una sola vez. Sí, había estado en sus desfiles como espectadora, pero eso no cambiaba absolutamente nada. Había cantantes pop que habían llegado más lejos que yo en ese aspecto, y habían logrado subirse a la pasarela a hacer un playback más o menos evidente.
               Corrí hacia mi coche y no contesté a Alfred cuando me preguntó qué me ocurría. Le pedí que me llevara a casa y me sorprendí deseando que me pudiera teletransportar a la Quinta Avenida.
               Debería haber ido a hablar con los jefes de la empresa, mostrar iniciativa y hacerles ver que yo no pensaba rendirme y que podía con las dos cosas a la vez. No me habían nombrado la modelo más prometedora de la década por nada.
               Pero me acobardé. Porque el mundo de la moda puede ser muy sádico, y una no está preparada para que se vuelva contra ti. Así que me arrebujé en mis asientos y cogí un paquetito de pañuelos que Alfred llevaba siempre consigo. Supuse que sería para sus hijos; no me esperaba que creyera que yo algún día podría derrumbarme en los asientos traseros de su coche.
               Subí como un zombie las escaleras de mi buhardilla después de darle un beso en la mejilla a Astrid cuando la niña me preguntó qué me pasaba. Aquellos ojos. Los mismos que los de su padre.
               Los mismos que los de su hermano.
               Los que me habían metido en este lío.
               No quería estar con Tommy. Verlo sería reforzar la convicción de que lo que estaba haciendo era lo correcto, cuando no era así. Si mi madre era diseñadora y desde pequeña había mostrado cierta tendencia hacia su mundo era porque mi destino no estaba en ser cantante.
               Además, si hubiera estado destinada a ser cantante, no habría nacido en la capital mundial de la moda, sino en la maldita ciudad de Los Ángeles, cuna de los perdedores con delirios de grandeza.
               Al margen de todo eso, no quería estar con Tommy por una sencilla razón: no podía echarle la culpa de ninguna de mis desgracias a mi inglés. No, si él era de lo mejor que me había pasado en la vida. Alguien que te muestra qué es realmente la felicidad, ni quiere ni puede hacerte daño. No, a menos que te la arrebate.
               Hice lo que hacía siempre que estaba mal y necesitaba animarme pero no podía tomarme un baño: encendí el ordenador y me metí en páginas de fans dedicadas a mí. Me empapé de sus preciosos dibujos y de sus bonitos mensajes. Y me sentí un poco mejor. Sólo un poco.
               Justo antes de encontrar las etiquetas de los dibujos que parecían fotografías en que aparecería yo miles de veces con las alas que acababa de perder, mi teléfono vibró. Lo levanté con desgana, reconociendo el nombre que afloró en la pantalla y relacionándolo con problemas.
               -Dime que no es verdad lo de que vas a dejar las pasarelas.
               -Yo no he dicho eso-tecleé, enfadada, y se lo envié a Kristen antes de que perdiera aún más los papeles y decidiera llamarme y ponerse a chillar. No estaba para que me chillaran.
               -Diana!!!!! Me han dicho que te vas a meter en un programa y que has armado bulla en el entrenamiento.
               -Es mentira. Solo he dicho que iba a entrar en un programa. Esa parte es verdad. No he armado movida ni nada por el estilo. Me he ido porque tenía cosas que hacer.
               -Qué cosas son más importantes que tu entrenamiento para VICTORIAS SECRET, POR DIOS BENDITO, DIANA?-bramó Kristen en furiosísimas mayúsculas.
               -Me apetece hacer esto. Será bueno para mi imagen-discutí, calmada.
               -¡Deberías habérmelo consultado! Dios, ¡ponte en Skype! ¡Tú y yo vamos a hablar seriamente!
               -No hay nada de que hablar, porque mañana voy a ir a reunirme con los directivos y explicarles la situación. No tengo pensado renunciar al desfile por un estúpido concurso.
               -Cielo, lo que tengas o no pensado ahora mismo ya no importa. Dios, iré a por la píldora del día después; sabe dios qué tendré que hacer para conseguir que te readmitan.
               -No necesito que me metas el miedo en el cuerpo, ¿vale, Kristen? Mañana iré a hablar con ellos y lo arreglaré.
               -Para eso me pagas.
               -¿Para que te abras de piernas por mí?
               -No, niña. Para que te solucione los problemas.
               -No te tires a nadie por mí-ordené. Kristen me mandó un pulgar levantado-. Kristen, va en serio. No te folles a nadie por mí-repetí. Me contestó con un emoticono que parecía dar su consentimiento a regañadientes, pero yo no me fiaba de que lo hiciera.
               -Tengo que asumir que a partir de ahora vas a tener una agenda muy apretada y que no vas a poder hacer más campañas, ¿no?
               -Puede que esté para las de verano-respondí, agradecida por el giro en la conversación.
               -Muy bien. ¿Qué programa es ése al que vas?
               -Uno de música. Parecido al del que salió mi padre-expliqué, molesta-. Ni siquiera le he preguntado el nombre a Tommy.
               -Sabía que mandarte a Inglaterra acabaría contigo, mira que se lo supliqué a Noemí, pero nunca pensé que la razón de que te volvieras loca sería un chico. En fin, puede que tú estés ociosa-atacó, y le hice un corte de manga-, pero yo tengo una carrera que reflotar. Voy a llamar a los del departamento de música, a ver con quién puedo hablar para que me asesore sobre cómo va esta movida de los cantantes. ¿O prefieres otro representante en el programa?
               -¿Qué?
               -Diana. H o l a . Vas a hacerte cantarte, tu fama ahora mismo pende de un hilo. Un hilo del que tenemos que colgar una más que creíble imagen de estrella del rock. ¿Quieres que me ocupe yo o prefieres a un experto?
               -Tú eres una experta-respondí, agradecida-. Haz lo que tengas que hacer.
               -Vale-sonrió. Sabía que le aterrorizaba que la abandonara, igual que me aterrorizaba que ella me abandonara a mí-. Más vale que me presentes a ese chico pronto-añadió antes de desconectarse-, para que yo pueda ver si merece que pongas tu vida patas arriba por él.
               -No la pongo por él.
               -Diana, en mi maldita vida te he oído cantar. ¿Recuerdas cuando te pidieron que entonaras una canción en un reportaje de Vogue y te pusiste como una auténtica energúmena?
               -No me sabía la letra.
               -Una polla como una olla. No te daba la gana, y punto. Y ahora, de la noche a la mañana, me entero de que vas a entrar a un programa de esos tipo The X Factor y todas estas porquerías. Es de puta coña. Y todo por un chico. Ya puede ser guapo.
               -Es el hijo de Louis Tomlinson-informé-, por si quieres buscarlo en Google.
