jueves, 15 de junio de 2017

Princesa caramelito.

Si papá y Louis fliparon con que quisiéramos seguir sus pasos, más flipamos Tommy y yo con su reacción. En todas las familias era motivo de orgullo que un niño de escasa edad que aún no sabía nada de la vida levantara sus puños al aire con entusiasmo cuando se le preguntaba qué quería ser de mayor, y proclamara:
               -¡Quiero ser-profesión-, como papá!
               Supongo que ser el único chico en casa me convertía también en la única decepción, porque cuando Sabrae decía de pequeña que quería “castigar muchos años a hombres malos, como mamá” todo el mundo se descojonaba.
               Odiaría a Sabrae, si no fuera tan mona.
               Si tuviera que definir con una palabra lo que se desencadenó después de que Tommy (Alá lo bendiga, tenía más cojones que yo), la que usaría sería cataclismo. Todo el mundo se quedó en silencio, como los bosques justo antes de que un terremoto los partiera en dos, o la costa antes del tsunami.
               Probablemente los dinosaurios también hubieran experimentado ese silencio sepulcral, casi reverencial, cuando el meteorito que ocasionó su extinción entró en la atmósfera.
               Louis nos miraba a los dos como si de repente nos hubiéramos vuelto amarillos, una suerte de personajes salidos de los Simpson que hacían su aparición estelar en sólo un capítulo.
               Prefería no saber cómo nos miraba papá. Porque le eché un vistazo de refilón y me lo encontré con los ojos clavados en mí, como diciendo no puedo creerme que me hayas hecho esto. Ni que hubiera violado a alguien o me hubiera cargado a Shasha.
               Quien, por cierto, dejó que la espiral de tensión se apoderara de ella y se levantó como un resorte.
               -¿Postres?-preguntó. Mamá la miró como viéndola por primera vez. Fue como si recordara de repente que no tenía sólo un hijo, sino cuatro. Eleanor también se levantó y la ayudó a recoger los platos, que todavía estaban medio llenos de comida.
               Aunque sospechaba que nadie tendría más apetito, después de esto.
               Dan protestó porque no le había dado tiempo a terminarse sus patatas; tenía la costumbre de dejarlas para el final, heredada de su madre, y que su hermano mayor a veces manifestaba. Me giré y vi que Tommy apenas había probado bocado. Genial, íbamos a la batalla con el estómago vacío, ilusos de nosotros.
               Eri mandó callar a su hijo, que se levantó enfurruñado y se marchó a la cocina, en pos de Shash y El. Yo fui plenamente consciente entonces de que me había dejado solo, y me sentí misteriosamente desnudo, a la par que increíblemente molesto. Ella iba a participar en el programa, en el mismo programa, toda la vida había dicho que quería ser cantante, como papá y mamá, ¿por qué coño se me echaba a mí a la hoguera mientras a ella se le daba permiso para marcharse cuando aún no había terminado el curso, cuando era dos años menor que yo?
               Mi niña era literalmente una niña. Yo ya era un hombre. Joder, que no me iba a perder nada de clase. ¡Hola, papá, me han expulsado del instituto, ¿recuerdas?! ¿Por qué cojones reaccionas como si acabara de decir que dejo la universidad a mitad del máster porque me quiero meter a camionero?
               ¿Qué pasa? ¿Tu hijo de penalti no ha resultado el golazo que esperabas?
               Ahora de muy mala hostia, clavé los ojos en mi padre, que me estudió como el biólogo que estudia al jaguar en peligro de extinción mientras éste le acecha. Puso los codos en la mesa, parpadeó un par de veces, entrelazó los dedos, como si rezara, y se llevó la unión de sus manos a la mandíbula.
               La boca de Louis era una fina línea a través de la cual parecía tratar de ingerir la traición.
               -Todo estaba delicioso, Eri-alabó mamá, tratando de llenar ese silencio pre-catástrofe con su voz. Tommy me miró con los ojos de un cachorro abandonado, puede que sopesando si lo estábamos haciendo tan mal, si nuestras acciones eran tan reprobables. Me puso una mano en el brazo al notar la hostilidad que manaba de mí.
               Porque papá era mi padre, y lo tenía lejos… pero por dios que en ese momento me dieron ganas de atizarle. Me mordí el labio hasta notar cómo el piercing chirriaba; estaba a punto de romperlo.
               Las chicas y Dan volvieron con yogures y fruta. Los colocaron encima de la mesa y las repartieron. Eleanor se sentó a mi lado y me puso una mano en la rodilla, pero yo me aparté. Ahora no. Ahora estoy con mi padre.
               Dolida, pero a la vez entendiendo, asintió con la cabeza y destapó un yogur. Papá y Louis hicieron lo mismo. Eri y mamá sólo respiraron aliviadas cuando bajaron la vista y se ocuparon de sus postres.
               Yo no comí nada. Incluso Tommy me insistió en que lo hiciera. Me recliné en el asiento y negué con la cabeza. Tommy puso los ojos en blanco. Me apeteció darle un puñetazo.
               Los niños fueron los primeros en terminar. Dieron varias apresuradas cucharadas y esperaron impacientes a que una de nuestras madres diera permiso para levantarse de la mesa e irse a jugar. Tendría que ser Eri. Mamá estaba demasiado alucinada como para ver más allá de la pera que no se decidía a pelar.
               -¿Vais a bailar?-espetó Astrid, aburrida. Eso sacó de su ensoñación a mi madre, y les granjeó el permiso para huir de la masacre. Eleanor me miró, me cogió de la mano y me besó el dorso. Eso me tranquilizó un poco.
               Un poco.

               Como iluminado por una idea divina, papá se volvió hacia Tommy y le hizo la pregunta del millón de dólares.
               -¿Cuántos?
               Con eso era suficiente. Tommy le dio el número de oro. Papá asintió.
               -¿Quiénes?-quiso saber Louis, buscando confirmación. Diana levantó con timidez la mano. Eri se apartó el pelo de la cara y bufó. Puede que esto no fuera lo que Noemí pretendía cuando la envió a su casa, que su única hija se subiera al caro de la locura absoluta que sería una banda.
               -Y Layla y Chad.
               Los dos bufaron, entendiendo. Estábamos despertando a la bestia, o peor aún: estábamos resucitando a un monstruo, montando al puto Frankenstein. Louis se sirvió una bebida de color ambarino y papá le acercó el vaso.
               Voy a necesitar más ron, escuché lamentarse a Jack Sparrow en mi cabeza mientras ellos dos bebían.
               Louis se levantó. Todo el mundo lo miró. Cogió su vaso por la parte de arriba, como lo haría un hombre de negocios que está cerrando un trato importante, y empujó la silla.
               -¿Podemos hablar con vosotros?-pidió. Nos levantamos. Diana, Tommy y yo, quiero decir. Eleanor se quedó muy quieta, tal y como hacían las ovejas cuando se acercaba el lobo. Si no me muevo, no me ve-. A solas-añadió Louis, con una mirada más dura de lo normal en dirección a Diana.
               Tommy no la protegió.
               Y yo tampoco.
               Porque los teníamos básicamente de corbata.
               Nuestras madres nos miraron con pena, lamentándose de haber malgastado 9 meses de sus vidas para terminar engendrando a unas criaturas semejantes. Eri le dio un apretón en la mano a Louis, intentando serenarlo. Mamá le pidió con la mirada a papá que no fuera demasiado duro con nosotros.
               Les seguimos por la casa, cada vez más y más acojonados, con el pavor creciendo a medida que nos dábamos cuenta de adónde nos llevaban.
               La habitación en la que Louis escribía, la habitación de los premios. Era un cubículo minúsculo, en el que apenas cabía la mesa que había en el centro de la estancia, con las paredes abarrotadas de estanterías con figuras de todas las formas, tamaños y colores. Abajo, arriba del todo, donde nadie debería acceder a ella sin pretenderlo, había una caja. La caja del Grammy.
               Noté el terror reverencial en Tommy cuando su padre la cogió y la colocó encima de la mesa. Por un momento, pensé que si Louis sacaba el premio de la caja, Tommy se desmayaría. Pero, por suerte, no fue así.
               No teníamos dónde sentarnos.
               Nos iban a follar de pie. Qué bien.
               Louis se apoyó en la mesa, los ojos fijos en la caja, y por un momento nadie habló.
               Papá le puso una mano en el hombro y sacudió la cabeza. No les pongas así la miel en los labios. No se van a acojonar. Son tan codiciosos como nosotros. Si han llegado a esta conclusión, puede que más.
               Louis asintió, captando el mensaje. Dejó la caja en su lugar y Tommy respiró tranquilo.
               -Al comedor-exigió con voz metálica. Y salimos en fila de a uno. Eché un vistazo al jardín; Eleanor y Diana estaban sentadas una frente a la otra, en las hamacas en las que tan bien se lo había pasado la americana con mi mejor amigo, pero sufriendo ahora por la incertidumbre del momento. Eleanor no levantó la vista, pero Diana sí. Se encontró con mis ojos y vi el pánico en ellos.
               No habíamos contado con esto. Si nuestros padres no nos dejaban, podíamos hacer misa. Éramos menores y no había nada que hacer para escapar de su yugo.
               Nos sentamos en la mesa, en el extremo opuesto al que lo hicieron ellos. Se sirvieron más bebida, dejada allí estratégicamente por una esposa previsora. Louis empezó a pasearse por detrás de papá como un tigre seleccionando qué corderito devora primero.
               Papá volvió a ponerse en su posición de rezo reflexivo.
               -¿De quién ha sido la idea?-inquirió por fin Louis. Tommy y yo nos miramos.
               Dejaría que me dispararan por ti, grité en el interior de mi mente, con la esperanza de que estuviéramos en uno de esos místicos momentos en que yo escuchaba los pensamientos de Tommy en mi cabeza tan altos y claros como los míos.
               -Mía-dijimos los dos a la vez, clavando los ojos en Louis. Papá se echó a reír y negó con la cabeza. ¿En esto se ha convertido mi espermatozoide ganador?
               A Louis, en cambio, no le hizo ni puta gracia nuestra evasiva. Hinchó el pecho al tomar aire y se dispuso a echarnos la bronca del siglo, cuando Tommy se volvió hacia mí, escandalizado.
               -¿Qué? ¡No! Yo convencí a Scott-se giró hacia nuestros padres-, él no quería… yo le comí la cabeza, le…
               -¿Qué cojones estás haciendo?-pregunté entre dientes. Me contestó de la misma manera.
               -Estoy hasta los huevos de dejar que cargues tú con la culpa de todo. Ya va siendo hora de apechugar-gruñó. Papá alzó las cejas.
               -Tommy-pronunció Louis, los ojos en blanco-. Claro. Cómo no. ¡Por supuesto! ¿Por qué no me sorprende?
               Y el tono hiriente en el que lo dijo, el insulto que había detrás de aquella contestación, como si Tommy llevara toda la vida haciendo gilipolleces, se le clavó a mi mejor amigo más profundo que una bala.
               -Scott será el bastardo-escupió, y todos nos quedamos flipando con su franqueza y con que aquella frase acabara de salir de sus labios, porque él sabía lo mucho que yo me comía el coco con aquello, y contribuía a hacerme ver que no era así-, pero el error soy yo, ¿verdad? ¿Podrías tratarme como si no fuera un puto inconveniente un minuto de tu jodida vida?-ladró, y yo me quedé de piedra. Tommy nunca le había hablado a su padre así.
               -No eres un error, Tommy-intervino papá, que lo sabía muy bien. Él había estado allí cuando mamá estaba embarazada de mí y Louis entraba tenso en el coche, y camino de la universidad les contaba que a Eri le había vuelto a bajar la regla esa mañana. Papá sabía lo que era desear un hijo. No es que conmigo hubiera sido así, pero sí que lo había visto en Tommy.
               -Sí, ya lo veo-espetó Tommy-, cada vez que respiro, a él le molesta. Si hubiera sido Scott el que hubiera dicho lo de la banda, él estaría encantado-se cruzó de brazos-, pero como el que lo ha contado soy yo, el que ha tenido la idea soy yo… vaya, parece que, después de todo, el único que lo echa de menos es Niall.
               -Se agobiaba cuando no te conseguía-gruñó papá-; eres de lo que más ganas ha tenido en su vida.
               -Sí, al contrario que yo, T-escupí-. A ti te buscaron, yo fui un inconveniente con el que cargar.
               -Si os pensáis que poniéndoos melodramáticos no vamos a hablar de esa banda, estáis muy equivocados-ladró Louis, dando un puñetazo en la mesa de cristal que hizo que Tommy y yo diéramos un brinco. Papá permaneció imperturbable cual estatua en un templo. La cosa, de repente, no iba con él-. ¿Tenéis idea de lo que acabáis de decidir? ¡Vais a…!-se llevó las manos a la cabeza, y tomó aire-. Está bien, ¿qué os ha llevado a tal conclusión?-quiso saber. Me revolví en el asiento mientras papá me miraba por debajo de sus cejas. Tenía la cara orientada hacia el vaso, como si su atención estuviera en el líquido que estaba a punto de ingerir, pero el tema que más le interesaba en ese momento era yo.
               -Scott-dijo T solamente. Porque yo era razón suficiente para que el mundo girara para él.
               Él era razón suficiente para que el universo existiera para mí.
               -¿Qué le pasa a Scott?-preguntó Louis.
               -Le han expulsado. No va a poder volver al instituto. Es tarde para que se vaya a otros, y no puede perder un año.
               -Al margen de que se acabó toda oportunidad de entrar en una universidad buena para mí-añadí, y levanté las manos-, tengo antecedentes.
               -Puedo entenderlo hasta cierto punto, pero… ¿una banda? ¿Qué hay de tu universidad, Tommy? ¿Qué hay de tu vida?
               -Creo que todos sabemos que yo no iba a ir a la universidad. Ni siquiera sé qué quiero hacer. Yo sólo quiero estar con Scott.
               -No os vais a morir por estar trabajar en cosas diferentes.
               -Eso es verdad, pero no es el trabajo, es el tipo-intervine.
               -Sí, ¡exacto! No es lo mismo un oficinista que una puta estrella del rock. Todos sabemos que Scott podría hacer lo que le diera la gana. Que tendría a medio mundo detrás de él. Y yo, ¿dónde me quedaría?
               -No. Os. Va. A. Matar. Estar. Separados-silabeó Louis, como si fuéramos tontos.
               -Oh, no, no nos va a matar, papá. Sólo yo me suicidaría, y luego Scott se moriría de pena, es verdad-escupió Tommy, venenoso.
               -¡Tenéis un millón de cosas que hacer! ¿Por qué ha de ser una banda?
               -¡Porque es lo que se nos da bien!-gritó Tommy-. ¡Ni siquiera nos habéis oído cantar juntos y ya queréis enterrarnos, pues muchísimas gracias!
               -¡No queremos enterraros, queremos protegeros!-tronó Louis-. ¡NO TENÉIS NI IDEA DE A QUÉ ESTÁIS RENUNCIANDO!
               -¿A QUÉ? ¿A NO SABER QUÉ HACER CON NUESTRAS VIDAS? ES GRACIOSO QUE SEAS TAN ANTI-FAMA, CUANDO LUEGO SALES POR AHÍ Y CON TODOS TUS COJONES DICES QUE LA FAMA TE HA REGALADO TODO LO QUE TIENES Y QUE SE LO DEBES TODO A LA MÚSICA. PUEDE QUE YO TAMBIÉN QUIERA UNA FAMILIA, O ÉXITO, O LAS DOS COSAS, O…
               -No lo haréis por las chicas-Louis entrecerró los ojos. Papá parpadeó. Tommy y yo nos echamos a reír.
               -Tenemos novia-le recordó Tommy.
               -Algunos, más de una-bromeé. Tommy se giró y nos echamos a reír. Nunca iba a desaprovechar una oportunidad de tomarle el pelo.
               -Además, con estas caras-Tommy me acarició la mejilla más alejada a él y se puso una mano a modo de cuadro en su propio rostro-, ¿crees que necesitamos ir a algún programa para follar? ¿En serio, papá? ¿Tan mal te crees que están las cosas?-Tommy alzó una ceja y se echó a reír.
               -A mí no me hace ni puta gracia-escupió Louis, y Tommy y yo seguimos riéndonos. Él esperó a que acabáramos-. No tenéis ni zorra idea de todo lo que vais a perder. Se os van a echar encima. No os van a dejar vivir-señaló al exterior, donde no había absolutamente nada que pareciera peligroso. Ahora, que si la hierba era mutante y se iba a convertir en carnívora cuando la pisáramos, podría avisarnos. Louis clavó sus ojos en mí-. Sé que es atractivo, por dios que lo sé, pero vosotros mismos, precisamente vosotros deberíais saber todo lo que conlleva. Las cosas que os vais a perder. Todo en vuestra vida cambiará. No estaréis aquí para vuestra familia. ¡Por dios, que me fui de tour, y cuando volví tenía un hijo más!-bramó, y Tommy y yo nos pusimos rígidos. Se refería a Dan. Cuando Eri se quedó embarazada de él, Louis estaba a punto de marcharse en un tour tan necesario como ansiado. No le dijo nada y ocultó su estado durante la duración de éste, casi un año en el que Tommy tuvo que conformarse con ver a su padre a través de Skype y poder abrazarlo y estar con él en muy contadas ocasiones… ocasiones en las que su madre ni siquiera pudo acompañarlo-. ¡Y Zayn!-añadió, y papá pestañeó, en parte esperando lo que venía-. ¿Sabéis lo que le hizo la fama? ¿Lo mal que lo terminó pasando en el grupo?
               -Pero lo superó, ¿no?
               Papá se echó a reír.
               -Que superes una cosa no quiere decir que hayas sufrido menos por ella. Más os vale tener una razón de peso para hacer esto, más fuerte que “es que no podemos estar juntos”. A ver si os sirve eso cuando os dé la depresión porque os van a explotar. A ver si encontráis consuelo en el otro cuando uno de los dos no pueda más y quiera irse a toda costa.
               -No vamos a querer irnos-aseguró Tommy.
               -Eso decís ahora. Pero, ¿te has parado a pensar qué efecto tendrá en vosotros dos que hayas tenido que convencer a Scott? ¿No debería haber sido sencillo?
               -No me comió la cabeza. Al principio, la idea me…-miré a Tommy-. Me pareció una puta locura. Pero tiene sentido. Canto bien. Me gusta la música. No tengo otra cosa que hacer. Y estaríamos juntos. Y eso es lo que importa.
               Louis se apoyó en la pared, con los brazos cruzados y asintió despacio con la cabeza. Se mordió el labio.
               Clavé los ojos en papá. El final boss. Si ganaba esta batalla, rescataría a la Princesa Melocotón y sería coronado rey.
               -Papá-susurré-. Di algo.
               Papá se pasó una mano por el pelo. Se reclinó en el asiento, apoyando la espalda en el respaldo.
               -Te vas a destrozar la vida, Scott-su tono no era a la defensiva, no era un ataque, sino más bien un lamento-. Joder, aprovecha ahora. Vete a la universidad, estudia cualquier cosa, fórmate…
               -¿Crees que en las facultades de Ingeniería Aeronáutica tendrán mucho interés en un chico musulmán al que encima expulsaron de su instituto en el último año del curso por mandar a una panda de críos al hospital?
               -Puedes estudiar cualquier otra cosa-respondió papá. Y yo me eché a reír.
               -Que me digas tú eso, que trabajas porque te gusta, después de estudiar la carrera que te apasionaba porque te dio la gana tiene cojones.
               -Sé lo apetecible que parece esto, pero yo he estado en los dos lados. Tú, tus hermanas y tu madre sois lo único de lo que no me arrepiento. Sabes que lo digo en serio cuando me preguntan qué consejo me daría a mi yo de 17 años, y le respondo que le diría que no se presente a la audición aún. No estaba listo entonces, ni lo estás tú ahora. Vas a convertirte en una persona totalmente diferente. Se acabó lo de ir a echar partidos con tus amigos, lo de ir de viaje… no te digo que no lo hagas, Scott. Sé que lo quieres, que te gusta, te veo cantar, pero sólo te digo que no lo hagas ahora-incidió en la palabra-. Disfruta un poco más del anonimato. Cuanto estés listo, lo sabrás.
               -¿Qué anonimato?-escupí-. Soy Scott Malik. A los minutos de vida un millón de personas ya le habían dado a “me gusta” en la primera foto en la que salgo en Instagram. Quién sabe cuántas más me verían. Nunca he tenido anonimato; ni tengo de eso, ni nunca lo voy a tener, así que podría aprovecharlo.
               -¿Por qué no le montáis este pollo a Eleanor?-quiso saber Tommy, y yo asentí con la cabeza. Exacto, ¿por qué Eleanor sí y nosotros no?
               -Porque Eleanor lleva preparándose toda la vida. Desde pequeñita lo ha tenido claro.
               -Que nosotros lo hayamos decidido ahora no quiere decir que no lo vayamos a disfrutar.
               -O que ella no sea dos años menor-añadí.
               -La preparación es diferente. Está convencida. Sabe a lo que renuncia.
               -Y va sola-añadió papá-. Y no le molesta que le digan que se parece a sus padres. A vosotros, es el peor insulto que pueden deciros.
               -Eso no es…-empecé, pero papá se me quedó mirando.
               -Scott, ¿en serio me vas a decir que una de las cosas que le dirías a Tommy cuando te dijo lo de la banda fue que no querías que te llamaran por mi nombre?
               -A ti tampoco te gustaría que te llamaran por el del abuelo.
               -Me molestaría, sí-asintió-, porque yo soy mi propia persona, pero que me moleste que me ninguneen algo tan básico no quiere decir que me joda a la escala planetaria a la que a ti te jode que te digan que eres igual que yo.
               -No soy igual-repliqué-. Yo llevo un piercing en el labio.
               Papá se echó a reír. Se frotó la cara.
               -Puto crío…
               Tommy se mordió una carcajada. Yo me mordí el labio para no sonreír. Sí, joder, la verdad es que era mi padre en muchos aspectos, y eso era tanto un orgullo como una maldición.
               -¿Es oficial, entonces?-preguntó Louis.
               -Es oficial-respondió Tommy.
               -¿Está decidido?
               -Está decidido.
               -Muy bien-se pasó la mano por la barba-. ¿Zayn?
               -No os esperéis nuestro éxito, chavales-papá sonrió-. Lo que nos pasó a nosotros no le volverá a pasar a nadie. Así que, cuando os comparen con nosotros, no os sintáis mal. Pensad que nadie llegará jamás a nuestro nivel-papá sonrió con esa sonrisa de cabrón que había heredado de él, que en mí tenía un nombre pero en él seguía sin distinción, porque sólo se la dedicaba a una chica y no tenía sentido ponerle una marca.
               -No os agobiéis si no conseguís el número uno con el primer sencillo que saquéis. No todo el mundo lo consigue-Louis se miró las uñas.
               -Especialmente en solitario, ¿eh, Lou?-papá se giró y le sonrió. Louis le hizo un corte de manga.
               -Me alegré de que te fueras.
               -Más marihuana para ti.
               -Nada de drogas-espetó Louis de repente, muy serio. Y papá asintió con la cabeza.
               -Nada de drogas, ni de mujeres. Oh, joder, sobre todo, nada de mujeres.
               -Vírgenes hasta el matrimonio. Castos y puros hasta la muerte.
               -Es un poco difícil para eso, papá-se rió Tommy.
               -Que no se os suba la cabeza. Eso es lo peor que os puede pasar. La actitud de perdonavidas es repulsiva-negó con la cabeza-. Sed humildes. Tratad bien a todo el mundo.
               -Saludad a todo el equipo.
               -No os volváis unas divas.           
               -Y currad. Me la suda cómo os apellidáis. No, mejor: precisamente por cómo os apellidáis, tenéis que mover el culo-instó papá-. Yo no me pasé media juventud entrenando la voz y llegando a notas altas para que ahora tú enfangues nuestro apellido, Scott.
               -Puedo llegar a tus notas sin despeinarme-respondí.
               -En tus sueños, niño-papá se echó a reír.
               -Y no dejéis de pasároslo bien. Creo que ésa fue la clave. La gente veía que nos lo pasábamos bien y que éramos amigos. ¿Está claro? Vais a trabajar mucho, especialmente empezando en un programa-asentimos, y Louis asintió también-. Prometedme que no dejaréis que os presionen. Y que, si os parece que no podéis más, no intentaréis apechugar con ello. ¿Me lo prometéis?
               -Sí-balamos, como dóciles corderitos.
               -Y prometedme que vais a estar bien.
               -Sí-balamos, como dóciles corderitos.
               -Y que, a la mínima que os sintáis mal, lo pararéis todo. Lo primero es la salud.
               -Promesa de boy scout-canturreamos Tommy y yo. Papá y Louis se miraron un momento.
               -¿Estaréis bien?-preguntó Louis. Asentimos-. ¿Tommy?-Tommy asintió-. ¿Scott?-yo asentí también-. ¿Fijo?-volví a asentir.
               -Preocúpate de tu hijo, que el mío va a ser el nuevo Harry-se rió papá. Tommy se hizo el ofendido.
               -Simplemente no quiero que Scott pase por lo que tuviste que pasar tú, Z.
               Papá sonrió y Louis le sonrió a él. Y que yo me llevaba como me llevaba con Tommy encontró su explicación entonces. Lo habíamos heredado de ellos. Ellos eran la semilla.
               Nosotros éramos el árbol.
               Tommy y yo chocamos los cinco por debajo de la mesa. No había ido tan mal, después de todo.
               Nuestros padres se giraron para estudiarnos.
               -¿Y bien? ¿Ya habéis elegido el nombre?
               -¿Que si hemos elegido el nombre?-repitió Tommy-. ¡Tenemos hasta logo! Niall ya está haciendo sudaderas con él. Dice que seremos la mayor banda del mundo.
               Papá y Louis se miraron de nuevo, sorprendidos.
               -Quiero decir… ¿no nos esperábamos ya esto del irlandés, Louis?
               -Un poco sí, Zayn. Pero yo no me esperaba que traicionara a One Direction así como así. ¿La mayor banda del mundo? Nosotros aún seguimos en activo. Eso me ha dolido.
               Todos nos echamos a reír. Nos acercaron una copa y brindaron por nosotros.
               Por nosotros, y por nuestra victoria sobre Eleanor. Porque, dijeron, los miembros de bandas tienen que apoyarse los unos a los otros.