               Un emoticono seductor.
               -¿Confirmo los rumores entonces?
               -Vete a buscarme un agente musical-gruñí.
               -Vale, Diana STYLES-recalcó antes de desconectarse. Le escribí varios insultos, la mayoría, “capulla”. Pero no se conectó, estaba demasiado ocupada… ¿cómo había dicho? Ah, sí. “Reflotando” mi carrera.
               Me pregunté si sería capaz de chupársela a algún CEO prepotente con tal de conservar mis alitas.
               Puede que sí, dependiendo del CEO (y de lo mal que le pareciera a mi inglés).
               No sé cómo, conseguí convencerme de que no todo estaba perdido, como si el hecho de que Kristen estuviera buscando un hueco para mí en un sector totalmente diferente no fuera ya síntoma de que acababa de perder mi vida tal y como la conocía. Miré la pantalla del teléfono sin verla realmente; pasé al ordenador y ocurrió lo mismo.
               Hasta que me encontré con los dibujos míos colaborando con la casa de lencería más famosa del mundo. Y decidí que estaba hundida en la mierda y necesitaba terapia de choque, de aquello que Zoe y yo hacíamos cuando nada más funcionaba.
               Rebusqué en mi bolso, hasta encontrar esos polvitos mágicos que activaban hasta la última célula de mi cuerpo. Los volqué sobre una llave (eso de las películas es más complicado pero útil de lo que parece) y esnifé un poco. Y después, a meterse con todos los famosos que pudiera encontrar en páginas de cotilleos.
               Estaba fascinada con el cambio que había pegado una actriz bastante mediocre que se dedicaba a los dramas de pésima calidad, en parte por su paso por el quirófano y en parte por la cocaína, cuando me encontré la página que menos me esperaba y que más daño podía hacerme.
               Un artículo hablando sobre mi madre. Calificando su última línea de ropa como “la mejor que había hecho hasta la fecha”. Con los efectos de las drogas desvaneciéndose de mi cuerpo, mi juicio ya empezaba a salir de esos nubarrones en que me sumía cuando tomaba alguna sustancia, y una parte de mí supo que me arrepentiría si pinchaba en el enlace.
               Pero de todas formas, pinché. Leí un artículo escrito de una forma bastante patética, resumiendo una entrevista de la que tampoco se podría sacar mucha más chicha, y después de detenerme y descojonarme varias veces con los adjetivos que el intento de periodista utilizaba en el texto, activé el reproductor.
               La chica que, supuse, había escrito el vídeo, narraba en voz en off cómo había conseguido tan ansiada entrevista mientras preparaban el set donde iban a hacer las fotos de la próxima colección de mi madre. La imagen estaba desenfocada, y hasta que mamá no apareció en pantalla, sentándose con una sonrisa de hiena que había heredado de ella, el vídeo no tuvo una consistencia clara.
               La periodista pasó a presentarla, decir que era una de las diseñadoras más exitosas afincadas en Nueva York y bla bla bla. Esas cosas que hacen las reporteras que saben que tienen un público muy determinado y aun así actúan como si hasta la gente del tercer mundo fuera a interesarse por su trabajo. Mamá sonrió y dio las gracias cuando felicitaron su trabajo y asintió con la cabeza cuando la chica aseguró que la nueva línea era la mejor que había visto en mucho tiempo.
               Yo no me emocionaría demasiado; los periodistas son unos mentirosos. Pero tu trabajo como personaje público es sonreír y agradecer todo cumplido. Repasaron algunos de los diseños, todos con nombre de chica, hasta que la pregunta que me dejó en la mierda fue formulada:
               -A nadie se le ha escapado que todos los nombres son femeninos, ¿tiene esto algo que ver con tu separación de tu hija?
               Mamá la miró. En sus ojos había un cierto dolor. Premeditado, evidentemente. Nada sentido, pues de sobra sabía que se le iba a hacer esta pregunta. Sólo en los programas en directo vas un poco desprevenido, ya que el presentador puede salirse de madre y decidir que te puede preguntar por el incidente de la última entrega de premios del que tú has dicho que no quieres hablar antes de que los focos se enciendan.
               -Todo lo que yo hago es por mi niña-dijo después de fingir recomponerse. La chica le puso una mano en la rodilla y mamá sonrió con tristeza.
               Hija de puta. Tú no has cambiado de hogar. Tú no has puesto en peligro tu carrera.
               Yo, sí.
               ¿Y tú eres la mártir?
               -Cómo te odio-escupí mientras mamá sonreía con timidez a la pregunta de la chica:
               -¿Cómo estás?
               -Mal-dijo después de unos segundos de meditación-. ¿Tienes hijos?-la chica negó con la cabeza.
               -Tú tampoco. Los mandas lejos y que otras se encarguen de ellos. Eso no es ser madre-gruñí.
               Madres eran Eri y Sherezade, que se ocupaban de las movidas de sus hijos y no escurrían el bulto. Ella, no. A la mínima complicación, mamá me había mandado lejos de casa. Todo por un maldito sobre. Vale, sí, lo que había hecho era gordo, pero ni se merecía el exilio, ni podía ser la gota que colmaba el vaso. Yo no había sido tan tonta como para fastidiarme la reputación, y sin embargo ella había actuado como si acabara de salir de rehabilitación por 5ª vez en mi corta vida.
               -Cuando eres madre, tu vida pasa a un segundo plano, y lo que importa es tu pequeño. Diana es lo mejor que me ha pasado en la vida. Ha tenido que irse para volver a encontrarse a sí misma; mi niña estaba un poco perdida y no podía ser feliz aquí. No podía volar alto. Sus alas se habían roto. Su padre y yo la echamos de menos cada día, y los momentos en que hablamos con ella son todo un soplo de aire fresco. El resto del día, tenemos la cabeza debajo del agua, pero… hay que hacer sacrificios por tus hijos. Y si tengo que estar lejos de ella para que pueda recuperarse y volver a estar bien, lo haré.
               No escuché el resto de la entrevista. No vi nada más, aunque todo siguió reproduciéndose.
               Sus alas están rotas.
               Sus alas están rotas.
               Cerré el ordenador y me aovillé. Me abracé las rodillas y enterré el rostro entre ellas.
               Todo, absolutamente todo lo que iba mal en mi vida era culpa de que la mujer que me había traído al mundo era incapaz de cuidar de mí como se suponía que debía hacer.
               Mi existencia se desmoronaba, todo porque mi madre no sabía cómo sacarme del pozo.
               Me encontré a mí misma contemplando toda mi experiencia, hilvanando cada decisión que había tomado y que había desembocado en un desastre hasta encontrarme con la catástrofe en la que andaba metida ahora.