Ahora tenía un propósito. Desearía tener otro, pero había nacido para aquello. Después de contarles a nuestros padres lo que nos disponíamos a hacer, me descubrí a mí mismo en una suerte de estado de euforia, como ése justo después de terminar el último examen del curso.
               No es que hubiera terminado los exámenes, sino más bien al contrario, pero aun así. Cuando volvimos a casa, sin que nadie dijera una palabra ni preguntara por mi conversación con papá, decidí que mi misión personal era ver todos los vídeos que pudiera de él cantando en el corto espacio de tiempo del que disponía hasta la hora de la cena.
               Porque, por un lado, me estaba viendo a mí. Una parte de mí se estremecía con los gritos que se escuchaban cuando papá alcanzaba una nota extraordinaria, solo o acompañado; algo en mi interior se regodeaba cuando el nombre de mi padre era el que se mencionaba justo después de decir “y el ganador es…”; una región escondida de mi alma se deleitaba en ver sus presentaciones, sus fotos, los reportajes, las contestaciones a preguntas sobre su música y si se había esperado ese éxito.
               Porque ese podía ser yo. Ése era yo.
               Y, mientras yo alimentaba mi ego y mis delirios de grandeza, en mi casa se gestaba una pequeña revolución. Había el mismo movimiento que en los hormigueros justo antes de que la hormiga reina decidiera cambiar de hogar.
               Y, sorprendentemente, quien más tranquila parecía de todas las revolucionarias, era mi madre. Llevó mi padre de la mano hasta la cocina y cogió un botellín de cerveza. Lo abrió y se lo tendió para compartirlo, pero papá negó con la cabeza. Ya había bebido demasiado, y la conversación que iban a mantener requería de toda su concentración.
               -¿Qué le has dicho?-preguntó mamá con un hilo de voz.
               -Le he dicho cómo iba esto.
               -¿Se lo has dicho todo?-quiso saber mamá. Lo de las tentaciones. Lo de las meteduras de pata. Lo de echar de menos y deslomarte.
               Lo de dejar de ser persona. Lo de ser una gallina de los huevos de oro, dependiendo de a quién le preguntaras.
               Joder, claro que me lo había contado. Y yo era tan gilipollas como para pensar que aquello eran exageraciones, y que la felicidad recogiendo premios, las sonrisas en los conciertos y la satisfacción de cada reconocimiento no podían ser fingidas.
               -Todo, gatita-asintió papá con la cabeza. Se acercó a ella y hundió sus manos en su pelo. Mamá le miró con tristeza.
               -Al menos nos está dando lo que queríamos, ¿no? Después de tantos años, por fin quiere seguir tus pasos.
               Una lágrima se asomó en los ojos de mamá. Papá le acarició la mejilla con el pulgar.
               -Siento habértelo quitado-susurró. Mamá negó con la cabeza.
               -Sabíamos que esto iba a pasar, Zayn. Es sólo que… creí que tendríamos más tiempo con él.
               -No me refiero a Scott. Me refiero al tiempo-explicó mi padre. Mamá cerró los ojos. Se dejó besar y consolar.
               No era como si me fuera a la universidad, era muchísimo peor: si llegaba hasta el final del programa, estaría más de dos meses fuera de casa, sin dormir una sola noche allí, sin tan siquiera poder pasarme a comer. Me sometía a un encierro voluntario.
               Todo porque había sido lo suficientemente gilipollas como para salir por el vestíbulo del instituto con la gorra quitada. Aquel comportamiento se salía de mi línea de subnormal.
               Supongo que mamá lo llevó mejor por ser la más consciente de que tarde o temprano yo me iría de casa. Algún día me independizaría y pasaría de volver a casa a ir de visita a casa de papá y mamá.  Te da tiempo de sobra a pensar en esas cosas, especialmente cuando has firmado la matrícula del último año de instituto de tu hijo mayor, ése que nunca ha llegado a terminar.
               Pero, cuando eres la hermana pequeña, la cosa es muy diferente. Eres ajena a tu propio crecimiento, no digamos ya al de tu hermano mayor, que siempre ha estado ahí para ti y que tú das tan por sentado como tus padres.
               Y que tu hermano mayor se vaya de casa es lo más parecido que vas a experimentar a quedarte huérfano antes de que uno de tus padres muera.
               Me prometí compensarlo, pasar todo el tiempo que pudiera con ellas, pero Shasha estaba demasiado ocupada con las series que le consumían tanto tiempo y Duna ya no jugaba a las cosas a las que solía conmigo. Le interesaba más la compañía de niños de su edad, no de chicos que la atosigaran a besos y se la quedaran mirando como echándola de menos a pesar de que la tenían delante.
               Y Sabrae tenía a Alec.
               Es por eso que rompí mi promesa nada más hacerla, que seguí durmiendo la mañana y no levantándome a decirles adiós, ni siquiera a prepararles el puto desayuno. Porque pensaba que estaban bien, porque creía que entendían que yo no tenía otra salida.
               Pero me equivocaba.
               Sabrae tendría a Alec, pero Alec no era yo.
               Estaba visitando varias páginas de experiencias en concursos similares al que yo iba a ir (había dejado de buscar trucos para mejorar la voz después de preguntarle a papá qué era lo que más se valoraba, y me dijo que después del talento, la evolución, y lo primero me sobraba) con los auriculares puestos cuando Shasha abrió la puerta de mi habitación y se me quedó mirando, colgando de la puerta como si fuera una marioneta a la que su dueño ha dejado abandonada. Me quité los cascos y la música de la habitación de Sabrae, que la tenía a todo lo que daba, impactó contra mis oídos.
               -¿Qué?-inquirí, bastante más suave de lo que lo había hecho toda la vida. Ya no había tiempo para ser borde con Shasha.
               Ella parpadeó.
               -No puedo creer que no te des cuenta, Scott-negó con la cabeza-. Los tíos sois de verdad tontos de remate.
               -¿Cuenta de qué?
               Shasha hizo un gesto con la cabeza en dirección a la pared. Y luego se fue. Dejando la puerta abierta. Me levanté para cerrarla, sin entender. Pero asomé la cabeza, como movido por un impulso celestial, y la vi esperando en su habitación, su cabeza flotando en el aire, su pelo negro colgando.
               Miró la puerta de la habitación.
               Y yo me di cuenta de que dos más dos eran cuatro.
               Sabrae llevaba días de mal humor. Llegaba del instituto, gruñía un saludo, comía, y se metía en su habitación. Sólo salía para ir al gimnasio o para vapulear su saco de boxeo, lo cual sólo sucedía cuando yo estaba fuera, jugando al baloncesto con los chicos. Lo achaqué a que estaba estresada, a que Alec había hecho otra gilipollez y no nos lo había contado porque sabía cómo nos poníamos con él (especialmente después de que lo pasara tan mal cuando dejaron de hablarse a principios de año), por dios, incluso mi testosterona me empujó a recitar mentalmente aquel precioso mantra por el que mi madre me desheredaría con toda la razón del mundo: igual está con la regla.
               Sabrae ni estaba con la regla, ni estaba a malas con el mundo, ni estaba a malas con Alec. No estaba de mal humor: estaba cabreada, cabreadísima. Conmigo.
               Era yo el que iba a hacer una gilipollez. Crónica de una gilipollez anunciada: abandonarla.
               Abrí la puerta de su habitación y me la encontré tumbada en la cama, abrazada con las piernas a aquel peluche inmenso de Bugs Bunny de bebé, y tecleando con rabia en la pantalla de su teléfono. No se movió. Puede que ni se enterara de que había entrado en su habitación.
               Cerré la puerta y me apoyé en ella. Dije su nombre, varias veces, pero no me hizo el menor caso. Me acerqué a la cama y sus ojos se desplazaron por fin. Parpadeó y volvió a su teléfono. Estaba intentando decirme que le importaba una puta mierda.
               Mejor aún: estaba intentando convencerse a sí misma de que yo le importaba una puta mierda.
               Apagué la música, protestó, no le hice caso, me senté en la cama a su lado y hundí los dedos en sus rizos negro noche. Ella no se movió. No iba a dejarse seducir tan fácilmente; llevaba toda la vida haciendo lo mismo cuando quería amansarla, pero ahora había metido la pata hasta el fondo. Y, si tenía que sufrir su ira, la sufriría gustoso.
               Todo con tal de que mi niñita preciosa me perdonara.
               -Saab-susurré. Siguió sin moverse, tecleando en la pantalla. Por respeto y quizá también por temor a lo que me pudiera encontrar, decidí no echar un vistazo para ver con quién hablaba. Las posibilidades eran bastante reducidas: sus amigas o el novio que no era su novio. Puede que estuviera diciendo que el traidor de su hermano estaba intentando hacerle la pelota en ese mismo momento-. Saab-repetí.
               Por fin, se dignó a mirarme por encima del hombro.
               -¿Qué quieres? Estoy ocupada-informó. Le dolió usar ese tono duro conmigo, lo noté en cómo se aferraba con más fuerza al peluche de Bugs Bunny, apretándolo aún más con sus piernas. Oh, no. Mi hermano se irá, pero tú no.
               -¿Qué te pasa?-pregunté. Soltó un bufido.
               -¿A mí? Nada. ¿Y a ti?
               -Muchas cosas-contesté, apartándole un mechón de pelo de la frente. Ella puso los ojos en blanco, como si le molestara el gesto maternal; puede que un poco le fastidiase, especialmente teniendo en cuenta que llevaba el pelo suelto por comodidad, para poder estar tirada en la cama sin hacer nada sin que las trenzas le molestaran.
               -Qué tragedia-me empujó con una mano hasta conseguir levantarme-, por desgracia, tú ya no eres problema mío, Scott. ¿Por qué no te vas con Tommy a que él te solucione las cosas?-atacó. Y no me hizo daño que me diera donde más me dolía, porque sabía que no pretendía decir eso en serio, o que si lo hacía era por despecho y no porque realmente lo pensara.
               Pero aquella salida de tono me dio la excusa perfecta para quitarle el móvil y metérmelo en el bolsillo trasero del pantalón. Si quería bronca, si quería desahogarse, si quería algo sobre lo que volcar toda su frustración… yo sería ese algo.
               Sería todos los algos que Sabrae necesitara. Eso había elegido cuando la encontré. Convertirme en todo lo que ella requiriera, el colchón que se ponía debajo de su trapecio para evitar que se rompiera la crisma si, por casualidades de la vida, se precipitaba al suelo.
               Aun acosta de mí.
               Especialmente acosta de mí.
               -¡Dame mi teléfono!-rugió, embravecida. Se puso de pie de un brinco y trató de saltar hacia el móvil, y por un momento casi lo alcanza, pero yo fui más rápido que ella y levanté el brazo todo lo que pude, poniéndolo donde ella no podía recuperarlo.
               Se quedó mirándome, con los puños apretados, y por un brevísimo instante pensé en ella y en Al. Él era más alto que yo, y yo a ella la había llamado “pequeña” lo suficiente cuando era aún una niña como para detener su crecimiento. ¿Cómo habían hecho para que yo no me fijara en la diferencia de altura que había entre ellos dos?
               -Tenemos que hablar antes-insté. Intenté imponer mi autoridad en mi voz, pero no podía. Intenté echar mano de todas las veces en que las crías me habían cabreado, pero no conseguí un poco de dureza en mi tono. Casi parecía una súplica. Y casi reblandeció a Sabrae.
               Casi.
               -¿Sobre qué?-quiso saber con voz neutra, desinteresada, como el ama de casa que le abre la puerta a un vendedor cuyo producto no le interesa, pero cuya educación le impide cerrarle la puerta en las narices.
               Incliné la cabeza a un lado.
               -Sabrae-susurré.
               -¡¿Sobre qué?!-gritó, como una tormenta de verano que de repente hace acto de presencia.
               -Sobre nosotros-dije en voz baja, cual cordero que espera que los rayos no asusten a su rebaño, porque no podía hacerlo solo. No quería hacerlo solo. Las necesitaba detrás de mí, esperándome en casa, estando conmigo aunque fuera en la distancia. No podía marcharme si Sabrae no me perdonaba de antemano todas las veces en que tendría que sobrevivir sin mí.
               Cuántas pesadillas tendríamos los dos porque no íbamos a tener al otro a una pared de distancia.
               Sabrae negó con la cabeza.
               -Tienes que prepararte para el concurso, Scott-escupió-. No tienes tiempo para estas cosas.
               -Para ti siempre voy a tener tiempo, chiquitina-me salió del alma llamarla así; hacía años que no la llamaba así. Recordaba haber usado esa palabra con ella cuando empezó a andar, recordaba haberla animado con esa palabra al otro lado de la habitación, cuando aún no tenía confianza como para caminar por sí misma; recordaba haberla usado cuando empezó al cole y yo me acercaba a verla y me aferraba a la valla y le acariciaba la cara y le daba un beso, porque los de preescolar no se juntaban con los niños de primaria, y nosotros habíamos nacido con demasiado tiempo de diferencia como para que yo estuviera allí. Recordaba haberle cogido de la mano mientras nadábamos en la playa y habérmela llevado a un sitio en el que no hacía pie, y ella se había asustado mucho, pero yo la abracé, le aseguré que la tenía, le dije “te tengo, chiquitina”, “no te voy a dejar marchar, pequeña” y eso a Sabrae le bastó.
               Igual que le bastó entonces.
               Igual que le había bastado toda la vida.
               Sus ojos se llenaron de lágrimas. Estiró la mano en busca de una patita de Bugs Bunny, como hacía cuando era pequeña y yo me hacía el enfadado con ella y ella tenía que buscar consuelo en alguien. O darme celos. O las dos cosas.
               Con un esfuerzo hercúleo, cogió el peluche y se lo estrechó contra el pecho. Hundió la cara en él y cerró los ojos. Respiró la esencia de una infancia que se había perdido, cuyos retazos aún resistían en palabras, recuerdos y fotografías desperdigadas por la habitación, así como tres huellas en una pared, escondidas detrás del escritorio.
               Sacó la cabeza después de unos momentos de su escondite, y me miró las rodillas.
               -No quiero… no quiero ser la hermana mayor-se lamentó por fin. Yo di un paso hacia ella, inseguro. No se movió, así que di otro. Y otro más. Y la tenía pegada a mí. Le acaricié la mejilla empapada, odiándome por ser yo la causa de que mi preciosura lo pasara mal.
               -No vas a ser la hermana mayor, Saab-respondí. Ella negó con la cabeza.
               -Para ti es fácil decirlo. Tú siempre lo vas a ser, aunque no estés en casa, pero yo… no estoy lista para estar al mando, Scott. No estoy lista para cuidar de Shash y Dun.
               -Mamá y papá te ayudarán.
               -Mamá y papá no lo entienden como lo entendemos nosotros-volvió a sacudir la cabeza, sus rizos negros bailando a su alrededor como un halo de terciopelo negro. Y no me pareció que Alec tuviera ningún mérito por verla preciosa, porque ella lo era. Yo la había querido más, cuando la conocí sin ningún rizo que pudiera seducirme, y aun así supe ver el diamante que tenía ante mí aun a pesar de que estaba sucio y sin pulir.
               Pero ahora era una verdadera joya, la joya de la corona. Era una señorita, estaba a punto de ser una mujer. Era bastante más fuerte de lo que creía. Yo podía verlo. Pronto lo vería ella también.
               Podría haberle dicho cualquier cosa, como que papá y mamá tenían también hermanos, además el mismo número de hermanos que teníamos nosotros, pero… en el fondo tenía razón. Ellos no lo entendían. Nadie entendía la relación de dos personas ajenas, fueran cuales fueran, les uniera el vínculo que les uniera, porque si cada persona es un mundo, cada relación entre ellas es un puto universo.
               -Confío en que lo harás bien-le dije, apartándole el pelo de la preciosa cara, hundiendo los dedos en aquellos rizos que olían a manzana. Sabrae se mordió el labio.
               -No te vayas, Scott-me pidió. Me rompió el corazón un poquito, he de admitirlo-. Me moriré de pena si te vas.
               -Voy a venir de visita-le prometí, y más o menos era verdad; no podría venir de visita cuando estuviera en el programa, pero si aquello salía bien, todo un mundo de posibilidades se abriría ante nosotros. Me la llevaría al lugar más recóndito del mundo, le traería los regalos más exóticos y haría fotografías de los puntos más preciosos del planeta. La ayudaría a cumplir su sueño de viajar por todo el mundo y conocer aquel punto azul en la inmensidad del espacio.
               -Pero es que yo no quiero dejar de vivir contigo, Scott-se lamentó, y se echó a llorar, y se limpió las lágrimas y se las limpié yo también y le acaricié las manos mientras ella intentaba serenarse, pero no podía-; se suponía que aún nos quedaban un par de años juntos-gimió-, y ahora en menos de un mes te vas. Para siempre. Y yo me voy a quedar aquí, y te voy a echar mucho de menos, y…-no pudo continuar, se ahogó en sus lágrimas. Qué imbécil me sentía en aquel instante, viendo vídeos de lo que me esperaba, fantaseando con el momento en que millones de chicas corearían mi nombre cuando la única que podía hacerlo sonar como sonaba era mi hermanita pequeña.
               -Eh, eh, pequeña-le dije, atrayéndola hacia mí y abrazándola. Sabrae me pasó los brazos por la espalda y se echó a llorar a lágrima viva, dejando que el calor de mi cuerpo la consolara. Cuántas veces habríamos hecho eso a lo largo de nuestras vidas.
               Cuántas veces no podríamos volver a hacerlo.
               -Sabes que me quedaré siempre contigo, y que si necesitas algo, sólo tienes que coger el teléfono y llamarme, y yo estaré aquí en un santiamén, ¿lo recuerdas? No importa cuántos aviones tenga que coger. Estaré aquí. ¿Vale? ¿Te sirve eso?
               Sabrae asintió con la cabeza despacio, frotándose la cara.
               -Sí-susurró. Le di un beso en la cabeza y la noté sonreír.
               -Te quiero muchísimo, pequeña-le aseguré, frotándole la espalda y pegándola aún más a mí. Se acurrucó contra mi pecho y suspiró.
               -Yo también-me concedió. Me habría hecho pis del gusto, pero ahora no estaba para dejarme llevar. Tenía una misión nueva que cumplir: conseguir que dejara de llorar y arrancarle una sonrisa.
               De modo que le pregunté:
               -¿Hasta dónde me quieres, Sabrae?
               Soltó una risa entre dientes, y señaló el escritorio. Cuando era pequeña, era ella la que solía preguntarme eso cuando nos abrazábamos. ¿Hasta dónde me quieres, Scott?, me decía, y yo le señalaba algo cerca, y ella se echaba a reír, daba una palmada y negaba con la cabeza, ¡yo creo que es mentira! ¡Me quieres, por lo menos, de aquí a la Luna!
               Siempre regateaba un poco con ella antes de ceder. De aquí al buzón. De aquí al Big Ben. Bueno, mira, hoy estoy sensible, así que de aquí a Bradford. Ella siempre sacudía la cabeza y decía que era mentira, que la quería de aquí a la Luna como mínimo.
               -De aquí a la Luna y vuelta otra vez, pero sólo cuando te ríes-le terminaba contestando yo, y ella se echaba a reír.
               Joder. Cómo iba a echarla de menos. La echaba de menos ahora, teniéndola entre mis brazos. Menos mal que tendría a Tommy y Eleanor conmigo.
               -Es mentira-sonreí. Ella sacó la cabeza de mi pecho y me miró. Esbozó una sonrisa traviesa y me dio un apretón antes de soltarme el golpe más bajo que podría darme jamás.
               -Sott.
               Me quedé de piedra mirándola. La madre que la parió. Shasha había estado llamándome Sott hasta los tres años, porque Sabrae la había convencido de que era mejor llamarme así. Y a las dos les había venido de piernas.
               Y había sido la primera palabra de Sabrae.
               Mi maldito nombre. Bueno, en su variante.
               -¿Quieres guerra? Porque a este juego podemos jugar dos, princesa caramelito-bufé entre dientes. Sabrae se rió de nuevo.
               -Sott-repitió.
               Me robó el corazón. Bueno, lo poco que quedaba de él. Que hiciera lo que quisiera, a mí me daba igual. Se le pasó un poco el disgusto de que fuera a marcharme y eso fue bueno.
               Cuando Tommy vino a comer a casa al día siguiente, me contó que él también había tenido un drama fraternal similar. Dan se había puesto como una verdadera fiera diciendo que él no podía ser el hombre de la casa ahora que Tommy se marchaba (mejor omitíamos el detalle de que Louis iba a seguir allí) y que no podía cuidar de Astrid él solo, y que le parecía muy mal que se fuera con Eleanor cuando él y T compartían una conexión especial y bla bla bla.
               La bronca fue tan monumental que Tommy terminó cogiendo a Dan y metiéndoselo dentro de la sudadera y jugando a videojuegos con él apretado contra su pecho, como una mamá canguro haría con su cría recién nacida, o como él había hecho con sus hermanos cuando eran pequeños y le robaban la ropa a Louis.
               -Ahora tengo una sudadera estirada que sólo le quedaría bien a mi madre si se quedara embarazada de quintillizos-dijo, secando los platos y colocándolos en su sitio. Mamá sonreía ante la anécdota, rellenando el crucigrama de las últimas páginas del periódico dominical, que reservaba para cuando estaba un poco agobiada y necesitaba desconectar.
               -Pero mereció la pena, ¿a que sí?-le piqué. Tommy se me quedó mirando.
               -Evidentemente, vamos a ver, Scott.
               Ojalá ser hermano mayor fuera una profesión, de verdad. Nos ahorraríamos todo ese drama y viviríamos genial, cuidando de los pequeños como si fueran nuestros cachorros.
               -Siempre puedes llevártela contigo al concurso, quién sabe qué artista tiene pensado quedarse embarazada. Nos granjearías una buena reputación y nos garantizarías una colaboración-bromeé.
               -Sólo espero que tu escandaloso vídeo, a la altura del de nuestros padres emporrados, no empañara nuestra imagen de “amigos de las embarazadas”-respondió Thomas, porque el que no corre, vuela. Los dos nos echamos a reír.
               -No creo que nadie tenga acceso a ese vídeo, la prensa no tiene tanto interés en mí.
               -Aún.
               -¿De qué vídeo habláis?-preguntó mamá, con una pizca de curiosidad en la mirada. No solía meterse en nuestras conversaciones, normalmente escuchaba sin más (y eso si llegaba a hacerlo alguna vez, sinceramente dudaba de que a mamá le interesaran las gilipolleces que decíamos), lo cual hacía que habláramos delante de ella como si no estuviera allí. Nos volvimos.
               -Pues, ¿de cuál va a ser, mamá?-pregunté. Mamá frunció el ceño, negó con la cabeza.
               -Del vídeo con el que cazaron a Scott.
               Mamá parpadeó. Cerró el periódico. Uy, mal asunto.
               -¿Cómo?
               -Tenían a Scott en vídeo, saliendo del instituto la noche de la paliza. Por eso supieron que él había estado allí.
               Mamá se puso pálida un segundo. Un único segundo. Y luego, se le encendieron las mejillas. La calma antes de la tormenta, había sido ese instante de frío. Ahora se estaba convirtiendo en un volcán. Hawái se hundiría bajo la lava, probablemente incluso el archipiélago saliese disparado hacia la atmósfera ante la rabia de la lava escapando de su suelo.
               -¿Te grabaron en vídeo?­-quiso confirmar. Tommy y yo nos miramos.
               -Sí, claro. Fui tan subnormal de salir por el vestíbulo, donde están las cámaras, con la gorra qui…
               -¿EN TU INSTITUTO HAY CÁMARAS?­-tronó con tanta furia que los dos dimos un salto.
               -Sí, eh… las instalaron en verano, porque los mayores pasaban mucha droga, y el curso anterior al nuestro estaba muy descontrolado, así que… no querían que el instituto se convirtiera en un gueto.
               -¿CON EL PERMISO DE QUIÉN? SOIS MENORES DE EDAD.
               -Hicieron una reunión. Papá fue por los dos, tú tenías un juicio súper importante, contra no sé qué empresa belga… pasaron unas autorizaciones y los padres las firmaron. Me imagino que papá la firmó.
               Mamá tenía una cara que no le había visto en la vida. De puro pánico… y, a la vez, de agradecimiento.
               De agradecimiento, de pánico, de resolución y de ira. Se levantó como un resorte de la mesa y fue derecha a la habitación de papá. Yo no necesité que gritara para saber qué era lo que tenía que hacer.
               -Vete a por Shasha-le dije a Tommy, y salí corriendo en dirección al piso de arriba, donde Duna estaría eligiendo las muñecas con las que iba a jugar hoy. Me temí que la simulación de la Tercera Guerra Mundial con Barbies, Bratz y gusanos multicolores tendría que esperar un poco.
               Abrí la puerta de su habitación sin llamar mientras Tommy abría la de Shasha y le decía que viniera con nosotros. Shasha estuvo a punto de mandarlo a la mierda, pero el primer grito de mamá le hizo cambiar de parecer.
               -¡¡ZAYN!!-chilló mamá en el piso de abajo, y toda la casa tembló ante la furia que teñía su voz-. ¿QUÉ COJONES ES ESO DE QUE A SCOTT LE TIENEN GRABADO EN VÍDEO?
               -Ven, Dun-dun, vamos a jugar a videojuegos-insté a la pequeña mientras Shasha cerraba su ordenador y salía de su habitación con Tommy, que abrió la puerta de la de Sabrae para decirle que viniera con nosotros al búnker.
               Corrimos como alma que lleva el diablo hacia el sótano con los videojuegos y dejamos que Duna eligiera el juego con la música más estridente. Así no tendríamos que oír la bronca monumental de nuestros padres (o, más bien, a mamá despellejando vivo a papá, porque eso de que fuera una de las mejores abogadas del país pero su familia no le diera material para defenderla le cabreaba en exceso) y podríamos mantenerlas distraídas. Shasha tecleaba con furia en su ordenador mientras Sabrae luchaba con Duna, y Tommy y yo mirábamos sin ver. Estábamos intentando oír lo que mis padres decían, pero a la vez no queríamos que las chicas lo escucharan.
               La tormenta amainó, volvió a empeorar y amainó de nuevo. Más gritos aislados, Tommy y yo nos miramos varias veces, cuando el silencio se prolongaba lo suficiente para hacernos pensar que estarían resolviendo sus diferencias… pero luego mamá volvía a gritar, y no oíamos las contestaciones de papá, pero mamá vociferaba de sobra por los dos.
               Un último grito, como advertencia, y luego pasos que se acercaban hacia nosotros. Sentí un escalofrío; supuse que así se sentían los personajes de la serie animada de Star Wars cuando se escuchaba el coro uniforme de los pasos de los soldados clon antes de que arrasaran otra aldea.
               La puerta se abrió, y papá apareció por ella. Estuve por darle las gracias a Alá, tirarme al suelo y ponerme a rezar en su honor y eterna gloria, porque bien podría habernos mandado al furioso Tiranosaurio que era mi madre, pero por el contrario había enviado al corderito.
               -Chicos-anunció, pero todos los oídos le prestaron atención, fueran de chicos o de chicas-, tenéis que acompañar a Sherezade al despacho.
               -¿A qué?
               Papá se encogió de hombros.
               -No me atreví a preguntar. Ah, y llamad a Alec. Dice que le necesita a él también.
               -¿A Alec?-estalló Sabrae-. ¿Para qué quiere que venga Alec?
               -No lo sé, Sabrae-papá se envaró-; si quieres, puedes subir a meterte en el baño y preguntarle, a ver si tú tienes suerte y no te estrangula con el cable de la ducha.
               Nos desperdigamos de nuevo, como polen en las patitas de las abejas. Tommy y yo nos quedamos en el salón; las chicas subieron a sus habitaciones. Intentamos llamar a Alec, pero no hubo suerte. Por mucho que marcábamos su número, no nos cogía el teléfono.
               Cosa diferente fue cuando Sabrae lo llamó. A los tres tonos, el muy desgraciado descolgó.
               -¿Qué hay, bombón?-preguntó. Tommy y yo quisimos estrangularle. Tiran más dos tetas que dos carretas, me cago en la puta.
               -Alec-dijo Sabrae.
               -Sabrae-dijo Alec.
               -Tommy-dije yo, haciéndoles burla. Tommy se echó a reír.
               -Scott.
               -¿Puedes venir?-pidió ella, mordiéndose el labio.
               -Depende de a qué-respondió él, cauteloso-, estoy un poco liado, ¿qué quieres hacer?
               Sabrae se mordió el labio.
               -Sabrae, ¿estás cachonda?-soltó él. Tommy y yo nos echamos a reír. Sabrae nos echó de su habitación y cerró la puerta. Oímos su parte de la conversación.
               -Mi madre te necesita… no lo sé, Al, no me ha dicho para qué. Sólo necesita que vengas. Espero que te recompense de alguna man… ¿Eres gilipollas? No me hace ni pu… ah, que te referías a mí-soltó una risita-. Guay. Vale, sí, bueno. Depende de cómo te portes y cómo diga mamá que lo hayas hecho. Nos vemos. Sí. Me apeteces. Adiós.
               Le odiábamos, Tommy y yo. Muchísimo. Alec atendería antes una llamada de Sabrae que nuestra, ¿y si nosotros nos estábamos muriendo y su número era el único que teníamos en la mente, y ella sólo se aburría?
               Buah, mujeres.
               Mamá salió en ese momento del baño, con el pelo recogido en un moño. Nos la cruzamos en la escalera, fue a abrir la puerta de Sabrae para preguntarle si ya había hablado con Alec (la tía ya daba por sentado que de nosotros iba a pasar como de la mierda), si le había pedido que se diera prisa, a lo que Sabrae le contestó con una bordería que hizo que me detuviera en mitad de las escaleras, pensando “pero, ¡qué haces, insensata!”.
               -Vale, tranquila, leona-respondió mamá, poniendo los ojos en blanco pero sonriendo. Lo único que conseguía ponerla de buen humor éramos nosotros demostrando felicidad. Y Sabrae la debía de apestar en ese momento.
               Nos espatarramos en el sofá mientras esperábamos a que mamá se cambiara de ropa. Sonó el timbre, y Tommy y yo nos miramos, decidiendo quién iba a abrirle al traidor. Yo estaba cansado, que fuera él. Pero era mi casa, que fuera yo.
               Sabrae pasó como una exhalación por detrás de nosotros, después de correr como alma que lleva el diablo por el piso de arriba y bajar de dos saltos las escaleras. Se comió las cinco últimas con un triple mortal con el que pensé que se rompería la crisma. Y me daría igual. Más herencia para mí.
               -Mira lo que os hace el sexo-le dije a Duna, que había bajado con sus juguetes. Duna se encogió de hombros, ajena a todo aquello. Era demasiado joven para sentirse atraída por ningún chico (lo de Alec era más bien adoración), pero no lo suficiente como para no estar ocupada con sus planes de dominación mundial.
               Tommy y yo estiramos el cuello para ver al recién llegado. Sabrae abrió la puerta y Alec le sonrió, apoyado en el marco.
               -¿Acabas de puto correr para venir a abrirme?-inquirió, divertido, con esa sonrisa de “te voy a hacer lo que no está escrito y cuando acabe me vas a suplicar más, nena” tatuada en la boca.
               -No-respondió Sabrae, abrazándose a la puerta y alzando las cejas.
               -Sonabas igual que un mamut entrando en las rebajas de Primark, Sabrae-contestó el susodicho.
               -No te acostumbres-Sabrae se giró sobre sus talones y echó a andar en dirección al salón. Alec cerró la puerta detrás de él, con los ojos en el culo de mi hermana.
               -Ya me he acostumbrado a muchas cosas, bombón.
               Ella se giró para mirarlo por encima del hombro, la sonrisa de “qué más quisieras que yo te suplicara por todas las cosas que vamos a hacernos, fiera” en respuesta a la de Al.
               -Tíos-saludó Alec, estirando la mano en nuestra dirección. Igual se esperaba que le chocáramos los cinco, o algo, el muy desgraciado.
               -¿Por qué cojones le coges el teléfono a mi hermana antes que a mí?-escupí, lanzándole una mirada envenenada. Alec suspiró.
               -¿Qué has hecho primero, Scott: ganar un anillo en la NBA, o perder la virginidad?
               -No he ganado ningún puto anillo en la NBA-bufé.
               -Ni lo ganarás nunca-aportó Tommy, a quien me apeteció romperle la cara. Alec sonrió y me guiñó un ojo.
               -Primero se atiende a la madre naturaleza, y si queda tiempo, se pasa bien.
               -Eres un fantasma.
               -Además, mira para lo que te ha servido, Al: nos hemos puesto de mal humor contigo, y Sabrae no te ha dado ni un triste beso.
               Los ojos de Alec brillaron con un fulgor siniestro.
               -Igual lo que quiero de Sabrae no es un beso-respondió él, mientras ella subía las escaleras contoneándose, agitando la melena y disfrutando de estar viva. No se acordaba de que su hermano se iba de casa en una semana; a duras penas recordaba que yo había mamado del mismo pecho que ella cuando éramos bebés.  Ahora mismo sólo le interesaban los ojos de Alec en ella, la sensación de que se te coman con la mirada-. Vaya sudadera más guapa, ¿no, bombón?-se burló Al-. ¿De dónde la has sacado?
               Sabrae volvió a hacer bailar sus rizos, apartándoselos de la espalda para que Tommy y yo pudiéramos ver la espalda de la sudadera negra, que le quedaba inmensa. La que ponía WHITELAW 05 en la espalda. La que le habían dado a Alec en el gimnasio.