               Y luego, deshice el nudo.
               Si no hubieran hecho la banda, yo podría seguir en el desfile, y mis alas no estarían rotas.
               Si no hubieran echado a Scott, no habría banda, y mis alas no estarían rotas.
               Si Scott no se hubiera metido en la pelea, no le habrían expulsado, y mis alas no estarían rotas.
               Si casi no hubieran violado a Eleanor, Scott no se habría metido en la pelea, y mis alas no estarían rotas.
               Si no hubieran querido enseñarme la fiesta cuando llegué, no habrían intentado violar a Eleanor, y mis alas no estarían rotas.
               Si yo no hubiera venido a Inglaterra, no habrían querido enseñarme el barrio, y mis alas no estarían rotas.
               Decidí saltarme deliberadamente el momento donde yo venía a Inglaterra y conocía a Tommy y me enamoraba de él gracias a mi madre, porque no estaba para darle las gracias ni podía hacerlo a aquella mujer de lágrimas de cocodrilo, que lloraba por una hija perdida cuando en realidad había sido ella la que la había abandonado.
               Le necesitaba. Muchísimo. Necesitaba que estuviera conmigo y me tranquilizara.
               Así que fui en su busca, hecha un manojo de nervios, un auténtico desastre, con las rodillas temblando y mi corazón encogido. No estaba en su habitación. Genial.
               Me senté en la cama, y luego me tumbé, cerré los ojos e inhalé el olor a él que desprendía su almohada. Me acaricié el costado como él lo hacía, pero mis dedos eran más finos y a mi alma no podía engañarla.
               Me eché por encima una de las chaquetas que tenía tiradas encima de la silla del escritorio y fantaseé con sentirla calentita, como cuando se las quitaba sólo para dármelas a mí.
               Tenía que echarme a llorar, pero estaba sorprendentemente vacía. Ir a aquella pequeña sala de baile donde me había derrumbado por primera vez no me vendría nada mal. Con la chaqueta de Tommy por los hombros, y maldiciendo a Scott por acapararlo para sí cuando los demás también le necesitábamos, bajé las escaleras y me perdí en las entrañas de la casa.
               Cuál fue mi sorpresa cuando me lo encontré sentado al piano de cola que hacía las veces de único mueble en la habitación. No estaba tocando nada, simplemente estaba allí sentado, acariciando las teclas sin atreverse a presionarlas, como un niño que estira la mano pero no llega a tocar los barrotes de la jaula en la que reposa el tigre.
               Levantó la vista al ver mi reflejo en el espejo. Y luego, se giró. Parecía cansado, como si llevara allí una semana entera, sin moverse del sitio, encadenado a su desgracia.
               -Lady Di-susurró, cariñoso. Le sonrió a mi reflejo y yo al suyo. Me acerqué a él, me senté a su lado. Le miré las manos, él hizo lo mismo.
               -¿Estás bien?-pregunté. Ahora que lo tenía delante, no estaba segura de querer pedirle que me hiciera dejar la mente en blanco. Me apetecía darle vueltas a cuestiones de física cuántica. Su corazón
               Carraspeó.
               -Estoy-dijo por fin-. ¿Y tú?-me dio un suave toquecito en el hombro con el suyo.
               -También.
               Me miró a los ojos.
               -¿Estás… colocada?-inquirió. Había estupefacción en su voz. Nunca había salido de mi habitación hasta que no se me pasaran del todo los efectos de las drogas. Por eso de que vivía con niños pequeños, y tal. Asentí con la cabeza.
               -He estado-informé. Tommy alzó las cejas.
               -¿Quieres… que hablemos de ello?
               -Tú primero. ¿Qué te ocurre?
               Negó con la cabeza, volvió los ojos a sus manos y presionó una tecla del piano.
               -Sólo… estaba pensando. En cómo va a cambiar mi vida. No puedo creerme que en unos días me voy a ir de casa, y no sé cuándo voy a volver.
               -Siempre vas a tener tu casa aquí-susurré. No podía creérmelo, ¡lo que hacían sus ojos! Hacía dos segundos estaba hundida en la mierda, y ahora haría lo que fuera con tal de animarlo a él. Mis problemas no importaban. No tenía problemas, por el mero hecho de que nos estábamos tocando, y nada podía alcanzarme cuando él y yo estábamos juntos.
               -Sí, lo sé, pero no es por eso. Me voy a perder muchísimas cosas por marcharme. Puede que todo en mi vida cambie cuando salga por la puerta-hizo un gesto con la cabeza hacia ella y yo me giré para mirarla. Estudié sus marcos. Y se me encendió la bombilla.
               -¿Tus hermanos?-pregunté. Él asintió despacio, de repente parecía mayor que yo, mucho mayor.
               Mayor de verdad. Como el tío que me había hecho ir hasta allí.
               Me estremecí, y aproveché para sacudirme el pensamiento de encima. Lo único que tenían en común Tommy y aquella bestia era que los dos me habían tenido alguna vez. Por lo demás, eran noche y día. No se parecían en nada.
               -Ya has visto crecer a Eleanor.
               -Sí-asintió, estirando las piernas. Me parecía increíblemente sexy cuando hacía eso. Me demostraba que estaba cómodo conmigo. Y lo convertía en un niño a mis ojos-, pero no es lo mismo. He crecido con ella, no tengo la misma perspectiva que tengo con Dan y Ash.
               -Estás dando por sentado muchas cosas-respondí con dulzura, acariciándole el pelo, pasando por su cuello y besándole el hombro-. Como que va a salir bien. Pueden echarnos del programa antes de lo que piensas.
               Se giró como un resorte.
               -Tenemos a Scott-me recordó.
               -Pero vamos contra Eleanor-constaté yo. Asintió con la cabeza.
               -Es él lo que está en juego. Y sabes que yo no lo voy a echar a perder. Nadie me hace elegir entre Scott y mi familia porque todo el mundo sabe que Scott y yo estamos a otro nivel. Somos la misma persona.
               Le acaricié el hombro despacio, recorriendo sus músculos y disfrutando de sentir el calor que manaba de ellos, la sutil respuesta de su cuerpo al mío.
               -Encontraremos la solución a lo de tus hermanos.
               -Y es que no es sólo eso lo que me voy a perder.
               -¿Tus padres?-le ayudé.
               -Y mis amigos. Mi vida entera, nena. Todo va a cambiar.
               -Puedes llevar una vida normal. Yo la tengo-comenté-. Hasta cierto punto. Aunque… el glamour no está tan mal.
               -Sí, pero tengo pensado estar tiempo, por mucho que te pique-sonrió un poco, y yo también sonreí. Quise pegarle un mordisquito a sus labios, pero siguió hablando, así que me contuve-, y en el programa en sí me voy a privar de bastantes cosas.