               -La encontré de rebajas.
               -Y la dorsal, ¿la pediste tú?
               -Yo habría pedido MALIK 01, pero supongo que ésta no está tan mal.
               -Si te la quitas, puedo llevarla a que te la cambien.
               -No llevo nada debajo.
               -Ya lo sé, Sabrae-contestó Alec, inclinando un poco la cabeza. Saab se echó a reír.
               -Vete a la mierda-dijo en ese tono en que las chicas te mandan a paseo con la esperanza de que te las lleves con ellas. Desapareció escaleras arriba, porque si hay algo que le guste a Sabrae, es decir la última palabra.
               -Yo voy donde tú me mandes, nena-susurró Al. Luego, ya la mirada de lobo feroz que entrevé a Caperucita por los bosques perdida, se tiró en el sofá a nuestro lado-. Bueno, ¿cuál es la urgencia?
               -No lo sabemos.
               -Me encantan las sorpresas-dijo en tono irónico, y se sacó el teléfono del bolsillo. Puso los ojos en blanco-. ¡Estoy en el piso de abajo, si quieres hablar conmigo ven a verme!
               -¡Vas guapo!-replicó mi hermana, la mayor de las pequeñas, con una risa. Al se guardó en el bolsillo del pantalón el teléfono de nuevo y se acurrucó contra mí. Tommy y yo nos lo quedamos mirando, conteniendo nuestras carcajadas.
               -¿Qué?-preguntó, inocente, como si no lo supiera exactamente ni pudiera hacer una tesis doctoral sobre ello.
               -Se me ha caído un mito-se burló Tommy-. Primero Scott, ahora tú.
               Alec iba a contestar algo, se mordió el labio un momento para no echarse a reír también, pero unos pasos detrás de nosotros, bajando las escaleras como un depredador se abalanza sobre su presa, lo acallaron.
               -Al coche-ordenó mamá. Tenía pensado preguntarle para qué nos necesitaba, pero el tono con el que nos mandó movernos fue demasiado incluso para mí. Fuimos en fila india al garaje, nos peleamos por ver quién iba en el asiento del copiloto hasta que ella nos dijo que no fuéramos críos. Al final me tocó ir a mí.
               Lo cual era de agradecer, pues de lo contrario o Tommy o Alec se habrían pasado todo el viaje mirándole las tetas. Mamá llevaba el pelo suelto, con un pendiente en una oreja que le escalaba por todo el lóbulo y contrastaba en su blancura con su piel color café y su melena negra; el pendiente (de brillantes, puede que incluso pensara utilizarlo como arma homicida) hacía juego con su traje y su falda de un blanco tan impoluto que casi dolía mirarlo. El toque de color lo daba una especie de body de encaje rosa pálido, con un montón de tiras por los lados del escote, que le resaltaba aún más el busto.
               No es que yo le estuviera mirando las tetas, claro. Pero era mi madre. Y yo no estaba ciego. Podía ver que era guapa. Y notaba las respiraciones hambrientas de mis amigos en los asientos de atrás. Pero si incluso iban un poco inclinados hacia delante para ver mejor, por dios.
               Mamá se había vestido para matar, cualquiera podría ver eso. La cuestión era a quién.
               El coche se detuvo en seco en un semáforo, y los chicos se deslizaron hacia delante hasta dar con la frente en el reposacabezas del asiento delantero (Alec) o casi impactar contra la palanca de cambios (Tommy). Sí, definitivamente tiran más dos tetas que dos carretas.
               Mamá miró por el espejo retrovisor y sonrió. Los chicos se habían puesto colorados, pillados con las manos en la masa; al menos aún conservaban un mínimo de vergüenza.
               Lo había hecho a posta. Para demostrar quién mandaba. Su conducción había sido errática y más agresiva de lo que solía, hoy no tenía el día para que la molestaran… pero comprobar que un par de críos eran incapaces de controlarse por su culpa pondría de buen humor a cualquiera.
               -Mamá-susurré, y ella exhaló un suave mmm, haciéndome saber que tenía su atención. Se coló por el hueco entre dos coches y adelantó a una furgoneta-. ¿Adónde vamos?-intenté poner el tono más inocente del mundo, recordándole que era su niñito y que no haría nada por fastidiarla.
               -Al despacho-contestó sin más, incorporándose a un nuevo carril. Los tres nos envaramos en nuestros asientos, pues conocíamos las normas. Que no vivieran en mi casa (por lo menos, de forma permanente) no implicaba que no supieran que en el despacho de mi madre no entraban los hombres. No, si no iban acompañando a una mujer que necesitara la ayuda de mi madre y sus socias, o si no tenían pensado interponer una demanda contra una empresa que se estuviera saltando las normas y se dedicara a envenenar el aire que nosotros respirábamos.
               -¿A qué?
               -Sorprendedme con vuestras deducciones, chicos-dijo, y miró un segundo por el retrovisor-. Cuando hayáis acabado de mirarme las tetas, claro.
               Tommy y Alec se pusieron a mirar por la ventana, cada vez más y más rojos. Mamá volvió a sonreír. No sé por qué, me acordé del tatuaje de papá, el del antebrazo, el que ponía lujuria y soberbia justo encima de nuestros nombres.
               ¿Era por ella?
               Tommy frunció el ceño.
               -¿Vas a… hacer que readmitan a Scott?-inquirió. Alec lo miró con los ojos como platos. ¿Sherezade puede hacer eso?, parecía preguntar con la mirada. Joder, Al, mi madre puede hacer que el sol se detenga si quiere.
               Mamá volvió a sonreír, satisfecha.
               -No lo sé, Tommy, ¿el agua moja?
               Nos detuvimos directamente frente a la puerta del edificio que hacía las veces de oficina, sin preocuparnos del vado permanente que impedía el aparcamiento frente a la puerta. Mamá cogió el bolso, se bajó del coche, y caminó sacudiendo las caderas en dirección a la puerta. La seguimos como buenamente pudimos: para ir subida a unos tacones que podrían alcanzarte el cerebro si te los clavaban en un ojo, la tía iba increíblemente deprisa.
               Empujó la puerta del edificio y ni se molestó en sujetarla para nosotros. Empezó a gritar nada más entrar.
               -¡Tinashe! ¡Abby! ¿Alguna está con un caso?
               Abby se asomó por la puerta de cristal de uno de los 3 cubículos más grandes del espacio, los que correspondían a las dueñas. Alzó una mano.
               -El divorcio de la señora Poulston, tengo a la querida en la línea 3.
               Tinashe se asomó a la puerta, su piel oscura contrastando contra su traje color vino. Alzó una ceja, apoyándose en ella.
               -¿Cuántas becarias necesitas?
               -Con un par de ellas tengo suficientes. Lauren y Ashley están trabajando en ello ahora mismo.
               -Genial-respondió mamá. Dio un par de palmadas y las mujeres del edificio fueron dejando sus quehaceres mientras nosotros nos acercábamos a ella-. ¡Vale, chicas! ¡Necesito vuestra ayuda! Quiero que encendáis todos los ordenadores, que llenéis de tinta los cartuchos de las impresoras y os pongáis a imprimir jurisprudencia. Toda la que encontréis con mención a colegios-alzó un dedo, las becarias más espabiladas cogieron blocs de notas y se pusieron a copiar-, vídeo vigilancia-las demás las imitaron-, consentimiento parental, expulsiones, estudiantes menores, resarcimiento de daños y perjuicios. Imprimid todo lo que encontréis, hoy no vamos a escatimar en gastos.
               Tinashe se acercó a ella, balanceando las caderas.
               -¿Te encuentras bien, Sher? ¿O te han clonado?
               -Que Dios me perdone; donaré un millón de libras a las causas de reforestación del Amazonas, pero ahora no puedo pararme a pensar en el papel.
               -¿Para qué son exactamente, Sherezade?-preguntó una becaria, que había levantado la mano y la había detenido a media altura, por la línea de su melena cortada sobre los hombros. Mamá se volvió hacia nosotros, hacia mí.
               -Como ya sabréis, dado que la mayoría estabais aquí cuando lo traje, han expulsado a Scott del instituto. Con efecto inmediato y a perpetuidad.
               -Porque es un malote-aportó Tommy por lo bajo, y Alec se rió. Yo puse los ojos en blanco.
               -Hoy me he enterado de que se basaron en un vídeo para su expulsión.
               La misma becaria arrugó la nariz.
               -¿Cuántos años tienes?-quiso saber. Las caras de iluminaron. Ya lo entendían. Manda huevos, una panda de desconocidas entendía mejor el funcionamiento del cerebro de mi madre que yo mismo, que había vivido de ese cerebro durante los 9 primeros meses de mi existencia.
               -Cómo se nota que vas a estar en el cuadro de honor, Tiffany. Scott cumple los 18 el 23 de abril.
               -¿Dónde está el consentimiento para las grabaciones?-otra voz, ésta de una chica de rasgos asiáticos y cuyo pelo le llegaba casi hasta el culo. Mamá les dedicó una sonrisa lobuna.
               -La crema y nata de Oxford-celebró-. Sólo lo firmó mi marido.
               Las chicas empezaron a murmurar.
               -Señoritas, no tenemos tiempo para cuchicheos. Esto es la guerra-anunció mamá, y ellas asintieron-. Poneos manos a la obra. La que mejor contenido me traiga tendrá asegurado un puesto en este mismo despacho cuando salga de la facultad. Oficina incluida-se lanzaron chillidos de exclamación, alguna incluso echó a correr en dirección a su ordenador. En Oxford, Cambridge y demás universidades se mataban por conseguir unas prácticas en el despacho de mi madre, y nadie se preguntaría por qué, viendo lo cómodas que estaban allí.
               La tal Tiffany y la chica asiática, sin embargo, no se movieron.
               -¿Y para qué están ellos aquí?-inquirió la asiática, haciendo un gesto con la cabeza en nuestra dirección. Tiffanny mordió su bolígrafo.
               -Por si necesitáis desahogaros, nenas-contestó Alec, y los tres nos echamos a reír. El nivel de testosterona en aquel lugar era nimio, puede que les viniera bien un poco de presencia masculina.
               -Los tengo de chicos de los recados-informó mamá-. No puedo permitirme que ninguna de vosotras se dedique a hacer cafés. Sois demasiado valiosas, hoy más que nunca.
               Ahí estaba por qué todo el mundo en las facultades de derecho se moría por venir a trabajar con mamá.
               Dicho aquello, se encaminó a su despacho y nos ordenó que la siguiéramos. Becarias y trabajadoras se pusieron a currar por igual. Escuchamos sus cuchicheos mientras volvían a sus puestos de trabajo.
               -No me importaría sentarme en la cara del bocazas alto después de tanta búsqueda-sonrió Tiffany, y la asiática la celebró con sus rizas.
               -Yo me pido al guapo, el de los ojos azules.
               -El moreno es para mí-intervino otra chica, que me sonaba de la primera vez que había estado en el despacho.
               Tinashe se asomó al despacho de mamá, tocó con los nudillos la puerta.
               -¿Crees que funcionará, Sherezade?
               -No he perdido un caso en mi vida.
               -Esto no es un caso-replicó su socia, y mamá levantó la vista del ordenador. Tinashe nos señaló, señaló con la barbilla a uno de nosotros. A Alec.
               -Conozco a los otros dos, pero, ¿éste? ¿Quién es?
               -Es Alec. ¿No te acuerdas de él?
               -¿Debería?
               -Tenía dos años y medio cuando lo conociste. Es normal que no lo hagas. Llevamos el caso de su madre. Annie. Annie Whitelaw, ¿te acuerdas?
               -¡No!-clamó Tinashe, y Alec la miró-. ¡Es broma! ¡Eres el hijo de Annie! El pequeño, ¿verdad?
               -Sí, aunque Aaron ya no vive con nosotros. Gracias a Dios-musitó en voz tan baja que sólo Tommy y yo pudimos oírlo-. Ahora yo soy el hombre de la casa, con permiso de mi padre.
               -Y qué hombre-concedió Tinashe, comiéndoselo con los ojos. Mamá le llamó la atención, pero Tinashe no le hizo caso-. ¿Cuántos años tienes? ¿Tienes novia?
               -Para el carro, Tin. Es menor de edad.
               -Pero en mes y pico eso se soluciona, muñeca-Alec se estiró y le guiñó un ojo. Tinashe agitó la mano.
               -La edad sólo es una cifra, Sher.
               -Podrías ser su madre.
               -Tranqui, Sher. No sería la primera madre a la que me tiro, y si tú estás por la labor, tampoco sería la última.
               -Vete a por café para las chicas, antes de que me las pongas cachondas perdidas con tus insinuaciones, venga-se libró de él, mamá, y Alec se levantó, pasó al lado de Tinashe, dejó que lo escaneara y él la escaneó a ella, y salió del edificio después de que una de las más espabiladas le pasara una hoja de papel y le dijera que puede que necesitara ayuda cargando con todos los cafés.
               Esa tarde fue una locura; nos la pasamos correteando de un lado a otro, llevando cafés y bollería para las mujeres, cambiando la tinta de las impresoras, llevando subrayadores y paquetes de folios de un lado a otro, comprando clips, grapando cosas… para cuando parecía que el trabajo había aminorado, estábamos agotados. Mamá nos dejó ir a comprar unos sándwiches y nos los estábamos comiendo mientras con los ojos devorábamos a las mujeres que había allí.
               Aquel edifico era un puto catálogo de chicas. Ningún tío que se sintiera atraído por ellas podría ponerles pegas a todas.
               Lo único que nos impedía a nosotros responder a sus provocaciones tenía nombre.
               Diana, Eleanor, y Sabrae.
               Las contemplamos ir de un lado para otro, agitando sus melenas y caminando con unas de las mejores piernas que había visto en mi vida.
               -¿Todas las que estudian derecho están buenas?-preguntó Alec.
               -La inmensa mayoría, según parece-contestó T.
               -Pues de repente me apetece meterme a juez y hacer el bien en la sociedad, ¿a vosotros no?
               Me eché a reír.
               -¿Tantas ganas tienes de que te den una patada en los huevos cada día? Porque lo harían gustosas.
               -Tu madre puede hacer lo que le dé la gana con esas piernas suyas. Siendo el mito erótico que es, le dejaría incluso mandarme de una patada a Saturno.
               -Y hasta le darías las gracias-convino Tommy, brindando con Alec en honor a las piernas de mi madre. Puse los ojos en blanco.
               -Sois unos gilipollas.
               -Y tú un desgraciado. ¿Te das cuenta de que eres la única persona en el mundo que no puede acostarse con tu madre? A mí eso me parece una maldición.
               -Estuve dentro de ella-le recordé.
               -Sí, pero no lo disfrutaste-replicó Alec-. Ni siquiera te acuerdas.
               -Tampoco es que tirarme a mi madre sea mi meta en la vida. No soy un enfermo.
               -¿Cómo se llama a la gente que no ve, T?-pidió Al.
               -Ciegos.
               -¿Y qué les pasa a los ciegos?
               -Que están enfermos.
               -¿Sabíais que, según la definición de la OMS de lo que es la enfermedad, una persona enamorada es una persona enferma?
               Tommy sonrió.
               -Ahora es cuando discutimos a cierta rizosa-se rió, dando un sorbo de su bebida.
               -No vamos a discutir a ninguna rizosa-replicó Alec.
               Tommy y yo volvimos a beber.
               -Puede que tú no consideres rizosa a Sabrae.
               -Scott-advirtió Alec, pero yo estaba de humor para tocarle un poco los huevos.
               -¿Qué es mi hermana para ti, Al?-le piqué. Tommy sonrió a través de su botella.
               -¿Podemos no discutir esto ahora, por favor?
               -¿Por qué? ¿Demasiadas chicas que te nublan el cerebro a la vista?-pinchó Tommy
               -No. Porque acabo de verla hace poco.
               Sonreí.
               -¿Qué es mi hermana para ti, Alec?
               -Cuidadito ahí, Al-sonrió Tommy-. Es su ojito derecho, yo me andaría con ojo.
               -Pf-Alec puso los ojos en blanco, negó con la cabeza, mirando a las demás-. Tu hermana… es el mar que yo no quiero parar de surfear.
               Esperamos a que dijera algo más, pero no añadió nada.
               -¿Y ya está?
               -Vas listo si te piensas que te voy a decir las frases buenas, para que luego las vayas usando con Eleanor.
               -A Eleanor le interesan más otras partes del cuerpo de Scott que su lengua-espetó Tommy, que cuando está a punto de emborracharse, pero no del todo, se cree muy gracioso e inteligente.
               -¿A que te parto la cara?
               -Estaba hablando de tu inmenso corazón, S. A ver si nos tranquilizamos un poco-Alec se rió ante la mueca de Tommy.
               -Si tan enamoradísimo estás de ella-ataqué, volviéndome hacia Al-, ¿por qué no se lo dices?
               -¿Te crees que no se lo he dicho ya? ¿Con todo lo que se me suelta la lengua después del sexo?
               -Deberías ser un poco consecuente, Al. Si le dices que la quieres, y luego te tiras a todo lo que se te pone por delante, parece que se lo dices por decir.
               -¿Ahora pasamos a hablar de cierta pelirroja, o qué?
               -No.
               -Pues no sé a qué viene esto.
               -Viene a que estás más que dispuesto a zumbarte a medio edificio.
               -¿El otro medio es para mí?-pidió Tommy. Me lo quedé mirando.
               -No puedo creerme que no quisieras que estuviera con tu hermana porque yo no me la merecía cuando es evidente que tú no te mereces a Diana.
               -Tranquilito, ¿eh, tío? A ver si aprendemos a distinguir una coña.
               -No puede, no le da la cabeza-cortó Alec.
               -Las tías siempre piensan que cuando les decimos algo mientras follamos, no lo decimos de corazón-sentencié.
               -Créeme, Scott, todo lo que le digo y le hago a tu hermana es de corazón. Y ella lo sabe. Pero tampoco soy nadie para presionarla, ¿no? Si ella no siente lo mismo, yo no soy quién para no hacerle caso.
               -Cuánto te ha cambiado Sabrae, si es que no pareces el mismo. Mi niñito es todo un hombre-sonrió Tommy, acariciándole la cara.
               -¿De verdad crees, en serio, que mi hermana no te quiere?
               Alec se quedó callado, mirándome, decidiendo si me partía la cara o no.
               -Si ella no quiere que salgamos…-dijo despacio.
               -… porque es tonta-añadí yo.
               -Tiene motivos-saltó Alec, a la defensiva, y yo nunca le había visto ponerse así protegiendo a alguien distinto de Mary-. Me los ha explicado, y yo la entiendo. Si no quiere que salgamos, yo no tengo por qué controlar mi naturaleza, ¿no?
               -No deberías tener que controlar nada si sientes lo que dices. Yo dejé de hacer el tonto desde el minuto en que me acosté con Eleanor.
               -Te la follaste en un baño-dijo Tommy. Puse los ojos en blanco.
               -¿Qué?
               -No te acostaste con Eleanor. Te la follaste en un baño. Para acostarse con alguien, es necesario hacerlo en una cama.
               Alec empezó a descojonarse.
               -No te reviento la botella en la cabeza por respeto a la botella, Thomas.
               -Tú no sabes si estoy controlando mi naturaleza-finalizó Alec, o si ya ha cambiado y yo sólo estoy reproduciendo la antigua-me guiñó un ojo. Y hasta ahí llegó la conversación. Dios, sólo esperaba que no hiciera el gilipollas cuando yo me fuera y le rompiera el corazón a Sabrae. Yo confiaba en que cuidaría de ella y la haría feliz, pero si Al no había cambiado todo lo que parecía, quién sabía cómo estaría mi hermana cuando yo me marchara y Alec volviera a ser…
               … bueno…
               … Alec.
               Nos dejamos de conversaciones filosóficas (porque no era el momento ni el lugar, y Tommy estaba empezando a emborracharse) y terminamos nuestra improvisada jornada laboral metiendo los papeles impresos en cajas (fueron un millón) y llevándolos al coche (que pasó a pesar como doscientas toneladas, quien diga que el saber no ocupa lugar, miente). Mamá se despidió de las chicas, las felicitó por su trabajo y les dijo que las mantendría informadas de toda decisión que se tomara en cuanto a su futuro, pero que podían contar desde ya con un mínimo de sobresaliente en su valoración del trabajo.
               Nos despidieron con vítores, agradecidas de que hubiéramos hecho tan sencillo un trabajo que parecía un verdadero coñazo, y se perdieron dentro del edificio mientras nosotros girábamos la esquina.
               Mamá nos llevó al instituto. Nos hizo vaciar el coche y colocar las cajas en el despacho de Fitz. Saludó a los conserjes, se paró a hablar con las secretarias del turno de tarde y le rió las gracias al bedel que se encargaba de la limpieza, porque ella mandaba y nosotros obedecíamos. El capataz nunca suda en las obras, pero es el primero en dar un sorbo al champán una vez que ha terminado de construirse el edificio.
               Lo dejamos todo preparado y esperamos con impaciencia a que Fitz regresara de no sé qué reunión con los profesores. Nos paseamos por el vestíbulo de su despacho, a la espera de que apareciera para ver cómo mamá lo despedazaba.
               La primera en entrar fue ella. Se nos quedó mirando, inclinó la cabeza a un lado, puso los brazos en jarras y su bolso golpeó su cadera.
               -¿A qué estáis esperando?-inquirió-. ¿No vais a entrar?
               -¿Esperamos dentro?-preguntó Tommy, con una nota de histeria en la voz. Mamá asintió con la cabeza.
               -Claro. Será divertido.
               No tenía nada de divertido cuando tú eras un alumno y estabas acostumbrado a morirte de miedo esperando a que Fitz viniera y te cayera la bronca del siglo, te amenazara con llamar a tus padres, expulsarte… pero, oye, pensándolo bien, a mí ya no podía hacerme nada. Mi madre había sido la que había decidido ir ahí, y ya estaba expulsado.
               La seguimos dentro, vimos con estupefacción cómo se sentaba en la mesa de Fitz, cogía unos papeles, se ponía a ojearlos, subía los pies a la mesa (mi madre es mi mayor ídolo) y mordisqueaba una barrita energética que se sacó del bolso. Nos miró con inocencia.
               -Sentaos, chicos.
               Yo me senté. Tommy y Alec no se atrevieron. Tenían demasiado que perder.
               Pensamos que mamá no se mantendría tan relajada cuando escuchara pasos y hubiera pruebas de que Fitz se acercaba, pero no fue así. Lo oímos acercarse y ella no hizo absolutamente nada; pasó con aburrimiento un par de hojas y examinó lo que sus becarias le habían subrayado, masticando con parsimonia y asintiendo con la cabeza como quien lee un artículo en el que cantan las alabanzas de su cantante favorito.
               La puerta se abrió y el traje barato, amarillo taxi con estampado escocés, se materializó en el despacho. Su estupefacción e incomprensión se manifestó en su cara en cuanto constató que aquel lugar no estaba tan solo como él esperaba, ni tampoco tan vacío. Cajas y cajas con documentos abarrotaban la estancia, haciendo las veces prácticamente de vigas que sostenían el techo.
               Y mi madre seguía con los pies encima de la mesa, unos papeles en la mano y la barrita energética en la otra. Le estaba acojonando, comprendí en ese instante.
               Y lo estaba consiguiendo.
               -¿Qué es todo esto?
               Mamá se llevó el dedo índice a los labios, sonriendo.
               -Lo que estoy leyendo es interesantísimo, Fitz.
               Él se quedó callado, sus ojos oscuros paseándose por el cuerpo de mi madre, sin una gota de lujuria en su interior. Sólo el terror se traslucía en sus iris.
               Mamá terminó de comer, terminó su lectura, bajó los pies de la mesa y se lo quedó mirando. Esbozó una media sonrisa lobuna que hizo que me estremeciera. Me pregunté si las chicas se estremecían así cuando yo esbozaba esa sonrisa, que tenía incluso un nombre para mí.
               Y empezó a destrozarlo con la precisión de quien se gana la vida destruyendo a otras personas.
               -¿Estás familiarizado con la doctrina de la fruta del árbol prohibido, Fitz?
               El director se la quedó mirando, sin comprender. Mamá apoyó los codos en la mesa, le indicó que tomara asiento en las sillas de los visitantes. El inmenso sillón reclinatorio ahora le pertenecía a ella.
               -No… veo qué relación tiene eso con la razón de por qué estáis aquí. En mi despacho-intentó sonar duro, pero no consiguió pasar de patéticamente amedrentado. Mamá se mordió el labio en su sonrisa.
               -Pues claro que no tienes ni idea de lo que significa, ¿verdad que no? Nadie fuera de mi mundo la conoce. Bien, te ilustraré. Tengo tiempo de sobra. Y tú tendrás más cuando termine nuestra pequeña reunión-mamá se inclinó hacia atrás, se apartó el pelo de la cara con un dedo y entrelazó las manos por encima del pecho-. ¿Conoces la importancia de las pruebas en el sistema judicial inglés, Fitz?-él negó con la cabeza-. Por supuesto que no. De lo contrario, no me habrías tocado el coño como me lo has tocado. Bueno, resulta que las pruebas son esenciales, querido amigo. Más incluso que el sistema en sí. Si una prueba está contaminada, digamos, proviene de un árbol envenenado, y se usa en el juicio, todo el juicio se viene abajo.
               -Sigo sin ver…
               -¿Sabes de qué trató mi primer caso como abogada? ¿El primero en el que trabajé yo sola?-me estremecí. Yo sí lo sabía-. Violación-reveló mamá-. Una pobre muchacha que volvía de trabajar, a la que asaltaron en un parking y una escoria que le doblaba la edad la violó a punta de navaja un jueves, cerca de las 10 de la noche. No había semen, el hijo de puta la violó con condón y no había manera de probar que había sido él. Excepto por una cosa-mamá se inclinó hacia delante, todos estábamos fascinados, tanto que no oímos entrar a papá-: unas grabaciones de una cámara de seguridad de las oficinas que había en el edificio de enfrente. Por supuesto, aquellas grabaciones eran del todo fortuitas. No deberían existir. En condiciones normales, no habrían existido, y nuestra pobre chiquilla no tendría manera de acreditar que el violador ella quien era decía.
               -Pero existían, ¿no? Existían y las usaste.
               Mamá sonrió. Que viene el lobo, que viene el lobo, cerrad las puertas, cerditos, que viene el lobo.
               -¿Que si la usé? Cariño-mamá se echó a reír-. Por supuesto que no la usé. Mi primer caso era de abogada de oficio. Yo defendía al violador.
               Fitz tragó saliva. Tommy y Alec también. Ellos no conocían la historia como lo hacía yo.
               Y a mamá no le pegaba ir defendiendo a violadores, por mucho que el Colegio de Abogados la obligara a coger casos de manera gratuita.
               -Yo nunca he perdido un caso. Jamás. Desde que empecé-mamá acarició una de las asas de su bolso-. Éste no fue la excepción. Conseguí que mi cliente se librara porque la grabación de la cámara de seguridad no era legal. Los técnicos habían cambiado la orientación de la cámara y se habían olvidado de corregirla, de manera que enfocaba a un espacio público, cosa para la cual no tenía autorización. La grabación era ilegal, la fruta del árbol envenenado. No podía utilizarse, el fiscal lo sabía y yo lo sabía también, y era la única prueba irrefutable que éste tenía para contra mi cliente. Se le declaró no culpable, al menos en primera instancia-mamá sonrió-. La chica, como es natural, apeló a la Corte Suprema. Adivina quién la defendió-Fitz tuvo un escalofrío-. Exacto. La tienes delante. ¿Cómo lo hiciste, Sherezade?, te estarás preguntando ahora mismo. ¿La respuesta? Un ticket de párking, que demostraba que el procesado había estado en el momento y lugar cuando los hechos sucedieron. La había metido a la fuerza en un coche robado para un segundo asalto, coche cuyo aparcamiento pagó con una tarjeta de crédito a su nombre. Los hombres sois así de gilipollas-mamá se echó a reír-. El muy gilipollas había violado a la muchacha y luego había salido pitando de allí, cambiando el lugar de aparcamiento del coche para tener una coartada en la que basarse. Sólo un ticket de párking me bastó para joderle la vida a alguien que se lo merecía, a alguien que había hecho daño a una chica a la que yo no conocía. Removí cielo y tierra para meter a ese cabrón entre rejas. Scott tenía 4 años por aquel entonces, cuando metí a mi primer criminal entre rejas. Le cayeron 20 años. Le queda menos de la mitad, como bien habrás podido calcular, y me cuentan que se está portando muy bien y que en un año podría estar en la calle por buena conducta. Sería una verdadera lástima que los lobbies feministas consiguieran que se apruebe el Acta de Modificación de Régimen Penitenciario de los Condenados por Violencia contra las Mujeres, pero-mamá chasqueó la lengua y se encogió de hombros-, están muy bien financiados.
               Claro que estaban bien financiados, y organizados. Gran parte de su dinero lo aportaba ella.
               -Así que imagínate, Fitz-mamá inclinó de nuevo la cabeza-. Si he hecho todo esto por una chica a la que no he vuelto a ver, a un hombre con el que estuve 10 minutos, ¿qué puedo hacerte a ti, si tengo un contrato mal redactado-señaló con la cabeza uno de los papeles que había sacado-, una grabación ilegal en la que encima hay menores, y cientos de testigos que pueden testificar que el derecho natural de mi hijo, un ciudadano inglés nacido y criado en Inglaterra que está bajo el amparo de la Carta Magna, ha visto vulnerado su derecho a la educación?
               -¿Qué es lo que quieres, Sherezade?-podía oler el miedo en las axilas transpirantes de Fitz. Apestaba a pánico.
               -¿“Sherezade”?-repitió mi madre, incrédula. Fitz se aclaró la garganta.
               -Señora Malik.
               -Doctora Malik, si no te importa. No me he matado estudiando dos doctorados y un máster como para que ahora intentas reducirme a con quién echo unos polvos bestiales.
               La onda expansiva de aquella hostia se sintió en China.
               -Doctora Malik. ¿Qué es lo que quiere?
               -Readmitirás a Scott.
               -Lo tengo grabado saliendo del colegio después de esos pobres chicos.
               -Esos “pobres chicos” intentaron violara una de tus alumnas. Y no, a Scott no lo tienes grabado, porque para poder obtener imágenes de menores, necesitas el consentimiento de los dos padres. Y aquí-mamá sacó un papel y lo tendió en alto-, sólo consta la firma de su padre, no de su madre.
               -Eso no hay quien…
               -… ¿se lo crea? Te sorprendería la cantidad de juicios que gano sin tener que abrir la boca. Hay fiscales que ni se molestan. Puedo pasarme sin pisar un juzgado un año entero, y eso, a mi nivel, es poco menos que ser Dios. Destrocé ese hijo de puta y destrozo a los hijos de puta como él cada día, Fitz, sólo con respirar, pero pobre de ti como me sigas tocando los cojones. Métete con la libertad de las mujeres, con mis hermanos, mis padres, mi marido, conmigo… y no vas a vivir para contarlo. Pero tócales un solo pelo de la cabeza a mis hijos, uno solo, y te juro por dios que no hay palabras para describir lo que te haré. Borraré tu existencia de la faz de la Tierra, usaré todos y cada uno de mis infinitos recursos para reducirte a cenizas, y de esas cenizas haré otras, y otras, hasta que tenga una nada inmensa que sería imposible que nadie se acuerde de ti-mamá se inclinó hacia delante y yo, instintivamente, me eché hacia atrás, a pesar de que no me estaba prestando la más mínima atención-. Me encargaré personalmente de que tu vida se acabe en el instante en que Scott vuelva a salir por esa puerta si te niegas a aceptar mis términos; será un proceso largo y doloroso, pero si vas a cualquier cárcel y pides mi nombre, te dirán gustosos que soy una sádica, una zorra hija de puta que disfruta viendo a los demás sufrir. Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, y en la cárcel se concentra el mayor número de borrachos sobrios de todo el país, Fitz-mamá volvió a sonreír. Joder, no me extrañaba que nadáramos en la abundancia. Yo estaba a punto de mearme en los pantalones, y sólo me estaba protegiendo-. Cuando acabe contigo, después de que me canse escucharte pedir clemencia y ya no me merezca la pena seguir gastando energía en destrozarte, me aseguraré de que las personas que conocían a las personas que conocían a las personas que te conocían tengan amnesia. El recuerdo de tu existencia desaparecerá igual que vas a desaparecer tú, igual que desaparece un charco en un día extremadamente caluroso-sonrió como una muñeca diabólica-. ¿Me he explicado con claridad?
               Fitz asintió con la cabeza.
               -No te oigo, Fitz.
               -Sí.
               -Sabía que tú y yo llegaríamos a un acuerdo, especialmente cuando te dieras cuenta de que te has metido con la tía equivocada.
               -¿Cuáles… son esos términos?
               -Readmitirás a Scott-Tommy y Alec se miraron, estupefactos-. Le permitiréis volver a hacer todos los exámenes que se ha perdido. Se reincorporará a las clases con efecto inmediato.
               -No puedo… hacer que le repitan los exámenes.
               -¿Que no qué? Ay, Fitz, y yo que pensaba que habías entendido lo de las cenizas. A ver. Métete con mis hijos, y lo siguiente que harás será suplicar mi clemencia para que te mate. Y estarás jodido, porque las madres no tenemos piedad, no cuando se trata de defender a nuestros niños. ¿O tengo que hacer unas llamadas y recibir una inspección? Estoy bastante segura de que al Ministerio de Educación no le hará gracia lo de este reality show que tienes montado.