               Se me quedó mirando. Con intención de convertirse en explorador de las junglas de mis ojos. Y yo asentí con la cabeza. Me tomó de la mano.
               -Los momentos a solas, contigo, se acabaron-murmuró. Entrelacé mis dedos con los suyos y le besé el dorso de la mano.
               -El primer día buscaré una esquinita en la que refugiarnos-le prometí.
               -Te tomo la palabra-respondió, pasándome un dedo de las manos aún unidas por la mejilla. Me apartó un mechón de pelo y siguió la línea de mi mentón. Apoyé la cabeza en nuestras manos unidas y parpadeé despacio, dejando que entrara todo lo que quisiera en las profundidades de mi alma. Que descubriera todo lo que pudiera encontrar. Era un libro abierto listo para que él leyera mis historias.
               Salvo una. El prólogo.
               Un libro jamás se lee a sí mismo.
               -¿Por qué llorabas?-inquirió-. Cuando viniste. Cuando te encontré aquí-explicó, pero yo sabía a qué se refería-. No quise preguntártelo por si te disgustabas. Y porque no nos llevábamos como nos llevamos ahora.
               -Echaba de menos Nueva York-expliqué.
               -¿Y a tu familia?-quiso saber. Porque cuando algo te tortura, buscas la comprensión en la gente con esa misma causa.
               -Sí. Estaba pensando en…-mi infancia. Cuando era feliz. Cuando era buena y mis padres me lo consideraban. Cuando no podían separarse de mí-. Cometes un error y puf-chasqueé los dedos-. Toda tu vida se esfuma, y sólo eres ese error. Y te conviertes en un monstruo.
               Se me empañaron los ojos. No podía echarme a llorar ahora. Negué con la cabeza y me pegué a él, que me recogió gustoso. Subió mis piernas y las pasó por encima de las suyas, y antes de darme cuenta tenía todo el cuerpo en contacto con el suyo, sus manos sujetándome para que no me cayera.
               -No eres un monstruo.
               -Eso no lo sabes.
               -Lo sé mejor que nadie-me besó la mandíbula-. Estoy seguro de que ni siquiera a Zoe le dejas verte como te veo yo.
               Negué con la cabeza y me acurruqué en su pecho.
               -¿Pensabas en lo que te hizo venir?-asentí despacio. Me puso una mano en la rodilla-. Didi-susurró en tono suave.
               Y yo me eché a llorar. Y él me pegó contra sí. Porque era un hermano mayor, pero también porque era mi novio.
               -No puedo decírtelo, Tommy. No puedo.
               -¿Por qué? No te voy a juzgar-me prometió, y yo lo sabía, de verdad que sí, sabía que lo decía en serio, pero sabía también que no iba a poder cumplirlo.
               -Porque ahora vamos a estar todo el día juntos, y no puedo perderte.
               -No vas a perderme.
               -Sí. Dejarás de quererme en cuanto te enteres. Te repugnaré.
               Me separó de él para obligarme a mirarlo a los ojos. En ellos había la determinación de un guerrero que se lanza una última vez a la línea de batalla y que sabe que morirá resguardando a quienes ama, que lucha no por odio al oponente, sino por amor a sus protegidos.
               -No hay nada-hizo énfasis en esa palabra, y una parte de mí, pequeñita, se dio cuenta de que nadie despertaría en mí nunca las cosas que despertaba Tommy, que nadie merecía la pena como lo hacía él- que puedas haber hecho nunca que me haga dejar de quererte.
               Dejó que mis lágrimas terminaran de caer. Sorbí por la nariz y él me besó la punta sonrojada. Le sostuve la cara entre las manos y le besé. Le prometí todo lo que una chica le puede prometer a un chico.
               Sería fuerte por él. Dejaría de dudar por él.
               Curaría mis alas. Echaría a volar. Sólo para que él pudiera ver el mundo desde lo que se merecía: el cielo.
               -Te quiero-dije.
               -Te quiero-contestó. Y qué bonito es que te contesten con las mismas palabras, cuando las sientes en lo más profundo de tu corazón.
               Nos quedamos callados. Nuestras almas hablaban por sí solas. Puede que estuvieran haciendo el amor en ese instante.
               -Yo también tengo miedo por lo del programa-confesé-. Kayla… no puede entrenarme si estoy interna.
               -Tendrás entrenadores dentro-respondió.
               -¿Y si pierdo el desfile, Tommy?-me incorporé un poco para poder mirarlo. Me apartó un mechón de pelo de la cara.
               -No vas a perder el desfile, Diana. Mírate.
               -Hay muchísimas chicas más guapas que yo.
               Se echó a reír y me dio unas palmaditas en el culo. En cualquier otro momento me habrían cabreado, pero no entonces.
               -Soy. Un. Tío-me recordó, una palmadita por palabra-. Tengo buen ojo para las mujeres. Mejor que vosotras. Así que me tienes que creer cuando te digo que no hay chica más guapa que tú.
               -Aun así-respondí-, puedo perder el desfile. Hay un montón de chicas guapas disponibles las 24 horas del día.
               -No vas a perder ese desfile. Como si tengo que coserte yo los sujetadores.
               -Es importante para mí. No te rías de ello-musité. Negó con la cabeza.
               -No es mi intención.
               -No quiero que te lo tomes a mal, pero…
               -LA moda es más importante que la música en tu vida. Lo entiendo. Es una de las cosas que más me gustan de ti-hundió su nariz en mi cuello, mi niño precioso.
               -¿Que soy modelo?-pinché.
               -No. Que somos de mundos distintos.
               -A veces, los viajes espaciales pueden tener problemas.
               -Los nuestros, no-respondió, acariciándome la cintura. Volvió a darme una palmada en el culo cuando hice un mohín-. Te propongo un plan-dijo-. Tú y yo. Sin ropa. Nos damos una duchita y nos olvidamos de nuestros problemas. ¿Hace?-me guiñó un ojo. Uno de esos peligrosísimos ojos. Yo me mordí la sonrisa.
               -¿Y qué hay de tus padres?
               -Ahora mismo, en lo último en que puedo pensar es en mis padres, americana.
               Vale, ahora sí que no me controlé y le di un mordisquito en el labio. Subimos al baño. Nos desvestimos. Encendimos el agua y nos metimos en la ducha.
               Le adoré cuando le dije que no me apetecía hacer nada y él no protestó, ni intentó darse placer a costa de mirarme. Le habría dejado hacerlo. Pero no estaba de humor. Sólo me apetecían mimos “inocentes”, como él los llamó. Quería que me abrazara y me besara el pelo. Me pasó una mano por la cintura, con la otra me acarició el brazo y las manos, y nos besamos y nos abrazamos y nos volvimos a besar debajo de la ducha.
               Justo cuando pensaba que ya no podía quererle más, que ya no podíamos estar más conectados, Tommy se cargó de un plumazo las nubes que amenazaban la estabilidad de mi día.