               -Scott está readmitido-asintió Fitz.
               -También quiero tu dimisión-Fitz se puso pálido-. Como comprenderás, no me fio de alguien que se pasa por el forro las leyes para educar a mis hijos. Se acabó tu reinado del terror.
               -Pero… ¿quién será el director?
               -Tenéis subdirector, según creo, ¿no?-papá asintió tras Fitz-. Ezra, si no me equivoco. Será un buen director.
               -¡No puedes hacerme dimitir!
               Mamá se echó a reír y se puso en pie.
               -Tesoro, Kate Middleton posará su culo en el trono de Buckingham Palace, pero la reina de este país soy yo.
               Fitz se pegó a la pared.
               -Como muestra de buena voluntad, te dejaré margen de maniobra para que encuentres trabajo en algún colegio de primaria. No te quiero cerca de mis hijos, ¿está claro?-Fitz asintió-. Bien-mamá recogió su bolso-. Espero tu carta de dimisión mañana a las cinco de la tarde en la mesa de este mismo despacho. Vendré a recogerla para cotejarla y entregarla en el Ministerio-mamá sonrió y se dirigió a la puerta-. Ah, y otra cosa, Fitz-mamá le arregló el cuello de la camisa-. Será mejor que vayáis pensando en cambiar también de profesor de gimnasia. Estoy cansada de que Shasha se queje de los comportamientos machistas y xenófobos que tiene. Es que sólo se os ocurre a vosotros coger de sustituto a un procesado por pederastia.
               -En este país hay presunción de inocencia, Sherezade.
               -Sí, y también abogados que somos capaces de mantener fuera de la cárcel a asesinos a los que han pillado con el arma homicida en la mano. No quieres cabrearme más, Fitz-le dio una palmadita en el hombro-. Pasarme al lado oscuro y coquetear con la mafia para que aparezcas en el Támesis no es tan descabellado.
               -¿Estás amenazándome?-inquirió, cuatro octavas por encima de su tono normal.
               -¿Amenazarte?-mamá se echó a reír-. Rey, no he amenazado a nadie en mi vida. Leído el futuro… eso sí-le dio otra afectuosa palmada en el hombro-. Suerte con tu mudanza. Es una lástima. Tu silla era comodísima.
               Dicho esto, abrió la puerta y salió por ella. Nos quedamos mirándola, estupefactos.
               -Chicos-llamó, y corrimos tras ella. Yo fui el primero en alcanzarla.
               -Mamá-dije por fin, y ella me miró. Se apartó un mechón de pelo de la cara de nuevo. Para ella había sido un juego-, yo… nunca he había visto así.
               Mamá se detuvo, me acarició la mejilla.
               -Las madres somos peligrosas cuando amenazan a nuestros cachorros, cariño.
               -Yo… gracias-susurré. Ella me dio un beso.
               -Mi niño precioso. No tienes por qué dármelas, ¿sabes? Es mi trabajo. Cuando llamé a la puerta de tu padre llevándote en mi interior, sólo estaba empezando a protegerte. No pararé hasta el día en que me muera. Y, si hay vida más allá de la muerte, seguiré cuidándote desde allí.
               Papá se reunió entonces con nosotros. Me revolvió el pelo y le pasó una mano por la cintura a mamá, que lo miró y sonrió.
               -S-dijo-, llévate a tus hermanas a dar una vuelta. Esta tarde quiero a tu madre sólo para mí.
               Y le comió la boca conmigo delante, sin ningún tipo de pudor. A duras penas consiguieron mantenerse vestidos mientras las chicas se ponían la ropa y salíamos de casa. Juraría que incluso escuchamos gemir a mamá mientras girábamos la esquina.
               Yo estaba como en una nube. ¡Iba a volver al instituto! ¡Mi vida volvería a ser normal! Tommy preguntó si avisábamos a las chicas y dábamos una vuelta con ellas, pero le dije que no. Quería que fuera una sorpresa, Eleanor me lo notaría. Me apetecía muchísimo perderme en su cuerpo, pero seguro que la cara que pondría cuando me viera de nuevo en el instituto merecería la pena.
               Y me apetecía pasar ese día con los chicos y mis hermanas, la verdad. Quería ser sólo de ellos, y, al día siguiente, puede que sólo de El.
               Nos lo pasamos genial, yendo de un lado a otro en la zona de los recreativos del centro comercial. Le compré un peluche a Duna y una camiseta de una banda rara coreana a Shasha, e incluso me dio un beso a modo de agradecimiento. Dijeron que mi buen humor era contagioso, pero como para no. Después de todo lo mal que lo había pasado, después de la soledad de mis mañanas en casa, por fin volvería a estar con mis amigos, a aburrirme en clases de historia y a seguir cuadrando las cuentas de media clase en matemáticas.
               Y Tommy. Volvería a tener a Tommy 6 horas al día a mi lado, tocándome los cojones, tocándoselos yo a él.
               Como para que mi buen humor no fuera contagioso.
               Regresamos a casa tarde, nos encontramos a mis padres cocinando, después de una buena sesión de sexo que todavía hacía que a mi madre le brillara el pelo y a mi padre, la piel. Los ojos de los dos también refulgían y no paraban de reírse de tonterías. Atrás había quedado la discusión de principios de mañana.
               Alec miró las piernas de mi madre con mucho interés, al fin y al cabo, no todos los días se la encontraba sólo vestida con una camisa de mi padre. Sabrae le dijo que se iba a poner celosa, riéndose. Él la cogió de la cintura, le preguntó que por qué, y le comió los morros como estaba mandado. No había ni rastro del chico del despacho de mamá; si aquél había sido Alec, estaba muerto y enterrado, y ahora sólo teníamos a Al.
               -Quédate a cenar, Al-invitó mamá, terminando con una salsa.
               -Y a dormir, Al-pidió Sabrae, dándole un piquito, poniéndose de puntillas y alcanzando su boca no se sabía cómo.
               -No tengo el uniforme-respondió él, como queriendo que le convencieran más que escaquearse.
               -Estás en último curso, no necesitas uniforme-le recordó mi hermana.
               -Si escribiesen una epopeya sobre ti, serías Sabrae, la de la mente ágil, bombón-sonrió Al. Ella se echó a reír.
               -¿Qué hay de la mochila?-inquirí yo.
               -Lleva un mes sin llevarla-comentó Tommy-, no pasará nada porque otro día le tengamos que dejar un par de bolis.
               -Llama a Annie para avisarla-aconsejó mamá. Alec se sacó el móvil del bolsillo del pantalón y marcó el teléfono de su madre. Puso el manos libres porque mi hermana se lo pidió, y probablemente si Sabrae le pidiera que le encontrara la Atlántida, él bucearía a pulmón los océanos hasta descubrir la ciudad perdida.
               -Mamá-dijo él, antes de que Annie pudiera hablar, una vez dejaron de sonar los tonos-, oye, que…
               -Al final te quedas a dormir-constató Annie en tono sabio. Alec suspiró, miró a Sabrae y asintió con la cabeza.
               -Sí.
               -Si ya lo sabía yo. Ni siquiera te he hecho cena.
               -Qué detalle por tu parte, madre-respondió él-. ¿Te llamo desde el teléfono de casa?
               -No hace falta, tesoro. Me fío de ti.
               Al alzó las cejas. Y Tommy, él y yo inquirimos a la vez:
               -¿Y eso?
               Alec era el de las normas más duras. Se las pasaba por el forro. Por eso eran las más duras.
               -Desde que estás con Sabrae estás mucho más formal-replicó Annie. Sabrae sonrió, complacida.
               -No estoy con Sabrae, mamá.
               -Ya, claro, por eso has dejado de folletear por ahí.
               -¿Te escuchas a ti misma cuando hablas, mujer? “Folletear por ahí”-se echó a reír-. ¿En qué siglo naciste?
               -No des por culo, Alec.
               -Aún no hemos probado, pero creo que a ella podría molarle.
               -Eres subnormal-Sabrae le pegó un manotazo en el hombro, y él se rió.
               Comimos e incluso bebimos (le hicimos la pelota a mamá, le prometimos que no iría con resaca al instituto al día siguiente) y no paramos de reírnos. Duna puso a comer su peluche nuevo en la mesa, a su lado, y se dedicó a reírse ante cada cosa que decía Al, que se tomó como su misión personal el hacer que la chiquilla echara el zumo de naranja por la nariz. Le dimos un beso de buenas noches y ella nos dio las gracias por ese día, nos dijo que se lo había pasado genial, que había que repetirlo.
               -Cuando quieras, mi amor-le dije yo, y ella sonrió, se arrebujó bajo sus mantas y cerró los ojos. La segunda en abandonarnos fue Shasha. Se metió en su habitación después de repartir besos (le dio uno a Alec sólo por hacer de rabiar a Sabrae, e incluso le dio las “buenas noches, cuñado” para que la mayor se volviera loca) y, a los dos segundos, había apagado la luz. A los tres, se encendió una luz más azulada y tenue.
               Nos quedamos viendo Masterchef, mis padres nos dejaron solos a mitad del programa, Tommy no apartaba la vista de la tele y yo me quedé dormido un par de veces. Cada vez que me despertaba y miraba a Alec y Sabrae, se estaban enrollando. ¿Es que no se cansaban nunca?
               Antes de que anunciaran quién se iba a la prueba de eliminación, habían dado un paso más. Aprovechando que Tommy pasaba de ellos, tan metido como estaba en el programa, se habían tirado en el sofá y se metían mano de una forma que me daría vergüenza incluso a mí.
               -Alec, por favor-bufé-, dime que no le estás haciendo dedos a mi hermana delante de mí.
               No le estaba haciendo nada por el estilo, pero aun así quería que parara porque hola, que tuviera un poco de respeto.
               -Estoy a tu derecha-fue lo que respondió él, sin embargo, y Sabrae se echó a reír.
               -De Dios, padre, todopoderoso-proclamó Tommy, sobresaltándome. No volví a dormirme, así que pude ver cómo los concursantes se peleaban con los ingredientes que les habían asignado mientras Alec y Sabrae seguían siendo asquerosos.
               Cuando Al se tranquilizó un poco, Sabrae quiso volver a la carga. Le puso un pie en la cara y exigió:
               -Bésame un pie.
               Alec se la quedó mirando. Le miró el dorso de un pie.
               Y Tommy y yo nos echamos a reír cuando le lamió el tobillo.
               -¡ALEC!-gritó Sabrae. Al siguió con la vista en la tele.
               -Lo he hecho porque te acabas de duchar.
               -¡Eres un guarro!
               -¿Es que a quién coño se le ocurre ducharse de tarde, si de noche vas a sudar?
               -No sabía que te ibas a quedar.
               -Una polla como una olla, Sabrae. Nada más abrirme la puerta y verte, yo ya supe que me iba a quedar a dormir aquí.
               -Ya estaba sucia-discutió ella.
               -Follar en los baños de los recreativos es lo que tiene.
               -¡ALEC!-bramó aún más fuerte, dándole una patada en las costillas.
               -¿Qué? ¿Qué más da que lo diga ahora? Lo voy a comentar con ellos en cuanto nos dejes solos, bombón.
               -Eres imbécil.
               -Y tú hueles mal el 90% del tiempo, así que ya estoy acostumbrado a tu suciedad.
               -Gilipollas-Sabrae sacudió la cabeza, Alec le dedicó su mejor sonrisa de Fuckboy® y se echaron a reír.
               Tommy se fue contentísimo a la cama, después de anotar una receta de un postre que quería hacerle a Layla (ya sabes, para San Valentín, me confió) y ver cómo echaban a la concursante que no soportaba. Tuve que convencerlo de que teníamos que dormir y que no teníamos tiempo de dar saltos en la cama. Parecieron servirle mis argumentos. Me robó un pijama y se metió bajo las mantas, palmeó el colchón a su lado y me guiñó un ojo.
               -Ven a la cama, bribón-invitó, y yo me eché a reír. Fui con él y le dejé ser la cuchara grande, aunque me tocaba a mí. Me pasó un pie por encima del cuerpo y suspiró con satisfacción-. S.
               -¿Mm?
               -Adoro a tu madre.
               -Ya somos dos.
               -No, es que… como si ya tuviera pocas razones para hacerlo. Primero te parió, y ahora te devuelve al instituto. Me siento como cuando estaba esperando a que Diana volviera de Nueva York, sólo que sin la parte del arrepentimiento por… ya sabes.
               Me di la vuelta y lo miré en la penumbra.
               -Tengo unas ganas de volver… sobre todo por verle la cara a tu hermana.
               T se echó a reír.
               -Seguro que le da algo-suspiró-. Tiene suerte de tenerte, ¿sabes? Eleanor.
               -Tiene más suerte con su hermano, créeme.
               Tommy sonrió.
               -Te quiero un montón, S.
               -Yo también, T. Salvo cuando te pones tocapelotas.
               -Es lo que hacen los hermanos.
               -Ajá.
               Nos quedamos fritos enseguida. Me sorprendió lo rápido y profundo que dormí. Al día siguiente, ni siquiera necesité tirar de una taza de café como Alec o mi padre. Nada de “un café como mis mujeres: fuerte, con consistencia, y cuanto más oscuro, mejor”. Sólo cacao en polvo y galletas.
               No sé ni cómo me las apañé para no echar a correr en dirección al instituto. Después de mandarles un mensaje a nuestros amigos diciendo que mañana había que ir de uniforme (porque ¡yo! ¡volvía! ¡a! ¡clase!), le envió otro a Diana diciendo que no nos esperaran. Así mi entrada sería mucho más épica.
               Mis amigos me esperaban en la puerta, me revolvieron el pelo (lo poco que me quedaba, cabrones de mierda), me dieron palmadas en la espalda y dijeron que ya era hora de que volviera de vacaciones. Jordan tiró de mí para llevarme a clase, pero Alec lo detuvo.
               -Tiene que ver a alguien antes, Jor.
               Me llevaron al pasillo que dos años antes habíamos ocupado nosotros. Estaba atestado de gente, estudiantes que iban de un lado a otro en una marea azul y blanca, como las olas del mar con su espuma. Logan me agarró por los hombros y oteó por encima de las cabezas, ayudado de las escaleras.
               La vio un segundo después que yo. Llevaba el pelo recogido en una coleta y se reía con una pelirroja que tenía que ser Mary. Todavía no habían abierto las clases, así que llevaba la carpeta poblada de fotos abrazada contra su pecho. El colgante del avión de papel colgaba por su cuello. Y mi antiguo piercing, ahora en su oreja, brillaba como una estrella en el cielo nocturno.
               -¡Eleanor!-gritó Max, haciéndose oír por encima de la gente. Todos se volvieron. Hubo murmullos de reconocimiento. Los ojos de Eleanor se posaron en Max un momento, luego en Logan, luego en su hermano, luego en Alec.
               Luego, en mí.
               La sonrisa que empezó a nacerle en la boca bien habría valido doscientas semanas peleado con Tommy. Porque si estaba allí, y encima con el uniforme que no tenía que llevar, sólo podía ser por una cosa.
               -¡Te hemos traído un regalo!-proclamó Logan. Me dio un empujoncito y no necesité más. Eché a correr hacia ella y ella echó a correr hacia mí. Sus compañeros de curso se apartaron de en medio (muy inteligentemente por su parte) y observaron boquiabiertos cómo corríamos el uno hacia el otro.
               ¿Scott y Eleanor? ¿En serio? Si no pegan ni con cola.
               Una mierda. Tan grande como el Big Ben.
               Después de lo que me pareció una eternidad, por fin la tuve entre mis brazos y la pude estrechar bien fuerte. Las lágrimas anegaban sus ojos de gacela, haciendo que las galaxias que había en su interior brillaran con más fuerza. Me pegó contra sí y me impidió marcharme, como si quisiera irme a vivir a otro sitio que no fueran sus brazos. Se separó de mí y me miró a la cara y se echó a llorar.
               -Has vuelto-susurró, recorriéndome con los dedos, como una ciega que conoce a alguien nuevo y quiere saber cómo es.
               -He vuelto.
               -¿Puedo estar contigo en el recreo?-me pidió. Yo asentí con la cabeza.
               -Y los próximos 50 años, mi amor.
               Eleanor sonrió, se echó a llorar por fin, y me dio un beso salado y sentido como el mar embravecido que éramos nosotros. Tommy nos observaba desde lo alto de las escaleras, contemplando cómo nos queríamos y cómo nos echábamos de menos y cómo nos hacíamos bien, y dio las gracias de que existiéramos, de que estuviéramos en su vida y en la del otro, de que estuviéramos juntos y de que se acabaran las rotaciones, los tabús, las sillas vacías y el echar de menos.
               Aproximadamente en el mismo momento en que Eleanor y yo nos tocamos en el pasillo la primera vez, un mensaje llegó a mi correo electrónico. El remitente era una tal Lauren Parrish, secretaria de Simon Asher, el dueño del programa al que habíamos mandado la audición.
               Pero aquello no importaba.