               Sentirte deseada mola, pero sentirte querida y protegida es como pasear descalza por un prado de suave hierba. Incluso más bonito de lo que te esperabas.
               Incomparablemente bonito.
               Levanté la vista y me encontré con sus ojos. Apoyé la barbilla en su pecho y sonreí con timidez.
               -¿Estás pensando lo mismo que yo?-preguntó. Le di un beso en la clavícula.
               -Se ha quedado buena tarde para cocinar-susurré. Y me abrazó con más fuerza. Lo bueno que teníamos nosotros dos era que siempre sabíamos darnos lo que el otro quería. Así que nos vestimos, nos besamos, bajamos a la cocina, volvimos a besarnos, yo llamé a sus hermanos para preguntarles si querían acompañarnos, volvimos a besarnos para deleite de ellos dos.
               Preparamos un flan. Bueno, íbamos a preparar un flan, pero los niños y yo nos emocionamos tanto cascando huevos que al final Tommy decidió que haríamos dos. Dan y Astrid se tomaban como una afrenta personal que no hubiera cocinado nunca, y se volvieron a su hermano para preguntarle por qué no tenían cocinera como yo. Tommy los miró de reojo, ofendido.
               -Cocinera profesional-puntualizó Dan. Tommy asintió, satisfecho.
               -Porque una cocinera profesional no os va a hacer la comida con el amor con que os la hago yo.
               -¿Por qué?
               -Porque no es vuestra familia, y yo sí.
               -Pues yo con Betty me llevo muy bien-informé. Tommy me escaneó de arriba abajo.
               -¿Mejor que conmigo?
               -Quizás.
               Se echó a reír.
               -Cuidado, americana. No quieres que me ponga a hablar en español y no entenderme.
               -Hablo un pequeño poco español-le recordé.
               -Un pequeño poco, sí-concedió él. Estaba de muy buen humor ahora que podía concentrarse en algo que no fuera el anuncio que tenían entre manos. Mandé una foto por el grupo, orgullosa de mi trabajo batiendo huevos, y, a los siete minutos, Scott apareció por la puerta de la cocina y le dio una palmada en el culo a Tommy, que dio un brinco y le intentó pegar con la cuchara con que estaba revolviendo la mezcla.
               -¿Eres subnormal?-bramó-. ¿Por qué cojones no avisas de que vienes?
               -No habrás tirado ya la latita de la leche condensada, con lo que me encanta lamerla, ¿no?-replicó el recién llegado, sonriéndole para intentar aplacar su ira.
               -Eres gilipollas, Scott.
               -¿La has tirado, o no?
               Tommy puso los ojos en blanco e hizo un gesto con la cabeza en dirección a la esquina en la que estaban almacenados todos los restos de ingredientes. Entre ellos, la inmensa lata de leche condensada que habíamos volcado en el bol con el que ahora se afanaba mi inglés. Scott sonrió, le cogió la cara y le dio un besazo en la mejilla.
               -Por eso te quiero-proclamó. Tommy se apartó de él y se frotó la cara, como quitándose los restos de babas.  Se sentó a escarbar en las sobras de la lata y se encaminó a la puerta cuando acabó.
               -¿No vas a ver a mi hermana?-le pinchó Tommy. Scott dio la vuelta, se pasó una mano por el pelo, sonrió y empezó a subir las escaleras-. Anda que, menudo novio estás hecho tú.
               -Es la costumbre-replicó Scott, subiendo a saltos.
               Puede que la costumbre lo empujara a irse a casa, pero Tommy ya se acordaba de los cambios por los dos. Al día siguiente, bastante más tenso por tener a las dos familias reunidas para anunciarles sus planes, Tommy no paraba de revolverse en el asiento, y le pegó un corte a Eleanor cuando ella le pidió que le acercara el agua.
               -Que te la acerque Scott, que para eso te lo tiras-soltó. Eleanor le tiró la miga de pan. Tommy empezó a sacar la suya, pero la mirada reprobatoria de Eri detuvo la trifulca.
               Los chicos se miraron. Scott y Tommy, quiero decir. Tommy le dio una patada y Scott se levantó. Todos nos lo quedamos mirando. Eleanor y yo, las únicas que sabíamos de qué iba todo aquello, con preocupación: dependiendo de cómo afrontaran la noticia, nuestras familias podrían reaccionar de un modo u otro.
               Los demás, con interés y perplejidad. Probablemente si Scott hubiera cogido una cabra y la hubiera sacrificado encima de la mesa habría causado menos impacto que el que se levantara y los mirara así.
               -Eh… familia-carraspeó. Eleanor le dio un pellizco en la mano que tenía encima de la mesa, dándole su apoyo-. Tommy tiene algo que contaros-soltó, y se sentó. Tommy se lo quedó mirando.
               -Serás cabrón…-gruñó. Tommy se levantó, todos los ojos ahora en él. Y todos los ojos preocupados. Verás. Estos nos dicen ahora que son gays y que follaron por primera vez con 7 años.
               Los niños a esa edad están muy descontrolados.
               -Bueno… no sé cómo decir esto… veréis-Tommy también carraspeó, y Scott asintió con la cabeza como si acabara de demostrar la teoría de la relatividad, o algo así. Le cogí la mano y él me miró. Le acaricié los nudillos. Puedes hacerlo, le dije.
               Zayn se nos quedó mirando.
               -Ya sé lo que os pasa-miró a Louis. Y Louis también me miró a mí. Entrecerró los ojos, pero luego asintió con la cabeza.
               -Diana está embarazada-espetó por fin. Y todos los ojos volaron hacia mí. ¿Qué?
               -Y no sabéis de quién es-añadió Zayn, mirando a su hijo-. Porque habéis hecho un trío y no os pusisteis condón, ¿a que no?
               -En algún momento tenían que hacer una gilipollez semejante-comentó Louis, reclinándose en la silla.
               -No puedo decir que me sorprenda. Me decepciona, pero no me sorprende-contestó Zayn, adoptando la misma postura que él. Tommy se había quedado helado.
               -No estoy embarazada. Y no me he acostado con Scott.
               -No ha tenido el privilegio-añadió el susodicho.
               Eri y Sherezade se miraron.
               -Me dejó embarazada-explicó Sherezade, encogiéndose de hombros.
               -Era mi ídolo de la adolescencia-respondió Eri. Y las dos se echaron a reír. Sus maridos empezaron a protestar, pero ella se apartó el pelo del hombro y mandó callar-. ¿Dejáis a nuestros hijos que digan lo que tienen que decir, por favor?
               Los padres esperaron. Eri se volvió hacia Tommy. Bueno, pensó él, no puede ser peor que lo que habían pensado.
               -Vamos a hacer una banda-anunció.
               Y, por las caras de la familia, cualquiera diría que preferían la primera opción.
              


El segundo capítulo de Sabrae ya está disponible, ¡entra a echarle un vistazo y apúntate para que te avise de cuando suba los siguientes capítulos! A más gente apuntada, antes subiré




Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍               

15 comentarios:

  1. MADRE MÍA. LA QUE SE VA A LIAR

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. AYER ESCRIBÍ EL SALSEO Y DIOS MÍO SE LOS COMEN VIVOS

      Eliminar
  2. BUENO BUENO BUENO YA ERA HORA DE TENER ESTA DELICIA POR AQUÍ PARA YO PODER SEGUIR VIVIENDO, ya se me estaba acabando los motivos para seguir respira do pero tu siempre ya puntual!
    Se que todos queremos a Chad porque es un trocito de cielo en el universo pero...PUEDO MATAR A AIDEN POR CAPULLO? Acepto muchas cosas pero eso de hacer llorar a Chad no...POR AHÍ SÍ QUE NO PASO ME CAGO EN TODO capullo
    De verdad que sigo flipando por como ha evolucionado el personaje de Diana porque sigue siendo una Queen pero mucho mas humanas, encontrándose entre la espada y la pared muchas veces y enfrentando sus sentimientos...PERO NECESITO SABER YA TODO DE ELLA MALDITA SEA ERI!! !

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay Ari perdón por la espera, es que tenía el proficiency y si me ponía a escribir me sentía un poco mal porque creía que lo llevaba muy mal; por suerte me pusieron un examen muy asequible y estoy segura de que lo apruebo así que FIESTA ☺
      Chad es súper cuqui pero yo también entiendo a Aiden, C se puso raro después de que él le dijera que no quería tener sexo así que es normal que sospechara, hay que tener en cuenta que los dos lo han pasado mal, Chad porque no sabía cómo contarlo y Aiden porque pensaba que había perdido algo al no querer acostarse aún con C pero :(
      mis niños van a sufrir mucho por estar separados ay mis pobrecitos :(
      en otro orden de cosas, TOTALMENTE o sea Diana es una persona radicalmente opuesta a lo que era antes de venir a Inglaterra, para que veas lo que hace la buena vida

      Eliminar
  3. Chad y Aiden me han roto el corazón y me lo han vuelto a recomponer, qué hermosos ❤
    Me ha gustado poder ver las dudas y los miedos de Diana y Tommy, ojalá a Diana le vaya todo bien y pueda mantener sus alas. Y cuánto se quieren, es precioso ver un amor así ❤
    "Tommy tiene algo que deciros" Me he descojonado fuerte maldito Scott xd
    Amo este capítulo, es muy tierno y duro al mismo tiempo. Una maravilla.

    - Ana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Son un par de bizcochitos rellenos es que uf me duele el corazoncito de veras.
      Tommy y Diana apoyándose y haciéndose fuertes el uno al otro define GOALS.
      Scott pasándole la pelota a Tommy cuando parece que él se va a hacer cargo de lo que sucede define CABRÓN.
      Gracias por tu comentario Ana, como siempre ❤