               Lo único que importaba en ese instante era lo bien que sabían los besos de Eleanor entre las paredes de nuestro instituto.


El segundo capítulo de Sabrae ya está disponible, ¡entra a echarle un vistazo y apúntate para que te avise de cuando suba los siguientes capítulos! A más gente apuntada, antes subiré



Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍            

14 comentarios:

  1. ME CAGO EN LA PUTA QUE PEDAZO CAPITULO EL MEJOR QUE HAS ESCRITO HASTA AHORA SEGURO!!! JODER JODER ES QUE ES MARAVILLOSO!! oJALA NO LO HUBIERA LEÍDO PARA AHORA LEERLO DE NUEVO Y VOLVER A EMOCIONARME DIOS SANTO!!
    El salseo de Scommy vs Zouis ha sido mortal y te prometo por lo más sagrado de mi vida que me he quedado sin uñas (ahora que me las quería dejar largas) por la tensión que se estaba viviendo en ese momento.
    Pero lo más importante del capitulo ha sido que SHEREZADE ES LA PUTA HOSTIA!!! QUE GOBIERNE EL PUTO UNIVERSO SI LE DA LA GANA QUE YO LA VOTO Y BESO EL SUELO POR EL QUE CAMINE. ¿ACASO HAY UNA MUJER MÁS FIERA QUE ELLA? ESTOY CASI SEGURA QUE NO. ¿Y lo de que lla defendía al violador? Plot twist máximo tía!!!!
    Una cosa más: SABRALEC MANDA ¿QUÉ COJONES ES TIANA?¿qUÉ COJONES ES SCELEANOR? LOS VERDADERAMENTE IMPORTANTES SON SABRAE Y ALEC JODER
    Me ha faltado muy poco para ponerme a llorar con toda la parte de Scott y Sabrae porque en el fondo ella es un bizcochito y no merece sufrir por nada y tengo que admitir que me recuerda mucho a mi hermana pequeña, muchas veces se hecha a llorar cuando me tengo que ir a la universidad, a pesar de que sabe que una horas volveré así que no me puedo imaginar lo de Sabrae. ES TAN TIERNECITA!!
    Y EL FINAL? ME CAGO EN TODO CON EL FINAL TAN BONITO Y ESE ENCUENTRO DE SCELEANOR EN EL INSTITUTO. TE HA QUEDADO COJONUDO ERI ME CAGO EN MI VIDA
    PD1: Siempre me pones los pelos de punta con cada capitulo, no dejes de escribir nunca
    PD2: ¿qué pasará ahora con la banda, el programa y todo?
    PD3: Se nota la presencia de Marlene en que el subdirector se llamara Ezra jajajajajajajajaj

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    1. AYYYYYYYYYYY CALLA CALLA, no sé si será el mejor pero el más largo sí, Moonlight tiene 28 páginas y éste llegó a las 29, necesito tranquilizarme!!!!!!!
      Scommy vs Zouis la batalla definitiva estoy VIVIENDO para esto ay
      SHEREZADE DRAGGEANDO A TODO CRISTO POR SUS HIJOS me estoy acordando de la escena del rey león en la que Simba intenta proteger a Nala y ruge pero es un gatito indefenso rubio y sólo le sale un ronroneo ayyyyyyy mi niña de verdad la auténtica diosa de chasing the stars
      SABRALEC MANDA Y NO TU PANDA ES QUE TAL CUAL DIOS MÍO CREO QUE SE NOTA UN MONTÓN QUE ME ESTOY PREPARANDO PSICOLÓGICAMENTE PARA ELLOS DOS EN EL SPINOFF PORQUE ESTÁN QUE SE SALEN
      y creo que también se nota mucho la influencia del spinoff en cómo se tratan Scott y Sabrae porque aunque se hagan de rabiar, en realidad adoran el suelo que otro pisa y esto ES ASÍ.
      Por favor la anécdota de tu hermana ayyyyyyyy qué monísima
      Estoy súper orgullosa del final la verdad porque tengo la impresión de que he cerrado un círculo y no sé, te das cuenta de que Eleanor sufría porque no podía presumir de Scott y tenían que llevarlo en secreto y ahora todo el instituto sabe que están saliendo, y Tommy ha visto que no se pueden querer más?????? mi coraçao hurts
      pd: te como los morros
      pd2: SECRETITO.
      pd3: y una de las amigas de Eleanor se llama Marlene, pero no me visteis venir, a que no (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

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  2. Qué momento tan bonito entre Scott y Sabrae aw me han hecho llorar ❤
    Igual que imaginarme a Tommy con Dan metido en la sudadera a lo canguro me ha hecho reír a más no poder, me encantan las relaciones entre hermanos que hay en esta novela
    " Tesoro, Kate Middleton posará su culo en el trono de Buckingham Palace, pero la reina de este país soy yo." SHEREZADE PUTA AMA Y REINA DE REINO UNIDO, DEL MUNDO Y DEL UNIVERSO PUEDE DESTROZARME LA VIDA IGUAL QUE A FITZ QUE YO LE DARÉ LAS GRACIAS POR QUÉ NO SOY HIJA SUYA VIDA CRUEL
    "Bésame un pie" SABRAE PUTA AMA Y SABRALEC DIOSES DE LA VIDA
    Qué bonita escena Sceleanor al final ❤
    He disfrutado muchísimo el capítulo, no sabes la ilusión que me da cada vez que me llega el aviso de nuevo capítulo
    PD: El subdirector es Ezra y el director Fitz, si los sumas son Ezra Fitz (maldita influencia de Pretty little liars a ver si Marlene deja de mangonearnos ya QUIERO RESPUESTAS)

    - Ana

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    1. Scabrae preciosos lo más bonito del mundo
      Toniel mis hijos (literalmente además) no necesito nada más en la vida para ser feliz
      ESTABA DESEANDO QUE ALGUIEN COPIARA ESA FRASE DE VERDAD MUCHAS GRACIAS TE COMO LA CARA ANA
      Podemos apreciar lo mucho que se odian en secreto Sabralec????? gracias
      Me alegro un montón de que te haya gustado, la verdad es que el final no me tiene muy contenta porque tuve que escribirlo aprisa y corriendo para poder subirlo y he tenido que comerme algunas cosas, espero poder meterlas en el spinoff y que no queden muy forzadas, en fin, cruzamos los dedos.
      PD: ESPERABA QUE ALGUIEN SE DIERA CUENTA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA MARLENE ZORRA A ES ARIA A QUE SÍ

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  3. No me puedo creer este capitulo. No puedo. ES LO MEJOR QUE HE LEIDO EN MI PUTA VIDA. LO AMO. LO AMO. LO AMO. ES QUE NO LE FALTA DE NADA JODER. HAY SCOMMY, SCABRAE, SCELEANOR Y SHEREZADE. AH Y SE ME OLVIDABA QUE TAMBIEN HAY SABRAE Y ALEC, SABLEC. ME LLEVAS POR EL CAMINO DE LA AMARGURA ERIKA.
    Te juro que el momento de Sabrae y Scott lo llevaba esperando años y yo sin saberlo. Ha sido precioso de verdad, cuando le llama Sott he sentido mi corazon romperse. Al igual que Tommy y Dan, de verdad no puedo. Les amo a todos, quiero casarme con todos. Viva el poliamor.
    Sherezade es la jodida reina del mundo, que digo reina, es la DIOSA DEL MUNDO. Ojala yo siendo así de mayor de verdad, tiene dos ovarios bien puestos y de verdad que orgullosa estoy. Cuando Zayn les dices a los chicos que se lleven a las chicas que queria estar a solas con Sher he pensando 'COMELE BIEN EL COÑO PORQUE SE MERECE MIL ORGASMOS HOY' o me vas a decir que no? POR QUE MADRE MIA. WHAT A QUEEN.
    Y las ultimas lineas con Eleanor, ya si hablamos de eso pues me voy de la vida. Te juro que no pueden ser más bonitos, mira que amo a Sablec pero es que Sceleanor son demasiado preciosos. Se quieren tanto y son tan cuquis que ay :(
    “ -¿Puedo estar contigo en el recreo?-me pidió. Yo asentí con la cabeza.
    -Y los próximos 50 años, mi amor”
    Ojala ahogarme ahora mismo dios mio.
    Me voy ya porque me estan dando chungos. Voy a esperar con verdadera ansia el siguiente capítulo porque necesito saber que dice el correooooo!!!!!

    -Patricia

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    1. ASDFGHJKLÑ´CHILLO EN ESLOVENO EN SERIO PATRI AY TE COMO LA CARA.
      El momentazo de hermanos preciosos madre mía la que nos espera en el spinoff, vete preparándote
      "viva el poliamor" tal cual o sea no voy a añadir nada más porque para que vas a añadir nada a algo que ya es perfecto
      Sherezade una puta ídola de verdad de mayor quisiera ser como ella es que la tía lo tiene TODO
      "cómele bien el coño porque se merece mil orgasmos hoy" ME DESCOJONÉ EN VOZ ALTA MENOS MAL QUE ESTOY CON EL ORDENADOR ESTANDO SOLA JAJAJAJAJAJAJA
      Sceleanor por dios poco a poco está volviendo a resurgir de sus cenizas y me encanta eso en serio
      Tendrás que esperar un poquito por el siguiente capítulo pero te garantizo que merecerá la pena (especialmente si te gusta Lommy ;3)

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  4. DIOSSSSSSS UNO DE MIS CAPÍTULOS FAVORITOS HASTA AHORA ERI!!!!
    DESDE EL PRINCIPIO YA SE ME HA SALTADO LA LAGRIMITA CON LOUIS Y ZAYN CONTÁNDOLES LO DURO QUE SERÁ Y PREPARÁNDOLES PERO DESPUÉS CON SABRAE Y SCOTT YA... NO ME ESPERABA QUE FUERA A IR TODO TAN RÁPIDO NO TENER QUE PREPARARME YA PARA LAS DESPEDIDAS DIOS MIO!!!!! SABRAE Y SCOTT SON HERMANOS GOALS SE QUIEREN TANTO QUE ME VA A ESTALLAR UN PULMÓN. Y BUENO VAMOS CON SHEREZADE PORQUE NUNCA EN MI VIDA HE VISTO TANTO PUTO AMISMO JUNTO EN UNA SOLA PERSONA, LE HAGO LA OLA Y ME ARRODILLO ANTE ELLA, O SEA PAGARÍA POR VER LA CARA QUE SE LE QUEDÓ A FITZ DESPUÉS DEL PEDAZO DE DISCURSO QUE SE MARCÓ. SCOTT VUELVE AL INSTITUTO!!!!!!!!!!!!!!! ME HA PARECIDO CUQUÍSIMO QUE TUVIERA TANTAS GANAS DE VOLVER Y QUE CASI CORRIERA EN EL CAMINO POR NO HABLAR YA DEL REENCUENTRO CON EL EN LOS PASILLOS MIRA CASI MUERO!!!! ME HA ENCANTADO ASÍ COMO DETALLE QUE TOMMY LES MIRARA SONRIENDO DESDE LO ALTO DE LAS ESCALERAS DE VERDAD ME LO HE IMAGINADO Y ME DUELE EL CORAZÓN!
    CREO QUE NO ME DEJO NADA SOLO QUE NO VOY A PODER DEJAR DE USAR MAYÚSCULAS EN TRES AÑOS PORQUE ESTE CAPÍTULO HA SIDO LO PUTO MEJOR DE LA HISTORIA, TÍA TE AMO
    PD: SABRAE Y ALEC DEBEN CASARSE


    -María / @_mcmartinski

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    1. ASDFGHJKLÑ MUCHAS GRACIAS MARÍA TE COMO LA CARA
      Zouis siendo unos padres preocupados por favor he nacido para presenciar ese instante no le pido más a la vida si te soy sincera
      LAS DESPEDIDAS SON ENSEGUIDA Y VAIS A SUFRIR SOBRE TODO CON LAS DE SCOTT que no se note que es mi chico favorito eh!!!!! para nada yo les quiero a todos por igual!!!!!!!
      SHEREZADE UNA ÍDOLA NO ME VOY A CANSAR NUNCA DE REPETIRLO EN SERIO
      y scott queriendo volver al instituto y casi corriendo estoy #enelsuelo de verdad cómo echa de menos a sus amigos snif snif sí estoy llorando
      YO TE AMO MÁS ESPERO QUE SIGAS DISFRUTANDO DE LA NOVELA
      PD: SABRALEC YA ESTÁN CASADOS EN SECRETO LO QUE PASA QUE ELLOS NO LO SABEN

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  5. LA PUTISIMA DIOSA QUE ERES SHEREZADE JODER CÁSATE CONMIGO WHO'S ZAYN???? bUA QUE SCOTT ESTA DE VUEÑTA AYYY QUE TOMMY Y SCOTT VUELVEN A ESTAR JUNTOS EN CLASE AYYYY COMO AMO A SHEREZADE LA HOSTIA QUÉ MuJER, QUÉ MUJER REINA DEL MUNDO ES REINA DEL MUNDO
    - June (ala yo también quiero esto de poner el nombre al final del comentario)

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    1. EL SHADE A SU MARIDO en el fondo Zayn se lo merece es que Scott lleva muerto del asco en casa un mes porque él no mencionó que habían grabado a su hijo?????? tamos tontos
      SCOMMY EN EL INSTITUTO DE NUEVO LA PESADILLA DE LOS PROFESORES EL TERROR DE LA TRANQUILIDAD EL AUSPICIO DEL DESASTRE

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  6. SCELEANOR SON MIS PADRES

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  7. Sherezade es la putisima ama confirmamos
    Zouis dabdole consejos a scommy yo he nacido pa leer esa escena
    Sabrae es un bebe pobrecita casi lloro con ella
    Scott volviendo al instituto the boys are back

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    1. Confirmamos
      Zouis+Scommy preveo orgía en mis más oscuras fantasías
      si este tweet llega a 200 rts escribo la orgía incestuosa
      Sabrae por favor quiero protegerla de todo mal :((( mi niña linda
      THE BOYS ARE BACK ME HE DESCOJONADO BARBARAJAJAJAJAJ

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