      Eliminar
  4. AYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY PERO QUÉ ES ESTO!!!!!!!!!!!!!1
    Siempre me pasa que cuando empieza narrando Chad me cuesta seguir el hilo porque estoy más acostumbrada a Tommy o Scott pero siempre consiguo engancharme al final y me quedo deseando saber más, me han encantado estos dos últimos episodios con él, Kira y Aiden y pufff la verdad es que he odiado un poco a Aiden porque como se atreve a poner a Chad en esa posición, i mean no puede hacerle elegir, me ha parecido súper egoísta y he entendido a Niall al final cuando no "aceptaba" que hubieran vuelto, pero eso sí, la escena de la reconciliación ha sido tan bonita que se lo he perdonado.
    Cuando se lo ha contado a Kiara lo he pasado fatal porque la pobre va a sufrir un montón cuando no esté, pero luego me la he imaginado siendo su estilista a lo Louise Teasdale y ufff me encanta!!
    Y bueno, Diana es una bebé, entiendo que le de miedo dejar de lado lo que ama por algo que no sabe si va a salir bien, me ha encantado ver como con Tommy se siente bien como si no hubiera pasado nada. Estoy deseando saber qué le pasó y por qué la mandaron a Londres, casi pensaba que me enteraba hoy🙈🙉
    pd: llevaba muchísimo sin comentar porque he estado con la selectividad desquiciada pero ya he terminado (al fin) y estoy deseando seguir leyendo más!
    pd2: el puntazo de Louis y Zayn al final dando por hecho que Diana estaba embarazada y no sabía de quien porque había hecho un trío con Scott y Tommy ha sido buenísmo.
    Pd3: echo de menos a Layla
    Pd4: "-Sí. Dejarás de quererme en cuanto te enteres. Te repugnaré.
    Me separó de él para obligarme a mirarlo a los ojos. En ellos había la determinación de un guerrero que se lanza una última vez a la línea de batalla y que sabe que morirá resguardando a quienes ama, que lucha no por odio al oponente, sino por amor a sus protegidos.
    -No hay nada-hizo énfasis en esa palabra, y una parte de mí, pequeñita, se dio cuenta de que nadie despertaría en mí nunca las cosas que despertaba Tommy, que nadie merecía la pena como lo hacía él- que puedas haber hecho nunca que me haga dejar de quererte.
    Dejó que mis lágrimas terminaran de caer. Sorbí por la nariz y él me besó la punta sonrojada. Le sostuve la cara entre las manos y le besé. Le prometí todo lo que una chica le puede prometer a un chico.
    Sería fuerte por él. Dejaría de dudar por él.
    Curaría mis alas. Echaría a volar. Sólo para que él pudiera ver el mundo desde lo que se merecía: el cielo."
    AQUÍ ME MATÉ YO

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. COMENTARIOS LARGOS LOS QUE A MÍ ME GUSTAN *se frota las manos a lo mala de película*
      Yo también noto muchísimo la diferencia entre cómo narran los demás y cómo narran especialmente Chad y Layla y es cierto que a veces me cuesta un poco adaptarme a su estilo, porque Chad narra con frases MUY cortas, prácticamente sin nexos, y Layla directamente es que narra en presente xd pero también es cierto que una vez me hago a escribir con ellos se me hace todo cuesta abajo.
      TODAS ODIÁIS A AIDEN Y YO POR UNA PARTE ES QUE LE ENTIENDO POBRECITO ES QUE TIENE DUDAS Y PARECE QUE CHAD QUIERE COMO SACARLO DEL ARMARIO (?) los dos han metido la pata pero bueno, de eso se trata, de que sean humanos y no dioses (y por cierto lo de Niall me pareció súper consecuente, me lo imagino así de protector con los chicos en la vida real y ay ❤).
      Yo estoy con ven ci da de que Kiara va a ser quien peor lo pase de los tres, mi niña hermosa :(
      DIANA ES TAN PRECIOSA POR FAVOR HAY QUE PROTEGERLA PODEMOS APRECIAR QUE ESTÁ DISPUESTA A SEGUIR A TOMMY Y HACER LA BANDA AUNQUE ESO PONGA EN PELIGRO SU CARRERA AYYYYYYYYY CÓMO SE QUIEREN VOY A HACER QUE SE CASEN UN DÍA DE ESTOS Y A LA MIERDA LA TRAMA POR VENIR COÑO YA
      pd: lo cierto es que te eché un poco de menos pero entiendo que lo primero es lo primero, espero que te haya ido súper bien con la sele ☺
      pd2: yo creo que Louis y Zayn piensan que Tommy y Scott se han acostado o se van a acostar en algún momento de sus vidas porque la tensión sexual no resuelta que hay entre ellos es INNEGABLE.
      pd3: Layla vuelve enseguida, dependiendo de cómo narre con Scott y de si me extiendo mucho con él, puede que incluso en el siguiente capítulo ;3
      pd4: ME ENCANTA CUANDO COPIÁIS FRAGMENTOS DE LA NOVELA Y LOS PONÉIS EN LOS COMENTARIOS ES QUE GRITO EN ESLOVENO EN SERIO. QUÉ CUQUIS SOIS.❤❤❤❤❤

      Eliminar
  5. Quiero una charla Sceleanor. Siento que se le está dejando un poco de lado en lo referente a la banda y van a ser a los que más le afecte, creo yo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La va a haber, no te preocupes, pero será dentro del programa porque tendrán que seguir ciertas directrices que puede que no les gusten ☺

      Eliminar
  6. MADRE DEL AMOR HERMOSO. JESUCRISTO BENDITO. DIOS MIO. YA ME HE QUEDADO SIN EXPRESIONES PARA MOSTRAR MI ESTUPEFACCIÓN.
    CUANDO YO TE DIJE EN EL ANTEIOR CAPÍTULO QUE QUERÍA MAS CHAIDEN NO ME REFERIA A ESTO. NO ME REFERIA A UNA RUPTURA ERIKA. NO. SABES LO QUE HE SUFRIDO? HE LLORADO Y TODO, CON ESTO SI QUE NO SE JUEGA. ENCIMA NIALL CONSOLANDO A CHAD, MIRA ES QUE NO PUEDO. GRACIAS AL CIELO QUE HAN HECHO LAS PACES Y HAN VUELTO PORQUE SI NO IBAMOS A TENER TU Y YO UN PROBLEMA MUY GORDO Y MIRA QUE YO SOY PACIFICA.
    Por cierto, la relación que tiene con Kiara es taaaaaaaaaaan bonita que lloro otra vez. Ojala yo tener un mejor amigo asi vale :( la envidia :(.
    Volviendo a Chaiden otra vez, me ha parecido fatal la postura inicial de Aiden, no le puede hacer elegir entre el y la música, ambas son las grandes pasiones de Chad, bueno y aun que no fuesen sus pasiones tampoco le puede hacer elegir. Menos mal que recapacitó y se dio cuenta de lo mal que había actuado y pidió perdón. Tambien es verdad que yo en situación de Chad no le hubiese perdonado tan fácilmente, porque vaya pollo lio en el parque, josucristo bendito. Le hubiese perdonado, si, pero un pelin mas adelante. Pero oye, yo soy mas rara que un perro verde, asi que ignorame.

    Pasemos a Diana. Vamos a ver Erika, vamos a ver. ¿CUANDO MIERDAS VAS A DECIR QUE LE PASO O QUE HIZO? PORQUE SE ME PASAN COSAS POR LA CABEZA QUE NO ME GUSTAN NADA. Y NO ME DIGAS QUE NO ESTAMOS PREPARADAS QUE ME DA IGUAL NECESITO SABERLO YA. ESQUE SEGURO QUE LO DICES CUANDO QUEDEN SOLO UN PAR DE CAPÍTULOS PARA TERMINAR LA NOVELA, ES QUE LO ESTOY VIENDO. I SEE YOU VILLAIN, I SEE YOU.
    Es que ya no es porque necesite saberlo yo, es que ya es para ver la reaccion de Tommy y como la va a cuidar y querer, porque todo el mundo sabe que va a pasar eso. ES QUE NECESITO DRAMA BONITO ENTRE TOMMY Y DIANA. Y digo bonito porque lo que no quiero es que no se vuelvan a hablar como la anterior vez. No debes hacer eso Erika, porque si lo haces vamos a tener bronca x2.
    El final del capítulo ha sido ultragenial, me he reido mucho con Zouis, les amo jajaja. Lo peor es que encima me he imaginado sus caras cuando les han dicho que van a hacer una banda y me he reído más jajajajjajaa.

    Ahora solo me toca esperar a que subas otro capítulo :D :D :D. Puede ser que en la espera me haya derretido porque con el calor que hace... Jajajja. Bueno me voy ya que de verdad parezco que estoy loca, tkm a pesar de las amenazas.

    -Patricia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. MIRA PATRI TE DOY UN MORREO CON LENGUA POR TU COMENTARIO LARGO, QUIEN DIGA QUE EL TAMAÑO NO IMPORTA NO HA TENIDO ENTRE MANOS ALGO ASÍ DE GRANDOTE ;P (en el siguiente capítulo hay escenas Sabralec y ya me estoy preparando psicológicamente para ellos dos en fin continuemos)
      Reconozco que igual se me fue un poco de las manos la crueldad con la que discuten Chad y Aiden pero siempre quise que lo dejara momentáneamente para que aprendieran a apreciarse porque es que me da la impresión de que no lo hacen (????) son muy tontos, hermosos pero tontos.
      Al margen de que eso supusiera una redención para Niall como padre porque POR FAVOR QUÉ BIEN LE CONSUELA MI HIJO IRLANDÉS TODO LO HACE BIEN menos escoger la música de Zayn por encima de la de Harry pero bueno, nadie es perfecto, se le perdona.
      Kiara y Chad la auténtica brotp de esta novela quiénes son Scommy yo no les conozco
      Todas estáis muy ofendidas con Aiden hay pobrecito, a ver yo es que hasta cierto punto lo entiendo porque si tu novio está en plan sospechoso la semana siguiente a que tú le digas que no quieres acostarte con él, yo también daría por sentado que me quiere sólo pro el sexo y que para él soy sólo un trozo de carne perO OYE AQUÍ NO HAY VERDADES ABSOLUTAS ASÍ QUE RESPETO VUESTRA OPINIÓN AUNQUE DEFENDERÉ A TODOS MIS NIÑO A CAPA Y ESPADA COMO MADRE ORGULLOSA Y AMOROSA QUE SOY. Aunque estoy de acuerdo en que Chad ya estaba predispuesto a perdonarle pero bueno, también es verdad que le quiere mucho, está enamorado de él y tuvo tiempo para reflexionar sobre lo que había hecho y se dio cuenta de que igual se habían dicho cosas en caliente que luego no se sentían.

      Y DIANA. POR DIOS. MI NIÑA. Creo que es sin duda el personaje más complejo de la novela, es que su evolución desde los primeros capítulos (lo estoy notando ahora que subo -con bastante poca fortuna por otro lado pero xd qué vamos a hacerle- a Wattpad Chasing the Stars y ella está IRRECONOCIBLE ES QUE SON DOS PERSONAS TOTALMENTE DIFERENTES) hasta ahora es INCREÍBLE, no parece la misma chica y yo creo que no lo es. Supongo que no sólo encontrar el amor sino verte directamente fuera de tu entorno te hace cambiar de una forma tan radical pero es que es exagerado con ella!!!!!!!!!! y cómo se abre con Tommy!!!!!!! él parece el sol y ella una margarita abriendo los pétalos cada vez que él aparece (los pétalos son las piernas y el corazón xd) Y
      YA
      VERÉIS
      CUANDO
      CUENTE
      LO
      QUE
      LA
      TRAJO
      A
      INGLATERRA
      no os lo esperáis en serio, pensad mal y aun así os quedaréis cortas ;3

      Y pasando a Zouis por favor podemos apreciar lo fuckers que tuvieron que ser en su juventud para que lo primero que se les ocurra sea "hicisteis un trío vosotros tres" CHILLANDO EN SERIO
      A ver si hoy puedo subirte un capítulo estoy muy extasiada con esta puta novela y no es coña ♥

      Eliminar
  7. ESCUCHAME, ME ACABO DE ACORDAR QUE EN LOS PROGRAMAS DE MUSICA Y ESO NO DEJAN QUE LOS PARTICIPANTES SE ENAMOREN, O QUE SALGAN JUNTOS MIENTRAS QUE ESTEN EN EL PROGAMA.Y SCOTT Y ELEANOR VAN A ESTAR EN EL MISMO PROGRAMA Y ESTAN SALIENDO JUNTOS.
    ERIKA ERES UNA CABRONA, ES QUE TE ODIO. PORQUE NOS HACES ESTO, YA ESTOY SUFRIENDO Y ESO QUE NO HA LLEGADO EL CAPITULO TODAVÍA. OLVIDA EL TKM DEL MENSAJE ANTERIOR, NO TE LO PERDONO MALA PECORA.

    -Patricia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. AQUÍ EL QUE NO CORRE VUELA
      como he dicho en el anterior comentario, piensa mal
      y aun así te quedarás corta
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

      Eliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